ARABELLA
Siempre he sufrido de sueño ligero. Puede caer una bola de algodón en el suelo, y fácilmente podría despertarme. Por ello, el leve sonido de pasos acercándose a mi habitación me despierta de inmediato. Bastan breves segundos para que la silueta inconfundible de Dorothea avance hacia el interior.
—Buenos días, su alteza —su voz resuena en mi amplia alcoba mientras se dirige a los ventanales, abriendo de par en par las cortinas.
La tenue luz que se cuela me hace entender que apenas está amaneciendo. Sé que debo estar lista para las siete. Hoy es un día importante para mí.
—Su majestad, la reina, la espera en el comedor para platicar la agenda de hoy. Su alteza George también estará presente —continúa Dorothea mientras agarra un vaso de agua que se encontraba en mi mesita de noche, que hasta ahora noto.
—Buenos días, Dorothea. En unos minutos estaré con mi madre —mi voz suena rasposa, al ser lo primero que digo en el día. Con lentos movimientos, salgo de la cama rumbo al baño.
—Por supuesto, señorita Arabella —responde con una breve reverencia antes de retirarse y dejarme sola.
Tomo un baño de agua fría y me arreglo rápido: pantalones crema, una blusa modesta del mismo tono, un blazer y cómodos tenis blancos. Dejo mi cabello suelto y, tras un último vistazo en el espejo, salgo de la alcoba, recibiendo las reverencias del personal del palacio a cada paso.
Cuando entro al comedor principal, mi madre me recibe con una tenue sonrisa que alivia la tensión que hasta ahora había notado en mis hombros. George está a su izquierda, leyendo algo en su celular.
—Buenos días, mamá. George —saludo brevemente antes de tomar asiento junto a mi madre y recibir el beso matutino que siempre me da en la mejilla.
—¿Cómo has dormido, cariño? —pregunta, haciendo una seña a uno de nuestros asistentes para que sirvan el desayuno.
—Muy bien —respondo con simpleza, observando de reojo a mi hermano, quien finalmente aparta la vista del celular para mirarme con su usual expresión seria.
Estos desayunos eran rutinarios, repetitivos. Mamá siempre hacía las mismas preguntas y George tenía tanta presencia como un mueble más del palacio.
Como sólo nosotros tres empezamos nuestras obligaciones a esta hora, era normal que no estuvieran James, mi hermano menor, ni mi padre. James tenía el privilegio de despertar más tarde, y mi padre comenzaba su día mucho antes.
Sin embargo, extrañaré esta rutina: a mi travieso hermano James, a mi amargado hermano George, a mi afectuosa madre y a mi padre consentidor.
Hoy es un gran día. Estoy emocionada y nerviosa. Comenzaré a aplicar a universidades, aunque sabía que tenía en mente la misma en la que se graduó George. Solo quería ir a un buen lugar y prepararme para ser un valioso miembro de la realeza.
Nunca he conocido nada más allá de los eventos públicos y los gigantescos muros que rodean el palacio. Mi vida es tan monótona y controlada que cualquier cosa nueva resulta extraordinaria para mí.
A mis 18 años, no sé lo que es tener amigos genuinos, ni salir de fiesta, ni tener pijamadas o escapadas con amigas. Mucho menos sé lo que es tener un novio.
—Arabella, ¿me estás escuchando? —la voz de mi madre me saca de mis pensamientos. Me observa con extrañeza.
—No, lo siento. Tengo la mente en otro lado —digo mientras pico un trozo de fruta y veo cómo sonríe.
—¿Estás emocionada por hoy? —su mano toma la mía, yo asiento, devolviéndole una sonrisa pequeña.
—Mucho, pero también estoy algo asustada —admito. Sé que ella siempre me entenderá. Al igual que yo, ha vivido toda su vida siendo parte de la realeza. Como primogénita del rey austriaco y esposa de un Rey inglés, comprende este ambiente desde que nació.
—Es entendible, Bella. Pero te prometo que esta será tu mejor etapa. Allá afuera conocerás mucho. Sólo recuerda tu objetivo principal, y todo irá de maravilla —dice con confianza. Su tranquilidad me hace suspirar, tratando de contagiarme de su calma.
— Si llegas a entrar a la que fue mi universidad, me encargaré de avisar a algunos de mis amigos que aún están en el campus haciendo sus doctorados, que estén al tanto. Así no te sentirás del todo sola —dice George. Su tono siempre suena duro, pero sus ojos demuestran preocupación.
Mi hermano mayor, futuro rey, con fama de ser frío y calculador, siempre cuidaba de mí. Aunque sea distante, sé que nunca me dejaría sin protección.
Si bien casi nunca mencionaba a sus amigos de la universidad, sabía que eran las únicas personas que consideraba cercanas, aparte de su familia. Supongo que, si lograba entrar, pronto los conocería.
—Gracias, Georgie —le sonrío. Él rueda los ojos; odia que lo llame así.
—Muy bien. Terminemos de desayunar, que hoy nos espera un día ajetreado —comenta mi madre.
Asiento, repasando mentalmente todo lo que haré hoy.
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Espero que hayan disfrutado de este primer capitulo, gracias por su lectura 🌷