Sombras sobre Mayfair

Capítulo 9 – La oferta final

El teléfono sonó a las 3:00 AM, su tono elegante, premeditado. Julian había estado despierto, revisando informes, sumido en la creciente tensión de sus dudas. Sabía que algo se estaba desmoronando. El mundo que conocía estaba empezando a cambiar, y la sombra de Lady Vólkova se alzaba sobre todo.

Era Anastasia. Como siempre, sus palabras eran precisas, y el sonido de su voz, calmado pero firme, lo hizo tensar los músculos.

—Julian, sé que te has estado haciendo preguntas. Y las respuestas son simples, aunque las realidades no lo sean. —La pausa en su voz era deliberada—. Es hora de que tomes una decisión. Vas a ser parte de esto, o vas a ser eliminado.

Julian cerró los ojos por un segundo. La había estado observando, sí, pero no había considerado que ella también lo estaba estudiando. Y ahora, el verdadero juego comenzaba.

—¿Qué ofreces? —respondió, sabiendo que la pregunta era más una táctica que una petición genuina.

—Todo lo que siempre has querido. El poder, la influencia, el control sobre el futuro de la familia. —Su voz bajó a un susurro—. Alexander nunca va a cederte el control. No sin una razón de peso. Pero yo puedo dártelo. Si aceptas mi propuesta, serás el hombre detrás del trono.

Silencio. La oferta flotó en el aire, tan tentadora como peligrosa.

Julian sabía lo que significaba. Era más que una simple alianza. Era un cambio de rumbo radical. Unirse a ella significaba abrazar el poder absoluto, pero también traicionar a la única familia que le había dado un propósito. Sin embargo, rechazarla lo dejaría atrapado en una red que no entendería hasta que fuera demasiado tarde.

—¿Por qué ahora? —preguntó, en voz baja.

—Porque el tiempo de las sombras ha pasado. Ahora es el momento de actuar. —Anastasia dejó que sus palabras calaran en su mente—. Y porque, Julian, eres mucho más como yo de lo que crees.

Julian observó la vista desde su ventana, donde Londres dormía, ajena al colapso inminente. Sabía que la decisión que tomara esa noche cambiaría no solo su vida, sino el futuro de los Vanderleigh.

La llamada terminó. El reloj marcó las 3:15 AM.

Y, por primera vez en mucho tiempo, Julian se sintió completamente solo, pero también más libre que nunca.




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