Sombras Y Promesas

CAPÍTULO 8: ENMASCARADOS

OMNISCIENTE

En el silencio de la noche, por los caminos ocultos y árboles altos, un gran terreno se encontraba fuera de la vista de cualquiera, oculto estratégicamente para no ser hallado

Dos camionetas blindadas negras pasaban por un claro que parecía haber sido despejado ese mismo día, en la primera se encontraban Arabella y su amiga Celeste. La princesa observaba de forma atenta como cualquier rastro de civilización era dejado atrás a medida que se acercaban al lugar del evento, apretando de forma disimulada su bolso mientras ideaba un plan donde se permitirá mantenerse al margen y pasar desapercibida ante todos. Mientras que su amiga solo hablaba emocionada sobre todo lo que haría y aprovecharía esa noche.

A lo lejos se empezaba a escuchar el suave sonido de la música, era tenue pero notoria ante el silencio que reinaba alrededor.

La camioneta que se encontraba detrás de ellas, se adelanta para hacer una rápida inspección del lugar. Los guardaespaldas de la realeza inglesa, que nunca dejaban sola a Arabella, incluso cuando ella olvidaba que siempre la estaban merodeando. Se bajaron y empezaron a dispersarse mientras uno de ellos esperó a que la camioneta donde ellas estaban parara frente a la gran entrada de una casa enorme, o mejor dicho, de una mansión tan elegante como imponente.

El guardaespaldas abre la puerta dejando bajar de primera a Arabella.

El viento fresco de la noche la golpea haciendo que un escalofrío le recorra su piel.

Lo que ella no sabía era que desde uno de los balcones, el más alejado y oscuro del último piso, una silueta se encontraba recostada al barandal. Esperando.

Elian la observó bajarse, y sin poder controlarlo sintió su mandíbula tensarse ante la imagen de Arabella enfundada en un vestido azul oscuro, tan oscuro como la noche misma, iba Ajustado en la cintura y sin mangas, moldeaba su silueta con una sutileza que resultaba hipnótica. Le daba un aire de sofisticación clásica, como si estuviera hecho para llamar todas las miradas.

No tenía que quitarse la delicada máscara plateada para que él la reconociera, su inconfundible cabello rojizo que caía en ondas suaves, era todo lo que necesitaba para saber que era ella

Su mirada analiza cómo ella se mantiene tensa, mientras le dice algo al señor que sostenía la puerta de la camioneta.

Su amiga se baja después, casi que jalándole al interior, llevaba un vestido verde esmeralda un poco más sugerente que el de Arabella pero que también la hacía resaltar.

No tanto como la princesa de Inglaterra, pensó Elian mientras le daba un trago a su vaso de whisky.

Una sonrisa se asomó en sus labios al saber que por primera vez disfrutaría una de las fiestas de los gemelos, la anticipación era vigorizante, y mientras las observaba perderse en la gran entrada del salón. Se permitió sopesar sus siguientes pasos.

ARABELLA

Un hombre alto y robusto con una máscara negra nos pide nuestros nombres cuando nos encontramos en la imponente entrada. Luego de que el guardia confirmara nuestra identidad nos da la bienvenida, dándonos paso a un salón enorme.

Todo era incluso más ostentoso y elegante por dentro de lo que se veía en la fachada.

Los candelabros de araña colgaban de los altos techos, mientras estatuas de dioses griegos reposaban en las esquinas, acompañados de grandes floreros llenos de las más exquisitas flores que hubiera visto. Observé una cantidad considerable de personas, todas sumergidas en conversaciones que se alcanzaban a escuchar por encima de la suave tonada de Tchaikovsky, tocada por una pequeña orquesta al fondo del enorme salón.

Toda la decoración y la mera presencia de las personas, gritaban elegancia y exclusividad.

Estaba acostumbrada a estar en lugares donde regía un protocolo lleno de apariencias, pero sabía de antemano que este evento no sería como a los que siempre iba.

Celeste me tomó de la mano sacándome de mis pensamientos, llevándome hacia un mesero que sostenía una bandeja llena de copas de lo que parecía champán.

No reconocía a nadie por las máscaras y los grandes abanicos que sostenían las mujeres, aunque sabía que aún si no las tuvieran puestas, no sabría quién es quién.

Me generaba algo de alivio el tener la mía puesta, como si fuera mi garantía de que estaba a salvo, y solo quizás por hoy podría ser yo misma sin sentir el pavor de ser irreverente o desubicada.

— un brindis por que esta noche sea increíble para las dos— mi mano toma una copa, dando un sube choque con la de ella

— salud— le digo con una sonrisa mientras tomo un pequeño sorbo del burbujeante líquido

Ambas empezamos a caminar por el gran salón, captando muchas miradas curiosas.

— Ese de ahí, es Harry Meyer, su familia es dueña de la mitad de la industria americana. Escuche que estuvo preguntando por ti en el club de arte— me hace mirar hacia un grupo de chicos que no apartan su mirada de nosotras, me llama la atención el más alto y de cabello rubio

— se ve interesante— le digo con algo de indiferencia, la verdad nunca me había gustado algún chico, siempre sentí que ninguno podría estar verdaderamente dispuesto a cargar con la responsabilidad de tener una relación conmigo. Entendía que tener un título como el mío no era algo fácil con lo que lidiar.

Ya me había acostumbrado a nunca permitir que cualquier tipo de sentimiento confuso se acentúe en mi cabeza.

— no lo es realmente, solo está detrás de cualquiera que le dé mayor estatus a él o a su familia — se encoge de hombros y cuando iba a decirle algo más, siento los vellos de mi nuca erizarse.

Haciéndome voltear al percibir una intensa mirada a mis espaldas.

Alto y enfundado en un traje de dos piezas que se acentuaba perfectamente a cada parte de su cuerpo, llevaba el cabello peinado hacia atrás. Pero ni aun con esa máscara negra podía dejar de resaltar sus ojos grises, parecían absorber la luz a su alrededor.




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