La cena finalizó tranquilamente. La joven subió a su cuarto, cerrando la puerta.
—Aún está lloviendo...
Se dijo a sí misma.
Abrió la ventana, dejando pasar una ventizca fría pero agradable para la chica. La joven respiró el aire congelado, sintiendo una paz indescriptible, que fue interrumpida por la puerta abriéndose.
—Hija... Cariño.
Habló la madre.
— ¿Pasa algo?
Dijo la joven, mientras cerraba la ventana.
—No abras la ventana, hace demasiado frío y puedes resfriarte.
—Está bien... Perdón, mamá.
La madre se retiró de la habitación.
Un día más, la joven se quedó mirando la ventana, esperando no volver a usar la sombrilla morada.
—Desearía correr en la lluvia...
Se dijo a sí misma.
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