Sombras y lealtades

Capítulo 17

Alejandro estaba sentado en el amplio salón de reuniones de su mansión, rodeado por los hombres más confiables de su organización. La mesa de madera maciza estaba repleta de mapas, documentos y armas, mientras él exponía su plan.

—Quiero dejar algo claro —dijo, con su voz firme—. Nuestra prioridad no solo es derrotar a La Mano Roja. También es proteger a las personas que son importantes para nosotros.

Marcos, su segundo al mando, levantó la voz:

—Alejandro, hemos enfrentado amenazas antes, pero esto… ¿Es por ella?

—Es por ella, y por todos nosotros —respondió el aludido sin dudar—. La Mano Roja ha demostrado que no tienen límites. Si dejamos que ataquen a los nuestros, nunca estaremos seguros.

El murmullo de aprobación creció entre los presentes. Aunque algunos cuestionaban la intensidad con la que su jefe protegía a la chica, sabían que su determinación no era negociable.

—Quiero que cada movimiento que hagamos asegure no solo el éxito de nuestra misión, sino la seguridad de quienes están en riesgo —continuó Alejandro—. Nadie queda fuera de esta lucha y cualquiera que dude de mi liderazgo, puede irse ahora.

El silencio en la sala fue absoluto. El muchacho miró a cada uno de sus hombres para asegurarse de que su mensaje había quedado claro.

—Esto no es solo mi lucha, es la de todos —finalizó, antes de que Marcos asintiera con respeto y los demás lo siguieran.

Mientras el plan comenzaba a tomar forma, Alejandro sintió que estaba a un paso más cerca de demostrarle a Sara que podía protegerla y que no todo en su vida tenía que ser peligroso.

Natalia revisaba unos informes en el despacho que había ocupado su padre en la mansión de su familia, sin embargo, su mente estaba lejos. Desde el ataque a Daniel, no podía sacarlo de su cabeza. Por más que tratara de convencerse de que alejarlo era lo correcto, cada vez le resultaba más difícil.

El sonido de pasos firme interrumpió sus pensamientos, y cuando levantó la vista, encontró al chico frente a ella, con expresión decidida.

—Necesitamos hablar —dijo él al cerrar la puerta tras de sí.

Ella suspiró, cruzó los brazos y preguntó:

—¿Sobre qué? ¿Sobre lo peligroso que es para ti estar cerca de mí? Porque ya hemos tenido esa conversación.

—No, Natalia —dio un paso más hacia ella sin apartar su mirada—. Esta vez quiero hablar de lo que sientes realmente.

Ella intentó desviar la mirada, mas él no se lo permitió.

—Deja de hacer esto, Nat. Deja de fingir que no te importa, porque sé que no es verdad.

Las palabras del muchacho la desarmaron.

—¿Y qué quieres que diga? —espetó, con su voz temblando—. ¿Que me importas? ¿Que me asusta lo que siento porque sé que estar conmigo solo te pondrá en peligro?

—Quiero que digas la verdad, Nat —él dio otro paso para acortar la distancia entre ellos—. Porque prefiero enfrentar cualquier peligro a seguir pretendiendo que no me importas.

Ella lo miró con una mezcla de frustración y vulnerabilidad y contestó por fin:

—Te importa, me importas… mucho… y eso es un problema.

Daniel tomó su mano con firmeza y la reconfortó con una leve caricia.

—Tal vez sea un problema, pero no quiero resolverlo alejándome de ti.

Natalia no respondió, mas no se apartó de él, al contrario, se acercó más. Por primera vez, dejó que sus defensas bajaran para permitirle ver cuánto significaba para ella.

La noche era fresca y el grupo se reunió en una de las propiedades de la familia de Alejandro, un lugar seguro para planear su próximo movimiento contra La Mano Roja.

Sara estaba sentada junto a Daniel, con su presencia reconfortante mientras ella todavía lidiaba con las revelaciones sobre Tomás. Alejandro y Natalia estaban al otro lado de la mesa, inmersos en mapas y estrategias.

—Es curioso —dijo Daniel al romper el silencio mientras observaba el mapa—. Parecemos un equipo disfuncional de película.

Natalia levantó la mirada con una ceja arqueada y comentó:

—Si esto fuera una película, te habrías rendido conmigo hace tiempo.

La respuesta arrancó una carcajada breve del chico, mas también un leve rubor en la chica, que rápidamente volvió a concentrarse en el mapa.

Sara, por su parte, no pudo evitar notar la mirada fugaz de Alejandro hacia ella. Había algo en su expresión, una mezcla de determinación y culpa, que hacía que su corazón se acelerara y se tensara al mismo tiempo.

—Entonces, ¿cuál es el plan? —quiso saber ella, intentando desviar su atención de él.

Su amiga señaló uno de los puntos en el mapa y dijo:

—Aquí es donde La Mano Roja está concentrando sus operaciones. Si logramos infiltrarnos, podríamos obtener información crucial para desmantelarlos.

—Y arriesgarnos a que nos descubran —añadió Sara, con su tono firme.

Alejandro intervino, con su voz tranquila y segura:




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