Sombras que arden

Capítulo 16 — La Última Llama.

El cielo ardía en silencio.
Las montañas temblaban, los mares rugían y los dragones surcaban el aire como sombras encendidas.
La guerra final había comenzado.

El Consejo había convocado a todas las especies leales: brujas puras, vampiros antiguos, demonios del vacío y ángeles caídos.
Era una marea de oscuridad avanzando sobre la tierra.
Frente a ellos, el linaje prohibido los aguardaba.

Lyra, vestida con fuego y viento, montaba su dragón carmesí.
Dante, con los ojos ardiendo en tonos escarlata, sostenía la espada forjada con la sangre de ambos linajes.
A su lado, su madre y su padre comandaban las fuerzas libres: vampiros desterrados, brujas rebeldes, demonios de luz y criaturas antiguas que volvían a la vida por última vez.

La tierra se partió en dos.
El rugido de los dragones se mezcló con los cánticos del Consejo.
Y entonces, el fuego de Lyra iluminó el campo de batalla.

El choque fue brutal.
El aire mismo se rompía con cada hechizo, cada rugido, cada grito.
Los ejércitos se enfrentaron en una danza de sangre y magia.

Lyra levantó el Libro de la Vida, que había sido traído desde las raíces del valle.
Sus páginas se abrieron solas, mostrando la escritura final:

> “Para restaurar el equilibrio, uno debe tejer con su propia esencia.”

Ella entendió.
Su poder no bastaba.
Necesitaba entregar parte de sí misma… su fuego, su alma.

Dante la vio temblar, y su mirada se quebró.
—No. No harás esto.
Lyra sonrió entre lágrimas.
—No hay otro camino. Si el fuego no se sacrifica, el mundo se apagará.

Abrió los brazos.
El viento se arremolinó a su alrededor.
Las corrientes de agua, tierra, fuego y aire comenzaron a girar en una espiral perfecta.
Los dragones rugieron en lo alto, respondiendo a su llamado.

El cielo se tornó blanco.
Lyra invocó el Tejido del Equilibrio, una red de luz que se extendió sobre todo el campo de batalla.
Los enemigos se detuvieron, confundidos, cuando el fuego los envolvió sin quemarlos.

Ella habló, con la voz de las brujas antiguas:

> “Que el fuego purifique, que la tierra juzgue, que el aire guíe, que el agua sane.”

El hechizo recorrió los cuerpos de todos los combatientes.
Los más puros resistieron.
Los corruptos, los que habían jurado lealtad al odio, se desvanecieron entre cenizas.

Lyra cayó de rodillas.
El fuego de su pecho se extinguía lentamente, pero su mirada seguía fija en Dante.

El Consejo intentó resistir.
El Sumo Consejero levantó su báculo, pero el aire se fracturó con un grito antiguo: el rugido del dragón de fuego.
Dante corrió hacia Lyra, tomándola entre sus brazos.
—No te atrevas a dejarme ahora —susurró, apretándola contra su pecho.

Ella apenas sonrió.
—Solo estoy volviendo al fuego del que vine. Pero tú… tú eres mi equilibrio.

El Libro de la Vida flotó ante ellos.
Una última página se abrió sola, y una línea se grabó en letras doradas:

> “El amor verdadero teje incluso lo que la muerte separa.”

Dante colocó su mano sobre la de ella y, por última vez, sus sangres se mezclaron.
El hechizo final se selló.
Una ola de energía recorrió los reinos, borrando el poder del Consejo y liberando a todas las especies del control de las viejas leyes.

El fuego se apagó.
Y el mundo, por primera vez en siglos, respiró en paz.

Pasaron días.
El cielo volvió a ser azul.
Los campos, antes quemados, florecieron.
El linaje prohibido había ganado.

Lyra despertó en los brazos de Dante, en medio del valle que renacía.
Su fuego seguía vivo, aunque más tenue.
—Creí haberte perdido —susurró él.
—Ni siquiera la muerte podría separarnos —respondió ella.

Ambos se miraron, y el anillo que llevaba brilló como una llama nueva.
Era la señal: la emancipación había sido completa.
Ya no existían razas, ni linajes, ni leyes que los separaran.

Se besaron bajo el cielo restaurado, mientras el dragón descansaba cerca y los vientos susurraban sus nombres.

Lyra del fuego.
Dante de la sangre.
Los que tejieron el nuevo equilibrio.

Esa noche, cuando el sol cayó detrás de las montañas, consumaron su amor una vez más, no por destino, sino por elección.
Y el Libro de la Vida, en lo más profundo del valle, se cerró lentamente por sí solo, guardando su historia entre las llamas del tiempo.

> “Donde hubo guerra, hubo fuego.
Donde hubo fuego, nació amor.
Y donde nació amor, el mundo volvió a empezar.”




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