Sombras y lealtades

Capítulo 4

La relación entre Sara y Tomás había progresado con una dulzura inesperada. La atención genuina que él parecía ofrecerle era una novedad refrescante para ella, una pausa en la compleja y distante dinámica que la unía a Alejandro. Con Tomás, ella podía relajarse y dejar de analizar cada interacción. Su corazón, poco a poco, comenzaba a acostumbrarse a la idea de estar con alguien que la valorara sin reservas.

Sin embargo, a medida que su relación con Tomás se intensificaba, pequeños detalles en su comportamiento comenzaron a surgir. Aquellos momentos de perfección inmaculada fueron interrumpidos por preguntas que ella no esperaba, y su instinto, siempre protector y suspicaz, empezó a alertarla de que algo no cuadraba.

Habían quedado para encontrarse en un café cercano al campus. Sara llegó primero, disfrutando de la suave brisa de otoño y del aroma del café recién molido. Tomás llegó unos minutos después, saludándola con su acostumbrada sonrisa encantadora.

—¿Has estado esperando mucho? —preguntó él al inclinarse para darle un beso en la mejilla.

—No, no mucho —respondió ella con una sonrisa—. Me gusta venir aquí, me relaja.

La conversación fluyó con naturalidad al principio. Hablaron de sus clases, de sus profesores, y de los próximos exámenes que tenían encima. Pero, tras pedir otra ronda de café, el chico comenzó a deslizar algunas preguntas que ella no supo cómo interpretar.

—Así que… he visto que eres cercana a varios en la universidad. ¿Cómo te llevas con Alejandro? —quiso saber, tratando de sonar casual, pero en su tono había una cierta insistencia que ella percibió de inmediato.

Lo miró, ligeramente confundida y contestó:

—Bueno… él es alguien reservado. Somos compañeros, nada más.

Tomás asintió, mas la intensidad de su mirada la dejó intranquila.

—Es interesante, porque parece un tipo… diferente, por así decirlo —el chico hizo una pausa antes de agregar—: ¿Sabes a qué se dedica su familia? Dicen que son gente importante.

Sara rio con una ligereza forzada, intentando desviar la conversación, y dijo:

—La verdad, no tengo ni idea. Tampoco es algo que me interese mucho. En la universidad es un compañero más, eso es todo.

Él asintió, pero la duda se alojó en ella. Las preguntas no parecían tener relevancia alguna en su relación; sin embargo, sintió que había algo detrás de su curiosidad que no alcanzaba a entender del todo.

La inquietud de Sara comenzó a crecer con cada encuentro. Los gestos atentos y los detalles cariñosos de Tomás parecían perder valor cuando él encontraba la manera de indagar sobre sus amistades. Era como si su interés en Alejandro y en su vida social ocultara una intención más profunda, y ella se debatía entre confrontarlo o mantenerse en silencio, esperando que las cosas volvieran a la normalidad.

Una tarde, mientras paseaban por el campus, el joven retomó el tema de manera casual:

—¿Alguna vez has salido con Alejandro y sus amigos? Parece del tipo de chico que siempre tiene a alguien a su lado. Me sorprende que tú, siendo tan amable y social, no te acerques más a él.

Sara se detuvo un segundo, con el ceño fruncido, tratando de discernir qué podría motivar esa insistencia. Algo en el tono de él le parecía inquietante, y decidió responder con una franqueza cautelosa:

—Alejandro y yo simplemente compartimos algunas clases. No es alguien fácil de conocer, y no he tenido motivo para profundizar en nuestra relación. No entiendo por qué te intriga tanto.

Tomás sonrió de manera despreocupada, pero sus ojos revelaron una chispa de algo más oscuro.

—Perdona si te parece raro. Es solo curiosidad. No me gustaría que alguien como él, con esa actitud tan reservada, te ponga en problemas.

Ella asintió sin decir nada más, pero una semilla de duda se había instalado en su mente. La sonrisa aparentemente inocente de él comenzaba a parecerle un velo tras el cual se escondía algo más. ¿Era realmente tan encantador como había creído, o ella simplemente había visto lo que quería ver?

Unos días después, mientras caminaba por el campus, Sara vio a Tomás hablando por teléfono en un rincón apartado. Su expresión, normalmente tan relajada y cálida, había cambiado. Ahora parecía tenso, como si estuviera discutiendo algo importante. La joven dudó si acercarse, mas algo en su interior le dijo que prestara atención.

A medida que se aproximaba en silencio, alcanzó a escuchar fragmentos de su conversación:

—...Si, ya te dije que la chica está en el grupo de Alejandro. Si sigo ganándome su confianza, tendré acceso a toda la información que necesitas… No, él no sospecha nada. Estoy siendo cuidadoso.

Sara sintió un frío repentino en el pecho. Sus peores sospechas se confirmaban en ese momento: Tomás era un infiltrado. No se había acercado a ella por interés genuino, sino para obtener información sobre Alejandro y, probablemente, sobre toda su red de contactos.

Retrocedió unos pasos, sin querer escuchar más, y con el corazón latiendo con fuerza. Sintió una mezcla de traición y enfado. La conexión que había comenzado a construir con él se derrumbaba en ese instante, al revelarse como una farsa. Sintió que había caído en una trampa emocionalmente manipuladora, y ahora la confianza que tanto le costaba construir se hacía añicos.




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