8.
DIFÍCIL OLVIDARTE
—Tres, dos, uno… Ya—pronunció Austin, recordándome que mi tiempo comenzaba en aquel momento.
—Pintar, bailar, y… eehh… y leer—repliqué.
Llevábamos al menos media hora en la cafetería. Había terminado hacía un buen rato de ingerir mi tortilla francesa, pero igual nos mantuvimos en el establecimiento un tiempo más.
Ahora, ¿qué estábamos haciendo? Pues, Austin, el muy ingenioso, se le ocurrió la maravillosa idea, — nótese el sarcasmo—de hacer preguntas el uno al otro y tener que responder en cuestión de segundos, para que ambos fuésemos cien por cien sinceros.
—¿Pintar eh?—jugueteó con la palabra—¿Así que dos artistas en la misma sala?
Reí y añadí: —Me preguntaste tres que cosas que me gustan hacer, no que se me den bien.
Dos hoyuelos se formularon en ambos lados de sus mejillas.
—Igual, no lo hago muy a menudo ahora—manifesté. Ladeé mi cabeza a un lado dejando apoyar mi barbilla en mi brazo derecho sobre la mesa.
El comenzó a anotar mis respuestas en el trozo de servilleta que le había pedido a la camarera hacía un rato.
—¿Y porqué no? —inquirió curioso en cuanto terminó de garabatear en la fina tela. Me miró a los ojos, dejando claro que no me iba a librar de responder a aquella pregunta.
—No… Simplemente no lo hago, no…—dudé cómo explicarlo.
—¿Falta de tiempo? —intentó acertar.
—Sí, exacto—mentí.
Me observó unos segundos y percató que no estaba escribiendo ninguna de sus respuestas.
—¡Ey! No escribiste nada—señaló.
—No necesito anotarlo. Tengo buena memoria—dije burlona.
—¿Estás insultando mi capacidad para memorizar? —bromeó.
Negué con la cabeza, suprimiendo las ganas de reír. Me mordí el labio.
—¿A sí? Pues entonces… ¿Cuál es mi película favorita? —me retó.
—Tu película favorita es ‘Solo en casa’. —recordé, acertando a su pregunta.
—Ajá , ¿y mi canción favorita?
—No tienes canción favorita, Austin, eso es una pregunta trampa—repliqué, acertando una vez más.
—Pero…—quiso agregar, en un intento de corregirme. Pero fui más rápida y añadí interrumpiéndole: —Pero eres un freak de Miley Cyrus y del álbum ‘The time of our lies’.
—Me das asco—ironizó, negando la cabeza de un lado al otro.
—Es parte de mi encanto—me burlé, y el rio—.Vale, veamos qué tal lo llevas tú…—pensé durante unos segundos mi pregunta y una vez lo tuve claro inquirí: — ¿Color favorito?—le vi mirando la hoja de reojo y le exclamé—¡No vale mirar la hoja, tramposo!
—Vale vale—alzó las manos al aire y miró al techo, sopesando su respuesta—Eeh… Sé que era un color oscuro…
—Bueno… Por ahí van los tiros—le acepté.
—¿Morado? —intentó acertar.
—Granate.
—Pero si es lo mismo.
—No lo es—me negué como una niña pequeña.
—¿Lo buscamos en Internet? —Hizo un afán de sacar el teléfono del bolsillo.
—¿Me estás corrigiendo los gustos, amigo? —me burlé en una falsa regañina, remarcando la palabra amigo.
—Haz otra pregunta, señora granate.
Pensé y pronuncié: — ¿El mejor postre del mundo mundial?
—No me dijiste, pero de seguro son los waffles—me dijo, y recalcó—.Obviamente tienen que ser waffles.
Reí, y comenté: —En verdad son las tortitas…Nunca probé waffles.
La expresión que hizo era digna de fotografiar y sin que se diese cuenta saqué el móvil y pulsé al botón de la cámara.
Observé todos sus rasgos a la perfección. Su flequillo tapaba en parte su frente mientras que sus ojos esmeraldas parecían que se salían de las órbitas. Su boca mientras tanto estaba tan abierta que pensé que le cabrían al menos tres huevos de polluelos.
Me reí ante la imagen frente a mí mientras que él exclama exagerado: —¿Cómo no has podido tomar waffles en tu vida? ¿Has tenido infancia?
—No puedo tomar dulces, Austin, soy diabética.
—¿Qué? ¿Y las tortitas? —me cuestionó patidifuso.
—Sin azúcar—le respondí, aclarándole las dudas.
—No me lo puedo creer…—masculló.
—Ya, yo tampoco—reí nerviosa.
—Vale, a ver…—intentó cambiar de tema—. Nueva pregunta,…Tres, dos uno: ¿Ciencias o letras?
—Ciencias—repliqué.
—¿En serio? ¿No te gustaba leer?
—Claro que me gusta leer, pero prefiero ciencias; medicina. —me removí inquieta en mi asiento.
—¿Y por qué no estudias medicina si te gusta? —quiso saber. Apoyó ambos brazos, cruzados.
—No me llegó la media—le dije—. No saqué la nota suficiente para ir a la escuela de medicina.
—Oh vaya, eso es mierdoso—comentó, y yo reí ante él. Hacía que los temas más íntimos y dolorosos me sentasen mejor que como me los tomaba con otras personas cuando lo comentaba.
Vi como se quedó ensimismado a la vez que me observaba fijamente a los ojos. Y como si se acabase de acordar de algo muy importante, se aturulló y me mencionó: —Lauren me hizo prometer que te dijese ‘Descubre el mundo’.
Vaya hombre.
—Lauren siendo Lauren…—mascullé.
—¿Qué quiere decir eso? Si no te importa que pregunte—inquirió educadamente.
—Tan solo… Quiere que viva, porque aún soy joven. —me expliqué.
—Razón no le falta—expuso—. Lauren parece una mujer sabia.
—Lo es—admití—. Es una mujer erudita y sabe de lo que habla, aunque muchas veces se entromete en mi vida con ganas de controlarlo por las decisiones estúpidas que tomo.
—Para algo están los amigos—suspiró.
—Sí. La verdad es que sí.
Observé la hora en mi teléfono móvil y vi que faltaban tan solo quince minutos para mi cita.
Mierda.
—Debo irme—le informé. Cogí mi bolso, que colgaba del respaldo de la silla y busqué mi cartera en el pequeño bolso.
Al verme despedirme tan bruscamente, también se levantó del sitio y agregó:—¿A dónde vas con tanta prisa?