7.
CONÓCEME.
Michaela.
Me ubicaba en el asiento de la cafetería más vieja de aquella calle. Me llamó la atención la decoración rural con toques pasteles muy lindos. Cuando entré por la puerta una mujer bien maja me saludó y me acompañó hasta un sitio que había libre al fondo junto a la ventana que daba al exterior. Mostrando las vistas de la calle tan hermosa que habían decorado.
Todos los detalles minimalistas de aquel establecimiento me describían a la perfección, me gustaba lo simple pero arreglado y cuidado con sencillez. Lo extravagante no era lo mío.
A través de los pequeños altavoces se reproducía 'Sweet Creature' de Harry Styles en un volumen bajo para que los comensales pudiesen parlotear con total calma.
Me tomaron nota en cuanto decidí lo que iba a tomar: una tortilla de un par de huevos y un zumo de naranja recién exprimido.
Me levanté con hambre, ¿okey?
A los siete minutos, al estar el sitio bastante vacío, me trajeron el pedido. Un plato blanco con una tortilla amarilla y recién hecha me inundó en un delicioso babeo. Me trajeron el zumo de naranja un poco antes que la comida solida, y en cuanto tuve todo junto comencé a engullir.
Iba a mitad de la tortilla cuando recibí una notificación de Lauren.
‘¿En qué cafetería estás?’
Me limpié las manos en mi servilleta para no manchar la pantalla, y poco después respondí:
‘¿Vienes? Estoy en la vieja cafetería de esta misma calle.’
Tardó un poco en ver el mensaje, pero en cuanto lo hizo contestó:
‘Mando un paquete.’
Dudé un poco antes de escribir: ‘¿Un paquete?’
Sin explicación tan solo recibí un: ‘Me debes tu presencia al menos dos veces por semana’
No entendí, pero igual esperé a que se presentase. Mientras tanto continué comiendo.
Pasaron un par de minutos y me cuestioné si al final se le acumuló el trabajo y no pudo venir con ese ‘paquete’ que quería darme,…o algo así. En verdad no comprendí esa conversación tan extraña que habíamos tenido.
Entorné mi cuello varias veces hacia la ventana de cristal a mi derecha, en su espera. Pero lo que nunca pensé que ocurriría ni en mil años pasó. Observé como el cuerpo delgado y musculoso de un hombre pasaba por delante de mis narices con un paso riguroso. Su cabello castaño estaba peinado con precisión a un lado de su cabeza, dejando entrever sus preciosos ojos esmeraldas. No hacía falta verle de perfil para saber de quién se trataba.
Su aura ya hablaba por él.
Lucía unos pantalones vaqueros azules casuales y una camiseta gris clara, acomodada a sus pectorales y a sus bíceps. Sus abdominales…mejor no comento ahí.
Cuando pensé que pasaría de largo giró hacia la entrada de la cafetería y entró. La misma mujer que me había atendido le dio la bienvenida y él sonrió. Pues claro que sonrió…él es así de encantador, mierda. ¡Deja de sonreír para mi sanidad!
La muchacha asintió y él giró su rostro en mi dirección.
Oh shit.
Instantáneamente hice un intento de esconderme bajo la mesa, casi rasgándome la falda y tropezándome en el suelo con los botines que llevaba puestos. Pero desgraciadamente para mí, me vio.
Se acercó a mi mesa, mientras que yo avergonzadamente me encontraba bajo la mesa, tapándome la cara con las palmas de mis manos. Me ruboricé con su voz masculina y encantadora en cuanto noté su cercanía:
—Te pillé.
Abrí los ojos, dejando mis manos a los lados e hice un puchero. Le vi también agachado frente a mí, posicionado de cuclillas, manteniendo el equilibrio que yo debería de requerir pero que igual no tenía.
—Me pillaste yuju…—susurré para mí misma.
Me levanté y estiré la falda que había arrugado descuidadamente.
Se sentó en el asiento que había frente a mí y me sonrió. Yo me senté también donde me encontraba antes.
—¿Cómo me encontraste? —inquirí. Tragué saliva y entrelacé mis dedos cuidadosamente sobre la mesa. Él me imitó y respondió: —Dale las gracias a tu amiga de la oficina de correos en donde trabajas.
Me sobresalté al escuchar eso y en seguida saqué el teléfono. Escribí: ’Te voy a matar’
Mientras tanto me decía: —Igual, te estaba buscando.
—¿A mí? —dudé—. ¿No te hice firmar lo de la entrega del paquete? ¿Es eso? —y caí en la cuenta— Oh mierda, la firma.
Rió y negó con la cabeza: —No, no es eso, tranquila. La firma no puede importarme menos.
—¿Entonces el qué?
—Dejamos las preguntas a medias—me recordó.
—Pensé que eso solo era un juego tonto— le dije. Rodé los ojos ante sus palabras.
—Uno, no es un juego tonto—empezó—. Y dos, estoy en busca de compañía y tú me caíste bien…—pensó bien y completó con: —Loca, intensa, y…
—Realista—terminé por él.
—Querida Michaela, estamos compenetrados, ¿viste? Podemos ser buenos amigos—me dijo.
—No puedo ser tu amiga, Austin—le contesté nerviosa.
—¿Por qué no? — Alzó una ceja, adquiriendo una expresión cómica.
Reí y añadí: —Simplemente… No lo veo.
—Pues yo sí—me refutó.
—Vamos a seguir así hasta que me dé por vencida, ¿cierto? — Sonrió, regalándome su picardía en primer plano.
—Lo que acabas de decir es totalmente cierto.
—Bueno, pues agrego ‘cabezota’ a la lista de adjetivos que me describen.
—No me lo vas a hacer fácil veo—confirmó más que me cuestionó.
Negué con la cabeza sonriente.
—Veamos… ¿cuáles son tus razones para ‘no ser amigos’? —quiso saber ante mi atisbo de duda hacia el enlace de una amistad completamente nueva y fuera de la nada. En verdad no sabía cómo responder sin parecer una total y extraña mongola. Solo quería apartarme porque no quería que hubiese sentimientos.