Dieciséis años habían pasado desde la última guerra.
El mundo, alguna vez dividido por odio y miedo, ahora respiraba bajo una paz vigilante.
En la gran casa sobre el valle, los gemelos —Evelyn y Lucian— crecieron bajo la guía de sus padres, herederos de la unión más poderosa entre especies.
Evelyn, con los ojos de fuego y colmillos ocultos tras una sonrisa serena, era una bruja con sangre de vampiro.
Lucian, de piel pálida y mirada dorada, un vampiro que podía lanzar hechizos antiguos.
Ambos eran el reflejo perfecto del amor que alguna vez desafió a todo un consejo.
Aquel día, el castillo se llenó de risas y luces flotantes.
Era su cumpleaños número dieciséis, y Lyra no podía apartar la mirada de ellos.
Dante, firme a su lado, llevaba consigo la espada que alguna vez lo ayudó a proteger el reino.
Cuando la luna se alzó, comenzó la ceremonia familiar.
Lyra tomó las manos de su hija y dijo con voz dulce y solemne:
—Evelyn, este es el Libro de la Vida. Dentro de él habita la magia que tejió nuestro destino y el de todas las especies. Prométeme que lo usarás solo con el corazón.
Evelyn asintió, sintiendo el calor que emanaba de las páginas antiguas.
Dante, por su parte, se acercó a Lucian y le entregó su espada.
—Esta hoja forjó la paz que hoy disfrutamos. Protégela, y ella protegerá a los tuyos.
Ambos hijos se inclinaron ante sus padres, sellando el legado de fuego y sombra.
Pero la celebración se vio interrumpida por la llegada de un carruaje envuelto en niebla.
Del interior descendió el padre de Lyra, ahora un rey respetado de un reino lejano.
Su rostro estaba marcado por la preocupación.
Lyra lo abrazó, pero sintió el temblor en sus manos.
—Padre, ¿qué ocurre? —preguntó ella.
Él la miró con pesar.
—Una nueva guerra se avecina. Los demonios del mundo oscuro han roto los sellos antiguos. Un nuevo señor del abismo los lidera… el Demonio Mayor ha despertado.
El silencio cayó sobre todos.
El viento pareció contener la respiración del mundo.
Esa misma noche, los dragones rugieron desde el horizonte, y las barreras protectoras que separaban los reinos comenzaron a vibrar.
El amanecer llegó con el sonido del trueno y un resplandor que partió el cielo en dos.
La paz se había quebrado.
Lyra y Dante se miraron con el mismo miedo de años atrás.
Sabían lo que eso significaba.
Sus hijos aún no entendían la magnitud del destino que los llamaba, pero el Libro de la Vida sí.
En el estudio, el libro se abrió solo, sus páginas resplandeciendo ante Evelyn y Lyra.
Los símbolos antiguos brillaron con intensidad, y una voz profunda habló dentro de sus mentes:
> “La sangre unida forjó la paz.
La herencia de dos mundos traerá el final de las sombras.”
Lyra cayó de rodillas al sentir el poder fluir hacia su hija.
Evelyn extendió las manos, y un círculo de luz envolvió a su familia.
Lucian, sosteniendo la espada de su padre, la sintió vibrar, como si reconociera la llegada del enemigo.
—Madre… —dijo Evelyn con un hilo de voz—. El libro me muestra fuego y oscuridad. Una puerta se abrirá.
—Entonces nos prepararemos —respondió Lyra, poniéndose de pie con determinación—. No permitiré que lo que construimos se pierda.
Dante la abrazó, apretando su mano.
—Esta vez, no pelearemos solos.
El rugido de un dragón se escuchó a lo lejos.
El amanecer traía consigo el inicio de una nueva guerra, pero también el despertar del poder más puro que había nacido de su amor: el poder de sus hijos.
Y así, bajo el primer rayo de luz, el Libro de la Vida cerró sus páginas, dejando grabadas en letras doradas las palabras que marcarían una nueva era:
> “Los hijos del fuego y la sombra abrirán el camino hacia el equilibrio eterno.”