Someone to you

16. Intimidad en las estrellas

16.

Intimidad en las estrellas

 

Michaela.

—¿Lo ves? —señaló al cielo ya oscuro.

—Sí—asentí, sin una pizca de somnolencia.

Habían pasado al menos tres horas desde que llegamos. Pasamos el rato hablando y riéndonos de forma recíproca, como nunca antes lo había hecho. Le conocí más, le sentí. Pude ponerme en sus zapatos de tantas maneras, que pensé haberme probado varias tallas, viviendo aquellas situaciones por mí misma. Era como si lo hubiera vivido en primera persona y la impotencia me pudiese. Él se abría, y eso me mataba.

Yo no estaba siendo totalmente sincera, había cosas… Que ocultaba.

Quería gritar: “¡No me cuentes más!” Por la simple razón que así yo no me sentiría presionada a hacerlo yo también. Podía pero no quería. Al principio era fácil ocultarlo, simple mentirlo. Tan solo era un chico al que le entregada un paquete y que no volvería a ver en mi vida.

Pero al final se convirtió en alguien mucho más que eso. Se convirtió en alguien para mí.

Por otra parte quería que me siguiese contando cosas. Quería verle por dentro, quería saber cada pieza de su historia, pero sobre todo  quería ver constantemente cómo esos labios se movían mientras yo los trazaba y los seguía al son de sus movimientos.

Ambos estábamos posicionados bajo el cielo estrellado sobre la toalla. Los zapatos estaban tirados a un lado al igual que la bolsa que traía, en donde había finalmente metido mi bolso también.

Si no fuera porque llevaba ropa interior y no un bikini, me lo quitaría y me embriagaría  con la sal del mar.

Abrí los ojos lo máximo posible para poder captar cada una de las estrellas que iba indicando Austin.

—Esa… Esa se parece a un corazón—manifestó en susurros. Su cabello, revoloteado por mi jugueteo de manos, estaba sobre la toalla seca y con pequeños tramos de arena que se habían escapado por encima.

—¿Por qué lo dices? Yo no veo eso, solo veo varias estrellas sin conexión alguna—busqué con la mira ese corazón pero no pude distinguir o divisar algo parecido. Mi pelo al igual que el suyo estaba en pequeños tirabuzones naturales sobre la manta playera.

—No tienes por qué verlo, Mick, puedes imaginarlo.

—Pensé que unías las estrellas hasta formar algo—me defendí, mientras que ambos mirábamos como la oscuridad que nos infundía era iluminado con una luna cuarto creciente y pequeñas estrellas espectaculares de observar.

—No. Yo abro mi imaginación mucho más allá. Me imagino una historia por cada estrella que hay—me indicó—. De esa manera también consigo inspiración para mis canciones.

—¿Cómo cuales? —quise saber. Giré el cuello para poder observar su rostro tranquilo aún mirando arriba al escenario perplejo.

—Ahora no se me ocurre una—titubeó. Noté cierta tristeza en él.

—¡Oh venga! —insistí—. Una por mí.

Puso los ojos en blanco cuando su sonrisa se deslizó por su boca, ensanchándose, y convirtiéndose en una bien preciosa y ladeada.

—Por ti—puntualizó, ya mirándome a los ojos. Observé una chispa de algún sentimiento en sus ojos, pero no pude ver con mucha claridad. Se relamió los labios con su lengua y suspiró antes de comenzar.

Me giré de manera que mi panorama solo fuese Austin. Mientras tanto él alternaba la vista entre el cielo y yo.

—Veo una llave—comenta. Asentí para que prosiguiera—. Pienso que esa llave lleva más allá de lo parece creer, tiene un significado.

—¿Qué significado? —susurré inquisitiva.

—Algo más allá de lo que puede ser un sentimiento efusivo—siguió—. Es como si esa llave abriese la puerta hacia mucho más que una única y verdadera emoción.

—Hm…—asentí para que prosiguiese.

Me miró con sus dos ojos esmeraldas y brillantes. Eran tan hechiceros como felinos que me dieron ganas de acariciarlo.

—Abre un mundo que te espera. Un mundo lleno de intenciones, y con tu destino.

Quise bromear sobre la intensidad de sus palabras, pero se veía tan consumido y tan evadido por la imaginación que le permití continuar si bromas añadidas.

—¿Por qué lo ves todo con tanta positividad? —inquirí, cuando vi que ya no seguía y pensaba tan solo fijándose en mis ojos castaños y comunes.

—¿Por qué debería de verlo de otra manera? —musitó. Su voz era serena al igual que ronca.

—De esa manera se aprovecharán de tu humildad, Austin—le dije.

—No creo que pase.

—¿Y si ocurre? —me preocupé.

—Puedo pelear mis propios demonios—me sonrió.

—¿Qué puede hacer que te enfades?

—¿Buscas las maneras de enojarme, Mick? —rió. Rodé los ojos y le devolví de nuevo la mirada.

Me acomodé bajo la arena en la que nos estábamos apoyando y añadí: —Tan solo creo que para ser una persona que ha pasado por varias experiencias traumáticas has salido tan bien. Incluso,… demasiado bien.

Noté cómo sopesó mi mensaje, pero finalmente me replicó: —No te voy a mentir, al principio fue de todo menos fácil. Pero siento un poder en mí mismo que quiere ser feliz de una vez por todas, que quiere aprovechar al máximo lo que tiene que ofrecer la vida—sentenció—.Mi padre quiso ayudarnos de manera que pudiera pagarnos los costes de la casa y, bueno, toda nuestra vida… y al final todo le salió un poco mal.

—Ayudó a personas, ¿no? Hizo bien en algunos aspectos. —le animé, mirando el lado positivo, como él siempre hacía conmigo.

—No digo que no. Pero no quisiera ser un padre que se fuese de un día para otro sin haber pasado el tiempo suficiente con su familia—se explicó—. No mientras yo pueda evitarlo.

Tragué saliva ante sus palabras tan certeras con mi propia mentalidad.

—No creo que exista el tiempo justo en este mundo para querer a alguien—mascullé—.Siempre vas a querer más. Nunca será suficiente.




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