Sombras y lealtades

Prólogo

La universidad es un lugar de encuentros y secretos, un espacio donde muchos estudiantes, con sus sueños y aspiraciones, se mueven entre aulas y pasillos sin saber lo que cada persona oculta tras sus miradas. Sin embargo, dentro de esa atmósfera de descubrimiento, cuatro jóvenes destacan entre los demás, no solo por su apariencia, sino por la intensidad de sus presencias y las barreras invisibles que parecen rodearlos.

Sara es la primera en llamar la atención en cualquier entorno. Alta, de complexión esbelta, con un cabello castaño claro que cae en ondas suaves sobre sus hombros, y unos ojos verdes que parecen reflejar un sereno bosque. Su sonrisa es tan cálida que parece iluminar todo a su alrededor, y su voz, suave y melodiosa, siempre transmite confianza y amabilidad. Muchos la ven como un modelo de dulzura y romanticismo, la chica que escucha los problemas de todos, que ofrece palabras de aliento y que tiene un aura de pureza que parece casi irreal.

Sin embargo, quienes la conocen un poco más saben que su dulzura no es sinónimo de debilidad. Detrás de esos ojos verdes y su encanto natural, hay una joven astuta, capaz de analizar a las personas y situaciones con una precisión sorprendente. Tiene la faceta estratégica y protectora que solo revela cuando es realmente necesario. Sus amigos a veces notan cómo, en momentos de crisis, su expresión cambia; sus ojos verdes adquieren un brillo calculador y su voz dulce se vuelve firme. Aunque raramente deja que esa faceta salga a la luz, es evidente que cuando se trata de proteger a quienes ama, la joven es capaz de cualquier cosa.

Su familia, poderosa e influyente en el ámbito militar, le ha inculcado valores de disciplina y valentía, aunque ella prefiere vivir una vida sin conflictos. Sin embargo, la educación de su hogar también le ha enseñado a no ser ingenua. Y aunque a veces parece la más inocente y vulnerable, Sara tiene la capacidad de prever situaciones de riesgo y actuar de manera eficaz cuando alguien a su alrededor necesita ayuda.

A su lado, Daniel, “el chico dulce”, tiene una presencia magnética que no pasa desapercibida. Su cabello rubio oscuro y sus ojos azules parecen contrastar con la suavidad de su carácter, mientras que su físico atlético denota una dedicación a mantenerse en forma. A pesar de su apariencia imponente, su sonrisa es siempre accesible, y hay algo en él que inspira confianza. Es de esos chicos que, a pesar de ser popular, nunca hace sentir a nadie inferior. Con un carisma innato, Daniel suele atraer la atención sin esfuerzo para convertirse en el alma de cada conversación o grupo.

Pero lo que lo hace único no es su encanto superficial, sino su bondad genuina y su inocencia en temas de amor. Su familia, conocida por su papel en la justicia y las leyes, lo ha educado con principios sólidos sobre lealtad y respeto. Sin embargo, estos principios a veces se transforman en una especie de ingenuidad romántica, especialmente en su atracción hacia Natalia, aunque ella rara vez le presta atención y suele rechazar sus intentos de acercamiento con frialdad. Aun así, Daniel persiste en sus esfuerzos, convencido de que, si le da el tiempo suficiente, ella verá su lado bueno.

Lo que pocos saben es que, detrás de su carácter dulce, el chico también posee una fortaleza que lo hace capaz de soportar cualquier rechazo o crítica. No es que no se dé cuenta de la frialdad de la chica, sino que él está dispuesto a esperar y soportar, sin importar cuánto le cueste. En el fondo, el joven tiene la esperanza de que, algún día, ella entenderá su sinceridad y está dispuesto a luchar para demostrarle que su amor es real.

Por otro lado, está Natalia, la antítesis de Sara, pero de una manera fascinante. Alta, de cabello negro y lacio que cae hasta la mitad de su espalda, sus ojos oscuros parecen ocultar secretos que pocos pueden descifrar. Su expresión es siempre seria, como si estuviera constantemente evaluando cada situación, cada persona, con una aire de distancia que hace que muchos se sientan intimidados a su alrededor. Su vestimenta es oscura y elegante, reflejando una personalidad calculadora y fría que la hace ver como alguien a quien es mejor no acercarse sin una buena razón.

A diferencia de su amiga, Natalia no tiene un encanto evidente ni una actitud accesible. La mayoría la ve como alguien con quien es mejor no meterse, y para ella, esa imagen es perfecta. Su familia está ligada a una de las organizaciones criminales más poderosas, y desde pequeña ha sido instruida en la necesidad de mantener su cabeza fría y su corazón controlado. Sabe que, algún día, tendrá que asumir el liderazgo de la organización, y, aunque no le emociona la idea de seguir ese camino, no lo ve como una elección, sino como un deber. Por eso, su vida está dedicada a la preparación, a la estrategia, a calcular cada movimiento, cada palabra, y a asegurarse de que nadie pueda tocar su corazón.

Para el mundo, Natalia es una chica dura, y se asegura de que nadie ve más allá de esa imagen. Aunque, para su propio desconcierto, hay una persona que intenta constantemente romper esa barrera: Daniel.

Y el cuarto amigo, Alejandro, es quizás el más reservado de todos. Con su físico robusto, cabello negro y unos ojos grises que parecen escrutar el alma de quien se atreva a mirarlo, proyecta una imagen de intimidación y control absoluto. No es alguien que hable mucho, y cuando lo hace, sus palabras son tan calculadas como sus acciones. Él ha sido entrenado desde niño para convertirse en el sucesor de su padre, el líder de una de las familias criminales más poderosas, y su vida ha sido una preparación constante para ese momento.




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