El reino disfrutaba por fin de una paz verdadera.
El sol brillaba sobre los valles, y las antiguas marcas de la guerra se habían transformado en campos floridos.
Lyra y Dante caminaban juntos por los jardines del castillo, observando a sus hijos desde lejos.
Evelyn reía mientras practicaba hechizos de luz junto a un joven vampiro de ojos grises, cuya sonrisa la desarmaba cada vez que tropezaba con un conjuro.
Lucian, en cambio, compartía sus días con una joven demonio de cabellos oscuros y mirada profunda, la única que lograba calmar el fuego interior que había heredado de su padre.
Lyra observó en silencio y, con un suspiro, tomó la mano de Dante.
—¿Lo ves? —dijo ella con ternura—. La historia vuelve a repetirse.
Dante sonrió, con ese brillo que solo ella conocía.
—Sí… y esta vez, sin miedo.
Esa tarde, los gemelos se acercaron a sus padres.
Evelyn, nerviosa pero decidida, habló primero:
—Mamá, papá… queremos presentarles a alguien.
El joven vampiro se inclinó con respeto.
—Soy Aiden, hijo del clan del norte. He jurado proteger a Evelyn con mi vida.
Lucian dio un paso al frente, con la demonio a su lado.
—Y ella es Nyra, hija del Consejo de Sombras. No busca guerra… solo un lugar entre nosotros.
Lyra los observó con atención, sintiendo cómo una calidez la envolvía.
Aiden y Nyra se tomaron de las manos, mirándose con amor sincero.
Por un momento, Lyra recordó su primer encuentro con Dante, aquella noche en la que un dragón la trajo al destino que nunca imaginó.
—El amor siempre encuentra su camino —murmuró Lyra.
Dante asintió y los miró con orgullo.
—Si los eligen de corazón, nosotros los aceptamos.
Los jóvenes sonrieron. Evelyn abrazó a su madre, mientras Lucian estrechó la mano de su padre.
El futuro se sentía luminoso, aunque el eco de antiguas guerras aún dormía en las sombras del tiempo.
Esa noche, Lyra y Dante organizaron una cena familiar en el gran salón del castillo.
Reunieron a vampiros, brujas, demonios y humanos.
Velas flotantes iluminaron la estancia, y el aire se llenó de risas, música y copas alzadas por la paz que tanto costó alcanzar.
Lyra levantó su copa.
—Por el amor que une lo imposible,
por la sangre que ahora corre sin miedo,
por los hijos que heredarán un mundo mejor.
Todos repitieron su brindis.
Dante la miró con una sonrisa tranquila.
—Has cumplido tu destino, Lyra.
Ella le devolvió la mirada.
—No, Dante… lo hemos cumplido juntos.
En el fondo del salón, el Libro de la Vida reposaba cerrado, envuelto en un suave resplandor.
Sus páginas ya no pedían guerras ni sacrificios.
Solo guardaban historias: de amor, unión y redención.
Y mientras Evelyn y Aiden se tomaban de las manos, y Lucian y Nyra compartían una mirada de promesa, el ciclo del destino continuaba su curso.
Lyra apoyó su cabeza en el hombro de Dante.
La luna iluminaba sus rostros.
Por primera vez en siglos, no había peligro ni oscuridad.
Solo el amor…
el mismo amor que alguna vez unió a una bruja y a un vampiro bajo el fuego del cielo.
> “El amor no termina, se transforma.
Y cuando el destino vuelve a girar,
lo hace para recordarnos
que siempre habrá luz… donde hubo sombras.”