Sombrío Contrato

Capítulo 3: La propuesta

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Para Elizabeth, Taylor Studios poseía grandes oportunidades que brindarle a la firma, su influencia en el mercado era competidor y los retos eran de su agrado. Sin embargo, Beth se había percatado de una peculiaridad que había pasado desapercibida para los accionistas, a excepción de su dueño y el Director financiero. 

El departamento de marketing presentaba una baja considerable con respecto a las inversiones de los últimos periodos. Elizabeth hizo una puntualización sobre su agenda, breve y concisa, sabía a consciencia que las estrategias utilizadas por el departamento habían sido deplorables. Estaba tentada a realizar el comentario, era a simple vista un error que corregir si deseaba unir las empresas a voluntad de su padre. 

Su mirada recayó en Roger Taylor, la imagen que proyectaba en la junta le generaba un sentimiento incomprensible. El tono de su voz dejaba ver la seguridad que poseía en sí mismo, sus manos apoyadas sobre la mesa denotaba seriedad y presencia. La electricidad de sus ojos esmeralda era encantadora, iluminados por un brillo indescifrable, se preguntaba como un hombre podía desprender tal porte y elegancia. 

—La temporada inicia y las nuevas estrategias están sobre la mesa, me gustaría saber cuales son sus puntualizaciones. —El silencio era absoluto, la mayoría de empresarios o bien no conocían sobre el tema o no se atrevían a desafiar al empresario de porte intimidante. Elizabeth vio su comentario como una invitación, el jefe deseaba escuchar una puntualización objetiva, ella se la daría sin pelos en la lengua. 

—No estoy convencida con las actividades próximas a realizar esta temporada —dijo llamando la atención—, según las estadísticas no hay un progreso considerable con respecto a las inversiones. Esto quiere decir que las estrategias de marketing no han sido viables y el departamento no ha tomado la iniciativa de cambiar su dirección. 

Un sentimiento de respeto se vio dirigido a Elizabeth, quien ha sido la única accionista en diez años quien posee la osadía de desafiar las órdenes del intimidante empresario. Roger Taylor poseía la primera y última palabra, quien se atreviera a cuestionarle se arriesgaba a perder el poco prestigio que le quedaría en la ciudad. Para Elizabeth, Roger seguía siendo un hombre capaz de equivocarse en sus decisiones, sabía que hasta los grandes empresarios podían perder en el mercado sin una adecuada asesoría. 

—¿Tiene alguna inconformidad con mi departamento de marketing señorita Pierce?

—No tengo nada en contra del departamento de marketing, sino en contra suya —sonrió burlona—. ¿Quién en su sano juicio utiliza las mismas estrategias durante dos años seguidos? ¡Debe estar demente!

Él guardó silencio, clavando su penetrante mirada sobre los labios de la hermosa mujer. Deseó callar esa insolencia con un beso que le llegara al alma, de esos que son capaces de derretir hasta el corazón más frío. Roger recapacitó sus pensamientos, no estaba siendo objetivo y mucho menos profesional. Se sentía contrariado y creyó perder los estribos, pues comenzaba a desvariar en cuanto a sentimientos se trataba, la junta no tenía nada que ver con esa inminente atracción que sentía hacia la joven Elizabeth Pierce. 

—¿Y tiene alguna sugerencia señorita Pierce? —encaró—. Desearía saber como contrarrestar la inconformidad de una de mis más imponentes accionistas, creo saber que ha llegado a la presidencia hace tan solo un mes atrás. —Odiaba utilizar ese tono, utilizar su puesto jerárquico como un medio de intimidación no era de su agrado. Pero no conocía más experiencia que la de su padre, un hombre frío, sin corazón. 

—Yo no soy la persona que debe realizar su trabajo, señor Taylor —enfrenta—. Es usted quien debería poner cuidado en sus decisiones, las estrategias que no funcionan en la temporada están obligadas a ser actualizadas —entona—. La corta estadía en la presidencia no significa que no posea experiencia, detrás de la Cartier Pierce mi grano de arena ha sido puesto desde hace ya siete años. 

(...)

Si bien la primera impresión no le había disgustado, todas aquellas buenas expectativas que su padre le había hecho creer se fueron por la borda al finalizar la junta. No comprendía como un hombre podía comportarse como un imbécil de manera tan espontánea, sin emplear esfuerzo alguno. Intentar intimidarla fue por mucho el más bajo de sus esfuerzos, una sonrisa triunfante creció sobre sus labios cuando Roger Taylor quedara mudo ante su respuesta, Elizabeth Pierce no era una de sus dóciles accionistas a la cual podía manipular con una bella sonrisa. 

—¡Eres una suicida! —Ellise la recibió entre sus brazos, con una sonrisa orgullosa—. Nadie se había atrevido a cuestionar a Roger estando en su sano juicio, Dorian es un caso aparte querida Elizabeth. —Menciona. 

—Si el gran Dorian Hesseh puede hacerlo, ¿por qué yo no lo haría? —Se dejó llevar por el dulce sentimiento, tanto Ellise como Dorian habían sido personas importantes en su vida. Beth recordó la primera vez que cruzaron caminos en Londres, en una de sus visitadas galerías donde usualmente se reunían empresarios de todo el mundo. 

—No es un mal tipo, Elizabeth —dijo—. Solo le hace falta un tornillo, nada de qué preocuparse. 

—Quiero presentarte un par de amigos, Beth —Ellise intervino—. Louis Williams y Lizareth Ryan son mis dos co-fundadores, mis grandes amigos. —Presentó, su mirada se posó sobre el hombre de los preciosos ojos avellana. Un pensamiento lascivo pasó por su mente al pensar que posiblemente Louis era el tipo ideal de su hermano; alto, fornido y apuesto. 

Se vio tentada a hacérselo saber. 

—Un placer, Elizabeth Pierce. —Sonrió, amable. 

—El placer es nuestro, princesa. —Coquetea, haciéndola reír. No podía dejar de imaginar a su hermano lidiando con el buen humor del hombre, Evan Pierce era un verdadero malhumorado. 




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