Sombras y lealtades

Capítulo 10

La luna iluminaba la ciudad con su luz tenue reflejándose en los edificios mientras la calma aparente escondía un peligro inminente. Sara caminaba por las calles cerca de la universidad después de una reunión con sus antiguos compañeros. Aunque normalmente era precavida, esa noche, su mente estaba ocupada con las tensiones recientes: la traición de su pretendiente infiltrado y la conexión creciente que comenzaba a notar con Alejandro.

La chica giró en un callejón para atajar hacia su casa cuando un ruido detrás de ella la hizo detenerse. Su corazón latió con fuerza mientras miraba a su alrededor, pero el callejón parecía vacío. Aceleró el paso, deseando llegar pronto a un lugar seguro, aunque antes de que pudiera reaccionar, una furgoneta negra apareció de la nada.

Unos hombres enmascarados la rodearon con rapidez. Ella intentó gritar, mas una mano fuerte cubrió su boca mientras la obligaban a entrar en el vehículo. Intentó luchar, su mente analizaba frenéticamente la situación: no era un robo. Había algo más oscuro en juego.

Dentro de la furgoneta, los hombres conversaron entre susurros:

—¿Estás seguro de que es ella?

—Claro que sí. Es la chica que está cerca de Alejandro. Esto lo hará caer —respondió otro, con un tono lleno de satisfacción.

Sara lo comprendió al instante. No se trataba de ella, sino de lo que su secuestro representaba: Alejandro.

El chico estaba en su base, revisando información con Natalia y Daniel sobre la nueva banda cuando una llamada repentina interrumpió el silencio. Era un mensaje anónimo, acompañado de un vídeo. Lo abrió y vio a Sara, amordazada y con los ojos llenos de miedo, en lo que parecía ser un almacén abandonado.

—”Si la quieres de vuelta, tendrás que venir solo” —dijo una voz distorsionada al final del mensaje.

La sangre del joven se heló. Era una trampa, pero no podía ignorarlo. Su mandíbula se tensó mientras apretaba los puños, tratando de controlar la ira y el miedo que lo invadía. Natalia y Daniel lo observaron, sabiendo que Alejandro nunca había mostrado tanta emoción antes.

—No irás solo —declaró la muchacha con firmeza.

—Esto es personal —respondió él, pero sus amigos no retrocedieron.

—Sara también es nuestra amiga —añadió Daniel con seriedad, algo poco común en él.

Alejandro aceptó la ayuda, aunque el peso de la responsabilidad continuaba recayendo sobre sus hombros. Mientras planeaban el rescate, el chico no podía evitar recordar todas las veces que había tratado de ignorar a la muchacha, reprimiendo lo que sentía por ella. Ahora, enfrentaba la posibilidad de perderla y entendía que esos sentimientos eran más fuertes de lo que estaba dispuesto a admitir.

Horas después, el equipo llegó al almacén. Con movimientos coordinados y silenciosos, Natalia y Daniel aseguraron las entradas mientras Alejandro avanzaba hacia el interior. La tensión era palpable, y cada segundo parecía eterno.

Sara estaba atada a una silla en el centro de la estancia. Al ver al chico, sus ojos brillaron con una mezcla de esperanza y miedo.

—¡Alejandro, no! —gritó ella, aunque su voz se quebró.

Antes de que él pudiera alcanzarla, varios hombres armados salieron de las sombras. Sin embargo, Natalia y Daniel, preparados para el enfrentamiento, surgieron por detrás, neutralizando a algunos de los secuestradores. El chico se encargó del resto con una habilidad impresionante, con su mente enfocada únicamente en proteger a la joven.

Cuando llegó a ella, cortó las cuerdas con rapidez. La muchacha se lanzó a sus brazos, sollozando mientras él la sujetaba con fuerza.

—Estás a salvo —murmuró él con una voz inusualmente suave.

De regreso en un lugar seguro, Alejandro se quedó con la chica mientras Natalia y Daniel se encargaban de informar a sus aliados sobre lo sucedido. Aunque ella estaba físicamente ilesa, el miedo y la traición reciente continuaban reflejadas en sus ojos.

Él, sentado junto a ella, se quitó la chaqueta y la colocó sobre sus hombros. La joven levantó la vista con sus ojos verdes encontrándose con los de él.

—¿Por qué has ido? —quiso saber en voz baja.

Él dudó por un momento, pero sabía que no podía continuar reprimiendo lo que sentía. Se inclinó ligeramente hacia ella, con su mirada intensa y honesta fija en la de ella, y confesó:

—Porque no puedo perderte. No sé en qué momento sucedió, pero te has convertido en alguien importante para mí. Más de lo que debería permitir.

Sara lo miró, sorprendida. Él, siempre reservado y frío, estaba mostrando una vulnerabilidad que nunca había imaginado. Mas esa vulnerabilidad también la llenó de dudas.

—Alejandro… —comenzó, con la voz quebrada—. No sé si puedo ser parte de tu mundo. Esto… todo esto… es demasiado.

El joven asintió, aunque su expresión mostró un atisbo de dolor.

—Lo entiendo. Y no quiero presionarte. Pero quiero que sepas que haré lo que sea necesario para protegerte. Siempre.

Ella bajó la mirada, luchando con las emociones contradictorias que la invadían. Por un lado, había algo en él que la atraía, una conexión que no podía negar. Pero, por otro lado, el peligro constante que rodeaba su vida era algo que temía enfrentar.




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