El campus estaba lleno de estudiantes que caminaban entre las aulas, riendo, saludándose y haciendo nuevos amigos. Entre ellos, nuestros cuatro amigos destacaban, aunque no querían que se notara. A simple vista, parecían amigos comunes, unidos por un vínculo invisible. Sin embargo, cada uno ocultaba secretos bajo la superficie, secretos que, en otro contexto, los habrían mantenido como enemigos.
En el aula, el ambiente de los primeros días de universidad se sentía lleno de expectativa y emoción. Daniel estaba sentado en la tercera fila, ligeramente inclinado hacia adelante mientras esperaba que la clase comenzara. Su mirada se desviaba hacia Natalia, quien, sin mostrar el mínimo interés en él, revisaba su teléfono en silencio, con el ceño fruncido. Respiró hondo, recordando sus palabras motivadora frente al espejo aquella mañana y, por fin, decidió acercarse.
—Hola —la saludó al inclinarse ligeramente hacia ella, intentando parecer casual—. ¿Estás ocupada este fin de semana? He escuchado que hay una exposición de arte en la galería del centro. Podríamos ir juntos, si te interesa.
La chica lo miró, levantando la vista de su teléfono con una expresión indescifrable. Lo observó por unos segundos, como si estuviera evaluando la situación y a él mismo en un abrir y cerrar de ojos.
—No, no me interesa —respondió con voz cortante y desvió la mirada de nuevo hacia su teléfono.
El joven tragó con dificultad, intentando disimular la decepción. Era como si ella hubiera levantado un muro invisible que lo mantenía fuera, y aunque él estaba dispuesto a cruzarlo, aquel rechazo le había dolido más de lo que quería admitir.
—Claro… no hay problema —contestó con una sonrisa forzada mientras se giraba de nuevo hacia su asiento e intentaba no pensar en lo fría que había sido su respuesta.
Desde el otro extremo del aula, Sara observaba la interacción con cierta empatía por su amigo. Conocía esa expresión en él, esa leve caída de sus hombros cuando sentía que había fallado en algo importante. Se prometió a sí misma que después de clase intentaría animarlo, aunque en el fondo ella también tenía su propio desafío pendiente.
Cuando la clase terminó, Sara decidió actuar. Vio a Alejandro levantarse de su asiento en la parte trasera del aula, preparado para salir sin saludar a nadie. Ella se apresuró para alcanzarlo antes de que se fuera.
—Hola —lo saludó con su tono suave y amigable mientras caminaba junto a él, intentando encontrar una excusa para iniciar la conversación—. ¿Tienes planes para esta semana? Pensé que podríamos ir a la biblioteca juntos para revisar los apuntes… Me han dicho que esta asignatura es complicada.
El joven solo le dirigió una mirada antes de responder con un tono bajo y desapasionado:
—No necesito ayuda en los estudios.
La muchacha se detuvo un momento, luchando por encontrar una respuesta rápida y positiva, sin dejar que su decepción se notara. Aunque la frialdad de él no era una sorpresa, cada intento fallido dejaba una pequeña marca en su autoestima. Sin embargo, ella decidió intentarlo una vez más, con una sonrisa más insistente.
—Bueno, a veces es más agradable estudiar en compañía… —insistió al mantener un tono ligero.
—No tengo interés en estudiar en compañía —respondió, y se giró para salir del aula sin esperar otra palabra.
Sara observó cómo se marchaba, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza. Había algo en él que la atraía, esa impenetrable barrera que parecía imposible de romper. Y aunque su lógica le decía que era inútil intentarlo, su corazón insistía en probar una y otra vez.
Más tarde, mientras caminaban juntos hacia la cafetería, Sara y Daniel compartieron sus respectivas decepciones, intentando consolarse mutuamente con una mezcla de risas nerviosas y resignación.
—Esto parece una especie de reto absurdo —dijo él con un suspiro mientras jugueteaba con su vaso de café—. No sé por qué seguimos intentando acercarnos a ellos.
—Lo sé —confirmó ella con una sonrisa cansada—, pero creo que hay algo en ellos que… no sé, es difícil de explicar. Siento que, aunque estén cerrados, hay algo en sus ojos que me dice que no siempre han sido así.
Él asintió al comprenderla. Ambos sabían que la amistad con Alejandro y Natalia no sería fácil, mas también sentían que algo profundo los conectaba, aunque sus caminos parecieran tan distintos.
Sin embargo, ninguno de los dos se daba cuenta de los conflictos y secretos que en realidad separaban a sus familias. Para ellos, era solo un misterio pasajero, una diferencia de personalidades. Lo que desconocían era el alcance de las sombras que rodeaban a sus amigos y cómo sus destinos ya estaban entrelazados en un mundo peligroso y desconocido.
Pero, por ahora, para ellos solo eran intentos frustrados de acercarse, pequeños rechazos que dejaban un sabor amargo y también la promesa de un nuevo intento.