El aire en la sala de juntas estaba espeso, cargado de tensiones no expresadas. Julian estaba sentado en la mesa, mirando fijamente a los demás miembros del consejo de los Vanderleigh. A su lado, Lady Vólkova estaba serena, la calma hecha mujer. Pero él no podía dejar de observarla. Sabía que algo se movía en las sombras, y en algún punto de su mente, lo entendió: ella era la jugadora más peligrosa, no solo porque manipulara las piezas, sino porque las piezas que movía nunca lo sabían.
—¿Qué planea, Julian? —le preguntó su abuelo, su voz rasposa de tantas décadas acumuladas.
Era la pregunta que le temía, porque no tenía la respuesta que deseaba escuchar. La batalla entre ellos había comenzado en silencio, en pequeños gestos, pero ahora todo estaba a punto de estallar. De alguna forma, el destino lo había empujado a una posición en la que ya no podía elegir el lado del tablero en el que se encontraba.
—Estamos en una encrucijada —dijo, sus palabras cortantes, pero buscando un punto de equilibrio—. La oferta de Vólkova nos cambiará, pero también puede destruirnos si no jugamos bien.
Anastasia sonrió. No porque fuera una sonrisa amable, sino porque conocía el peso de las palabras de Julian. Ella siempre había sabido que lo lograría. Ahora, solo quedaba ver qué tan lejos estaba dispuesto a llegar.
De repente, la puerta se abrió con brusquedad. La mirada de todos se centró en el nuevo ingreso: Geneviève, quien había llegado tarde, pero con una presencia imponente. Sin decir una palabra, se dirigió a la mesa.
—Necesitamos hablar de la sucesión. —Sus palabras hicieron que el aire se volviera aún más denso, un claro recordatorio de que los Vanderleigh estaban a punto de tomar decisiones irreversibles. El sistema estaba a punto de colapsar. Y la pregunta era: ¿quién quedaría en pie al final?
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thriller de espionaje elegante, drama político internacional, suspenso psicológico refinado
Editado: 05.05.2025