Sombras que arden

Capítulo 22 — El Último Amanecer.

El cielo se partió en dos.
Desde lo más profundo del abismo emergió el Demonio Mayor, cubierto de sombras y fuego.
Su voz era un eco que hizo temblar la tierra y quebrar los muros del reino.

—¡Regresaré lo que me pertenece! —rugió—. ¡El poder del Libro de la Vida no debió caer en manos de traidores!

El aire se llenó de relámpagos negros.
Las especies —ángeles, vampiros, brujas, y demonios rebeldes— se alinearon junto a Lyra y Dante.
Por primera vez, luchaban unidos.

Lyra, con el Libro de la Vida abierto frente a ella, sintió su energía expandirse por todo el campo.
Evelyn sostenía su mano, y Lucian a su lado empuñaba la espada que ahora brillaba como un cometa.

—Madre —dijo Evelyn con voz firme—. Ya no hay vuelta atrás.
—Lo sé, hija —respondió Lyra—. Pero no estamos solos.

Dante avanzó, su capa ondeando con la furia del viento.
Sus ojos, rojos como el amanecer, se clavaron en el Demonio Mayor.
—Esta guerra termina hoy.

El demonio rió, un sonido tan profundo que apagó por un instante toda luz.
—¿Crees poder vencerme con amor y esperanza? ¡El amor es debilidad!

Lyra levantó el libro, y sus páginas se encendieron en fuego azul.
—No… el amor es creación. Y tú lo olvidaste.

El viento se detuvo.
Lyra y Evelyn comenzaron a recitar juntas el hechizo final del libro, un conjuro que combinaba los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego.
La tierra tembló, los mares se alzaron, el cielo ardió y el fuego los envolvió.

Lucian y Dante saltaron al frente, cruzando espadas contra las garras del Demonio Mayor.
Cada golpe era un trueno, cada movimiento una chispa de poder antiguo.

El demonio lanzó un rugido y extendió su oscuridad sobre ellos, pero Evelyn, con la fuerza de su madre, alzó el libro y gritó:
—¡Ahora!

Una luz dorada brotó desde el centro del campo.
Dante y Lyra se miraron una última vez antes de unir sus manos y canalizar toda su energía juntos.
El fuego del vampiro y la magia de la bruja se mezclaron, creando una onda que atravesó al demonio por completo.

El Libro de la Vida se cerró de golpe, liberando una explosión que cubrió el cielo de luz pura.
Cuando el resplandor cesó, el Demonio Mayor había desaparecido.
El portal al mundo oscuro se selló.

Solo el silencio quedó.

Lyra cayó de rodillas, exhausta, el libro flotando sobre sus manos antes de desvanecerse en polvo dorado.
Dante corrió hacia ella, tomándola entre sus brazos.

—Lo logramos… —susurró él, con la voz temblorosa.
—Sí —respondió ella, apoyando la cabeza en su pecho—. Lo logramos… juntos.

Evelyn y Lucian los rodearon, abrazándolos mientras los rayos del nuevo amanecer tocaban el campo de batalla.
El consejo, los reinos y las especies enteras se inclinaron ante ellos.
La guerra había terminado.

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Los días siguientes fueron de paz.
El reino volvió a florecer; los portales se cerraron para siempre y las especies vivieron bajo un mismo tratado, ya sin miedo.
Lyra y Dante, con sus hijos, regresaron a la antigua casa de la madre de Dante.

Una noche, bajo un cielo estrellado, Lyra encendió velas en el jardín.
Dante se acercó, tomándole la mano.
Sus ojos se encontraron, y sin palabras, supieron que era momento de sellar su unión una vez más.

El fuego los envolvió suavemente, danzando a su alrededor como si los elementos mismos celebraran su amor.
Lyra lo miró y sonrió.

—Prometimos no separarnos, sin importar los mundos que intentaran dividirnos.
—Y así será, por siempre —respondió Dante, besándola.

El fuego se mezcló con la brisa, el cielo se tiñó de tonos dorados y, entre susurros y promesas, Lyra y Dante se emanciparon otra vez, unidos cuerpo, alma y magia.

La guerra había terminado.
La oscuridad fue vencida.
Y un nuevo amanecer comenzó… donde el amor entre especies ya no era un pecado, sino la raíz de toda vida.

> “Porque incluso entre la sangre y la magia,
el amor sigue siendo el hechizo más poderoso de todos.”




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