ARABELLA
Despertar sin el sonido de los sirvientes moviéndose por los pasillos fue extraño al principio. En el palacio, todo siempre se regía por un horario estricto, y cada cosa estaba perfectamente organizada, desde los desayunos servidos a la misma hora hasta el vestuario elegido por Dorothea. Ahora, mi vida ha cambiado de manera significativa.
Por las mañanas, es el ruido de mi despertador lo que me saca del sueño. Ya no hay protocolo para comer; puedo desayunar simplemente una tostada con leche si así lo deseo. No tengo cada minuto del día contabilizado y, si quiero salir a caminar a las cuatro de la mañana, puedo hacerlo.
Claro, siempre con dos sombras siguiéndome a donde sea que vaya. No logré convencer a mi padre de que no era necesario llevar guardaespaldas, aunque los alrededores de la universidad están constantemente vigilados por su propia seguridad. Mis padres jamás escatiman en protección.
Aunque llevo apenas una semana en esta nueva rutina, he descubierto que es refrescante sentir esta libertad.
Las clases han sido, en su mayoría, de presentación. Al principio me costó abrirme y socializar, pero poco a poco fui entrando en confianza. Ahora puedo decir que he logrado establecer una linda amistad con Celeste, una chica que es todo lo contrario a mí: explosiva, vivaz y sumamente directa. Creo que fue precisamente gracias a su actitud tan desenvuelta que logré soltarme más.
Hemos estado hablando todos los días, y estoy disfrutando esta etapa de sentirme como una chica común, conversando sobre temas banales, como el mejor vestido de la temporada o los lugares cercanos donde podríamos arreglarnos juntas. Su amistad es un soplo de aire fresco que me permite ser yo misma, sin preocuparme por si río demasiado fuerte o si debo sentarme de manera más recatada.
Además, parece darle igual quién soy y de dónde vengo. No noté ni un atisbo de cambio en su actitud cuando le hablé de mi familia. Lo único que hizo fue bromear sobre cómo podría escaparme de los dos guaruras que siempre me custodian. Y, a pesar de ser hija de uno de los magnates más importantes de Europa, su personalidad es mucho más descomplicada, pero al mismo tiempo llena de energía.
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Lo que Arabella no imaginaba era que, en otro rincón de la universidad, su llegada no había pasado desapercibida
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OMNISCIENTE
Elian hojeaba distraídamente un libro en la biblioteca del campus, pero su mente estaba en otra parte. Sus pensamientos se interrumpieron cuando sintió una presencia familiar a su lado.
—Amigo mío, dime que ya has conocido a la petite Arabella —dijo André con una sonrisa burlona, posando sus manos en los hombros de Elian
—"Pequeña"—repitió Bastián con sarcasmo—. De eso no le queda nada.
Elian alzó la vista con expresión impasible. Sabía que sus amigos disfrutaban molestarlo, pero decidió no darle el gusto de reaccionar.
—¿Y por qué se supone que debería conocerla? —preguntó con fingida indiferencia.
Los gemelos intercambiaron una mirada cómplice antes de que André soltara un dramático suspiro.
—Te lo dije, Bastian, tiene nuestros chats olvidados
—Como un libro aburrido en esta biblioteca —agregó Bastian, agarrando uno de los libros de forma irónica
Elian frunció el ceño, sin entender a qué se referían, hasta que Bastian sacó su celular y se lo mostró. En el chat grupal que compartían con George, había varios mensajes del heredero británico.
George: "Bella llegó hoy . Confío en que si la ven, puedan asegurarse de que esté bien."
George: "siempre se pierde en su propio mundo, avisenme si necesita algo."
Elian reprimió un suspiro. No podía decir que estaba sorprendido. George siempre había tenido una actitud sobreprotectora con su hermana, pero lo que realmente le molestaba era darse cuenta de que no había visto estos mensajes antes. No era culpa de nadie más que suya por mantener todos esos chats en silencio. Los veía como una distracción innecesaria.
—¿Y bien? —insistió André—. ¿Qué opinas de la famosa Arabella?
—No la he visto en persona aún —mintió Elian sin esfuerzo. No tenía ninguna intención de contarles que la había visto de lejos, ni mucho menos que su presencia le había causado una impresión inesperada.
Bastián se estiró exageradamente en su asiento, dejando caer la cabeza sobre el hombro de su hermano.
—Deberíamos invitarla a la fiesta de bienvenida —sugirió con una sonrisa traviesa—. Será divertido verla en ese ambiente
—Oui! —asintió André con entusiasmo—. Aunque, conociendo a George, lo más probable es que nos cuelgue de un árbol si se entera a donde la estamos invitando.
Elian sintió una punzada de desagrado ante la idea. No quería que la primera vez que hablara con ella fuera en un evento ruidoso y descontrolado. Pero si rechazaba la idea de inmediato, sus amigos no dejarían de fastidiarlo.
—Podría ser interesante —murmuró, sin comprometerse del todo.
Los gemelos parecieron satisfechos con su respuesta, aunque no lo dejaron de observar con esa chispa de diversión en los ojos. Para ellos, fastidiarlo era su pasatiempo favorito.