17.
Me niego a perderlo
2 MESES DESPUÉS
Michaela.
Me sentí a gusto. Con ambos hombres que amaba tanto en este mundo era imposible no estarlo. No sabía que haría sin ellos si un día me los arrebataran. Reía a carcajadas cuando sentí un brazo rodearme por el respaldo de mi asiento en la cafetería en la que terminábamos de comer.
Enderecé mi rostro y visualicé como su mirada era salvaje y dulce a la vez. Sus ojos de iris castaños tenían tanto amor que me daba hasta vergüenza. Me sonrojé ante su expresión lasciva, y le devolví la mirada al otro hombre de mi vida: Austin.
—¿Recuerdas?—rió mi mejor amigo—. Fue el mejor día de mi vida.
—¡Pensé que el mejor día de tu vida fue cuando me conociste!—le eché en cara en broma—. ¡No cuando me caí de culo por las escaleras del cine!
Reí por la simple sonrisa de Austin, mientras que Mark a mí lado estaba un poco más tenso. Entendí sus razones a diferencia de Austin. Él no veía la gracia, y yo debería de estar igual, pero no pude evitar tomarlo con más calma.
Dejé caer parte de mi cabello con rizos naturales frente a mi cara para esconder la sonrisa que se me escapaba de los labios.
—Obviamente ese es mi favorito, pero esa caída cuando salimos de allá fue mortal—bromeó. Sus ojos brillaban de felicidad, y yo no quería arrebatárselo.
Sentí una pequeña presión en mi hombro cuando Mark me agarró, dejándome saber que querría hablar conmigo sobre eso después. Sabía lo que me quería decir sin tener que preguntárselo.
Siempre que estaba junto a él había una especie de culpabilidad en mi estómago, dejándome saber que lo que hacía no era justo, pero había otra que me decía que le amaba. Y eso es lo que me recuerdo todos los días: ‘Tú le amas, Michaela. Él es el indicado para ti.’
Noté como Mark carraspeó y la risa de Austin se extinguió, dejándole hablar a mi novio.
—Creo que deberíamos irnos ya—informó, formulando una sonrisa de disculpas.
Por supuesto, Austin se lo tomó con suma serenidad y añadió mientras que se levantaba: —Invito yo.
Se elevó de su asiento y fue a pagar para luego irse. Antes de partir por la puerta, le di las gracias por la invitación y desde mi sitio me dio un beso en la sien. Cuando salió por fin, Mark se giró a mí y supe perfectamente lo que iba a decir:
—¿No lo sabe, Michaela? —inquirió con un atisbo de molestia. No sabía si era solo por eso o por el beso o por ambas. A Austin a veces se le olvidaba que mi novio estaba al lado y actuaba con la misma naturalidad como cuando nos conocimos.
Tragué saliva y seguí mirando al frente, sin querer tener que enfrentarle.
—¿En serio? ¿De veras quieres que ocurra lo mismo que conmigo? ¿Qué se entere de cualquier manera? —espetó. Negué con la cabeza.
—No tiene porqué saberlo—puntualicé tajante.
—Mira, Ella, no soy el fan número uno de este chico—le escudriñé con la mirada una vez me giré a él, pero añadió antes de que pudiese decir nada: —. Pero debo aceptar tu amistad con él porque te amo, y eso es lo que hacemos para las personas que queremos—se explicó y suspiró—. Aún así, deberías decírselo. ¿Qué pensará que te ocurre si un día te ve en una camilla de hospital?
Me puse rígida en cuanto sus palabras salieron de su boca.
Él no comprendía que sí, que debía decírselo, pero que a la vez no quería por la simple razón de que cambiaría toda nuestra vida. Tenía miedo de que se asustase y se fuera antes de que yo me fuera.
A lo largo de estos meses he conseguido acercarme aún más a él, de manera tan íntima… Pero que no debíamos seguir, al menos no de esa manera. Reconocía que sus puntos débiles era ser abandonado como había sido por su madre en su adolescencia tras el fallecimiento de su padre.
Mi desperfecto era que yo podía irme de su vida. Si le decía que enfermaba cada día… conocía con perfección que su sonrisa se desvanecería.
Y si permitía que su sonrisa se borrase yo no podría superar nunca aquello. No podría vivir conmigo misma si él se perdía a sí mismo y pensase que está volviendo a ser abandonado. No podía hacerle eso, al menos no mientras yo pudiese controlarlo o evitarlo.
Desde nuestro encuentro amoroso en la playa bajo las estrellas, nada de eso ha vuelto a pasar. Me recordó sobre nuestra promesa, y supe en aquel momento que tenía razón. Me devolvió a la realidad por completo.
No podíamos ir más allá si queríamos que esta relación durase lo que pudiese persistir. Mientras ambos pudiésemos mantenerlo y controlarlo, no podíamos dejarlo ir.
Me negaba a perderlo.
Me enderecé en el asiento y me justifiqué:—Se lo diré.
—Eso espero—suspiró. Me dio un beso en la sien y salimos de allí con la cuenta ya pagada por Austin.
Austin.
Para, para, para, para… ¡Maldita cabeza! ¡Déjame en paz de una maldita vez!
El beso se reproducía una y otra vez. La escena de hace dos meses me venía en una especia de replay. Me gustaría no mirar sus labios con la costumbre con la que lo hacía. ¡Es mi jodida amiga, joder! ¡Y encima tiene novio! ¿Qué narices me pasa?
Empezaba a verla de una manera que no quería. No que no reflejase con anterioridad cierto interés, ya que ella era preciosa para mis ojos y para las de cualquier hombre con cabeza. Sus ojos castaños tienen una chispa de atracción imposible de ignorar. Me estremece la sola idea de querer volver a probar sus carnosos y rosáceos labios. Estaban tan bien entrelazados con los míos hace dos meses que la tan sola idea de intentarlo de nuevo era un tanto desafiante.
Te la jugarías, Austin. No quieres eso.
Era como una pelea entre el cerebro y el corazón; pero para mí seguridad debía seguir el cerebro si no quería destrozar todo lo que hemos construido hasta ahora.