Parte final

Mientras el grupo discutía su estrategia, un hombre se acercó rápidamente, su rostro pálido y su mirada asustada. Era un mensajero de la corte. “Princesa Elara,” jadeó, “debo advertirte. He escuchado que hay planes para un nuevo golpe. No todos los nobles están de acuerdo con la decisión de la corte, y hay quienes buscan desestabilizar aún más la situación.”

El corazón de Elara se hundió. “¿Quién está detrás de esto?” preguntó, su voz llena de urgencia.

“Lo siento, pero no puedo revelar nombres,” respondió el mensajero. “Solo sé que han comenzado a reunir fuerzas en secreto. Están desesperados y tienen sed de venganza.”

Elara miró a Dorian, Isolde y Alaric, todos ellos compartiendo la misma preocupación. “Debemos actuar con rapidez. Si hay traición en el aire, no podemos permitir que se manifieste.”

Dorian asintió. “Si formamos una coalición entre aquellos nobles que son leales, podríamos desmantelar cualquier plan antes de que pueda ejecutarse.”

“Y debemos asegurarnos de que la gente esté informada,” añadió Isolde. “La transparencia será nuestra mejor arma contra la desconfianza.”

Con un plan en mente, Elara se dirigió a la plaza una vez más, donde la multitud aún celebraba. “¡Itharia! Hoy hemos ganado una batalla, pero debemos estar atentos. La lucha por nuestro futuro continúa. ¡Debemos permanecer unidos y vigilantes!”

La multitud aclamó, pero Elara sabía que la verdadera prueba estaba por venir. El desafío de asegurar un reino unificado era mucho más difícil que la derrota de un solo hombre.

A medida que las semanas pasaron, Elara y sus aliados trabajaron incansablemente para restaurar la paz en Itharia. Reunieron a los nobles leales y comenzaron a desmantelar las influencias de Helmar. Sin embargo, cada paso hacia la estabilidad revelaba nuevas traiciones y rivalidades. La política en Itharia nunca había sido sencilla, y la caída de Helmar solo había intensificado las luchas por el poder.

Un día, mientras revisaban documentos en el palacio, Isolde se volvió hacia Elara, con una expresión preocupada. “He recibido noticias sobre un encuentro secreto que se llevará a cabo esta noche en la villa de Lord Cedric. Se dice que los nobles que apoyaban a Helmar están planeando algo. Deberíamos asistir y averiguar qué están tramando.”

“¿Crees que sea seguro?” preguntó Elara, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. “Si están conspirando, podrían tener un plan para eliminarnos o desestabilizar aún más el reino.”

“Es un riesgo que tenemos que asumir,” respondió Dorian, decidido. “Si podemos obtener información sobre sus intenciones, podremos adelantarnos a sus movimientos.”

La noche llegó, y Elara, Dorian e Isolde se disfrazaron para pasar desapercibidos en la villa de Lord Cedric. Al acercarse al lugar, Elara sintió el peso de la responsabilidad en sus hombros. No solo era su vida la que estaba en juego, sino el futuro de Itharia.

Al llegar, escucharon risas y murmullos provenientes del interior. Se colaron por una puerta lateral y se encontraron en una sala iluminada por antorchas. Allí, varios nobles estaban reunidos, discutiendo animadamente.

Lord Cedric, un hombre de mediana edad con una prominente barba, estaba en el centro de la conversación. “No podemos permitir que la princesa Elara tome el control,” decía con desdén. “Su visión de un Itharia unida es un sueño utópico. ¡Necesitamos volver a la autoridad de un verdadero líder!”

Elara intercambió miradas con Dorian e Isolde, que parecían estar tan atónitos como ella. Era evidente que el resentimiento hacia su liderazgo era más profundo de lo que habían imaginado.

“¿Y qué sugieres, Cedric?” interrumpió Lady Morgana, una noble influyente con un aire de superioridad. “¿Acaso deberíamos permitir que el reino caiga en el caos mientras discutimos sobre quién merece gobernar? Helmar estaba dispuesto a mantener el control, pero él ha caído. Debemos actuar.”

“Propongo un nuevo gobierno, uno que no dependa de la inexperiencia de una joven,” dijo Lord Cedric, lanzando miradas a otros nobles. “Podríamos restablecer el antiguo consejo, con representantes de cada casa noble. La fuerza es lo que necesitamos, no debilidad.”

Elara sintió una oleada de ira. “¿Acaso están hablando de volver al sistema que nos trajo a este punto? Eso no funcionará. El poder no puede estar en manos de unos pocos.”

“¿Quién habla de poder?” replicó Cedric, ignorando a Elara. “Debemos buscar un nuevo líder, alguien que comprenda la importancia de la tradición y la autoridad.”

La conversación se tornó más intensa, y Elara se dio cuenta de que su presencia era un riesgo. “Debemos salir de aquí,” murmuró Dorian. “Están decididos a hacer lo que sea necesario para desacreditarte.”

“¿Pero cómo?” preguntó Isolde. “Si nos ven, todo habrá sido en vano.”

“Tal vez podamos usar la confusión a nuestro favor,” sugirió Elara. “Si creamos una distracción, podremos escapar y advertir a los demás.”

Con un plan en mente, Elara miró a la sala. “¡Por los dioses, miren eso!” gritó de repente, señalando hacia la ventana. “Parece que hay un incendio en la parte posterior de la villa.”

Los nobles se giraron instantáneamente, sorprendidos y alarmados. En medio de la confusión, Elara, Dorian e Isolde se escabulleron, aprovechando la oportunidad para salir por la puerta trasera.

Una vez a salvo en el exterior, respiraron aliviados. “Esto es peor de lo que pensábamos,” dijo Elara, sintiendo la presión en su pecho. “No solo están buscando derrocarme, sino que quieren volver a un régimen aún más opresivo.”

“Debemos reunir a más aliados,” sugirió Dorian. “Necesitamos un plan sólido para enfrentarlos.”

“No solo eso,” agregó Isolde. “Debemos convencer a aquellos que aún son leales a Helmar de que se unan a nuestra causa. La única manera de ganar esta guerra es mostrarles que somos más fuertes juntos.”

Con renovada determinación, Elara y su grupo se dirigieron a la corte al amanecer. Era crucial organizar un consejo con aquellos que aún creían en un Itharia unido y libre del miedo.