Sombras y lealtades

Capítulo 14

El parque estaba casi desierto esa tarde, con solo unas cuantas hojas secas danzando al ritmo del viento. Sara y Daniel habían decidido reunirse allí, alejados de las sombras de las amenazas que los acechaban constantemente.

—Es extraño tener un momento así de tranquilo, ¿no crees? —comentó ella, dejando que sus dedos recorrieran la superficie rugosa de un bando de madera.

Él se sentó a su lado y sonrió mientras jugaba con una ramita.

—Lo es, pero es bueno. Creo que todos necesitamos algo de normalidad.

La chica lo miró de reojo. En su mirada había algo diferente, una calidez y una sinceridad que le resultaba reconfortante. Por un momento, se permitió relajarse, dejar de lado las barreras que había construido para protegerse.

—Gracias por esto, Daniel —su voz era suave y estaba cargada de sinceridad—. No sé cómo lo haces, pero siempre logras hacerme sentir mejor.

El muchacho dejó caer la ramita y se volvió hacia ella para clavar sus ojos en los de la fémina antes de decir:

—No es difícil, Sara. Cuando estoy contigo… todo parece un poco más fácil.

El silencio que siguió no fue incómodo, sino cargado de una conexión que ninguno de los dos esperaba. Sin embargo, para ella, también era un recordatorio de lo complicado que se había vuelto todo. Estaba agradecida por la presencia del chico, pero en el fondo, aún no podía ignorar la huella que Alejandro había dejado en su corazón.

Antes de que pudiera responder, el joven rompió el silencio con una risa nerviosa.

—Bueno, creo que ya es suficiente sentimentalismo por hoy. ¿Qué te parece si compramos un helado? Mi forma de disculparme por ponerme demasiado cursi.

Ella soltó una risa genuina, la primera en mucho tiempo.

—Acepto el helado, pero no las disculpas. Me gusta tu lado cursi.

Y, por un instante, se permitió olvidar las sombras que la rodeaban.

En un edificio oscuro, iluminado solo por el resplandor de las pantallas de varios monitores, Natalia y Alejandro revisaban los movimientos más recientes de la banda rival. Las tensiones habían aumentado en la ciudad y cada decisión que tomaban tenía un peso considerable.

—Están usando las rutas del puerto para mover su mercancía —dijo la chica, señalando un mapa digital en la pantalla frente a ellos—. Si interceptamos su próximo envío, podríamos desestabilizarlos.

El chico asintió mientras cruzaba los brazos a la altura del pecho y analizaba los datos.

—Es arriesgado, aunque también es nuestra mejor oportunidad. Necesitamos enviar un mensaje claro.

La colaboración entre ambos había evolucionado en las últimas semanas. A pesar de sus personalidades fuertes y la constante lucha por mantener el control, habían aprendido a confiar el uno en el otro.

—No pensaba que trabajar contigo sería tan fácil —comentó la joven al inclinarse sobre la mesa para revisar unos documentos—, pero debo admitir que haces que todo esto sea más eficiente.

Alejandro arqueó una ceja, divertido, y contestó:

—¿Eso es un cumplido, Natalia?

Ella le lanzó una mirada que, aunque dura, tenía un destello de diversión.

—No te emociones demasiado.

Ambos compartieron una pequeña sonrisa antes de regresar al trabajo. El chico había comenzado a ver a la muchacha de una manera diferente, admirando su determinación y astucia. Por su parte, ella encontraba en él a alguien con quien compartir el peso de su responsabilidad, algo que no había esperado.

Esa noche, mientras él revisaba los planes para la operación en el puerto, no pudo evitar observar a la joven por un momento más de lo necesario. Por primera vez, consideró que tal vez su vínculo podía ser más que una simple alianza.

Sara había estado evitando los encuentros grupales últimamente, pero no podía seguir alejada de Natalia, quien había sido su amiga durante años. Decidió que era momento de enfrentarla, incluso si la relación entre ellas ahora se sentía diferente.

Se encontraron en un café discreto cerca de la universidad. Natalia estaba sentada con un café negro frente a ella y su postura impecable como siempre.

—Gracias por venir —dijo Sara al tomar asiento.

Su amiga la observó con atención antes de responder:

—Sabes que siempre estoy dispuesta a escucharte.

El tono de ella era cordial, pero distante, lo que Sara no pudo evitar notar.

—Sé que las cosas han cambiado entre nosotras —comenzó Sara mientras movía el café con una cuchara, distraídamente—, pero quiero que sepas que eso no significa que deje de importarme nuestra amistad.

Natalia apoyó las manos en la mesa, con la mirada fija en su amiga.

—No es nuestra amistad lo que ha cambiado. Es todo lo que está pasando a nuestro alrededor. Tú estás con Daniel, y yo… bueno, ahora trabajo muy de cerca con Alejandro.

Sara tragó saliva. El solo nombre de él era suficiente para agitar sus emociones.

—No estoy “con” Daniel —respondió con rapidez—. Solo… estamos pasando tiempo juntos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.