Sombras que arden

Capítulo 17 — Dos Latidos.

El consejo se reunió bajo un amanecer distinto. Las banderas ya no llevaban los emblemas de división, sino un solo símbolo: la llama entrelazada con el ala del dragón.
Por primera vez en siglos, el decreto fue pronunciado sin miedo ni murmullos:
“La emancipación entre especies queda aprobada. A partir de hoy, todos los reinos convivirán en igualdad.”

El eco de aquellas palabras viajó más allá de los muros del Consejo, cruzando los reinos y tocando el corazón de cada criatura que alguna vez temió amar fuera de su especie.
Los vampiros, las brujas, los demonios y los dragones… todos abrieron las puertas de un nuevo mundo, conviviendo entre los humanos, ocultando sus dones bajo una paz recién nacida.

Aquella noche, la madre de Dante preparó una cena en su casa. Las risas, los brindis y la calma llenaban el aire. Por primera vez, Lyra y Dante sintieron que podían respirar sin mirar sobre el hombro.
El fuego crepitaba en la chimenea, reflejando los rostros de quienes habían sobrevivido a la guerra: unidos, sanos, esperanzados.

Lyra sonreía, aunque sus manos reposaban con suavidad sobre su vientre, sintiendo un calor que no sabía explicar.
Cuando la cena terminó, ambos se retiraron a descansar. La luna bañaba el cuarto con su luz plateada, y Dante la abrazó desde atrás, apoyando su frente en su cuello.
Fue entonces cuando su expresión cambió.

—Lyra… —susurró, llevando la mano a su abdomen—. Siento algo. Aquí… hay un latido.

Ella lo miró, confundida.

—Eso es imposible… —murmuró, pero el fuego en sus ojos delataba una sospecha que no quería aceptar.
—Lyra… —repitió él, con la voz temblorosa—. Hay vida.

Ella llevó sus propias manos sobre las de él, y entonces lo sintió: un ritmo suave, cálido, como un eco de magia pura.
Sus labios se abrieron en un suspiro, y una lágrima le resbaló por la mejilla.

—Estoy embarazada… —dijo ella con voz quebrada.

Dante la miró, y su sonrisa se volvió asombro. Pero antes de que pudiera decir algo, Lyra se llevó una mano un poco más arriba, hacia el otro lado de su vientre.

—Espera… hay otro. —Sus ojos brillaron, entre sorpresa y ternura—. Son dos.

Dante quedó en silencio, completamente inmóvil, hasta que la emoción lo venció. La abrazó con fuerza, riendo y llorando al mismo tiempo.

—Has hecho de mí el hombre más feliz del mundo, Lyra —susurró contra su piel—. Dos corazones… dos vidas… fruto del amor que cambió el destino de todos.

Ella apoyó la cabeza en su pecho, y juntos escucharon los tres ritmos que marcaban un nuevo comienzo: el de él, el de ella y los dos que latían por venir.

Al amanecer, dieron la noticia ante todos.
El consejo, los antiguos aliados, los demonios, brujas y vampiros celebraron con asombro y alegría.
El libro de la vida se abrió una vez más, dejando escapar un resplandor dorado que ascendió al cielo, como si el propio universo bendijera el nacimiento de una era nueva.

Lyra y Dante se miraron, sabiendo que su amor ya no era una prohibición, sino el símbolo eterno de una unión que había salvado el mundo.

Y cuando el viento sopló entre los árboles y las llamas danzaron sobre las torres, todos comprendieron que las sombras que antes quemaban… ahora ardían de esperanza.




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