Someone to you

19. Contigo

19.

Contigo.

 

Al día siguiente de ir a casa de Austin me fui a visitar a Mark a casa de su madre. Supe que se había quedado en su residencia por precaución durante la noche. No podía más que preocuparse, y ese rasgo que hacía recordar a Austin.

Había salido hacía poco de algunos cuidados intensivos por su cáncer de pulmón. Suerte para aquella mujer, había salido sana y salva tras varias operaciones y ya casi tres años de rehabilitación. Había tenido tanta suerte que cualquiera hubiera dicho que su caso era un milagro. Teniendo la edad de Marie era casi inimaginable que pudieras salvarte de la tasa de los cinco años. Eso significaba que en innumerables de cánceres que fuesen difíciles de curar solías tener un promedio de tiempo de vida; normalmente cinco años, pero dependía de la fase y de lo riguroso y grave que fuese el cáncer. Pero, milagrosamente para Marie, ella era un de las pocas supervivientes que rompían las reglas de la ciencia.

Aquella mujer de pelo canoso castaño había salido adelante después de tanto tiempo entre las cuatro paredes blancas de hospital. Conocía lo suficiente su situación después de tantos meses. Solo la conocía dentro de la habitación con olor a sedante, y verla en casa por primera vez me alegraba mucho. No solo eso me ayudó a aprender más, pude conocer más adentro a Mark.

—¡Marie! —casi aullé. Me alegraba mucho verla. Lo había pasado tan mal… Y ella también conocía mi situación por lo que entendía mis razones de no comentarlo en momentos. Mark se lo había contado, aunque… pudo saberlo tan solo al observarme la cara.

—¡Michaela, bonita! —me saludó la mujer sentada desde el sillón. Hizo un ademán de levantarse, pero yo la puse la mano en el hombro y me agaché para darle un beso en la mejilla. Su pelo canoso seguía igual. Su cuerpo débil pero corpulento había mejorado a lo largo de mayo. Hacía al menos un mes que no la veía. La dieron el alta hacía al menos unas dos semanas. Mark me dijo que podía visitar cuando quisiera, y al tener el día libre hoy se lo comenté para pasarme y verlos a ambos.

Lucía un camisón azul cielo y unos rulos en su pelo. Sus pies estaban calzados con zapatillas de estar por casa.

—Poniéndote guapa, veo—la sonrío dulcemente. Me siento en frente suya mientras que Mark me da un beso en los labios cuando ve que ya he llegado. Parecía que provenía del piso de arriba. Vestía casual y relajado, como pocas veces hacía. Solía llevar su camisa lisa y clara conjuntada con unos pantalones de vestir. Trabajaba en una empresa de financiación, así que cuando sale por la puerta viene a mi casa. Pasar algunos ratos juntos era diferente desde que conocí a una de las personas más importantes de mi vida. Algunas veces se encontraba con Austin tocando la guitarra en el suelo de mi habitación mientras que yo estaba acurrucada en la cama frente a él con las rodillas abrazadas. Le escuchaba tan atentamente a cómo movía los dedos por la guitarra. Pero sobre todo escuchaba fascinada su voz ronca y maravillosa tronando por el cuchitril de mi habitación.

Había veces que me avergonzaba. Sentía que hacía las cosas mal. Como si estuviésemos haciendo algo indebido, y en verdad no hacíamos más que escucharnos el uno del otro a través de su música.

Era solo eso… Pero sentía que había más, aún ocurriendo menos.

—Lo que uno puede, mija—hace un aspaviento con la mano para quitarle importancia. Mark se sentó a mi lado y escuchamos a Marie poner a caer de un burro a la enfermera que siempre tenía que chequear sus niveles de azúcar de vez en cuando. La mujer siempre se escondía algunos dulces que la llevaban algunas amigas del vecindario.  Ella rompía las reglas aún sabiendo que era ley.  

—Pero ya estás fuera—la recordé. Sentí el brazo de Mark rodearme por los hombros para luego darme un beso en la sien. Lo miré a los ojos y añadió:

—Debo poner a cocinar las albóndigas que te gustan—En seguida se levanta y antes de llegar a la cocina a un pasillo de aquí, inquiere dudoso: —¿Te quedas a comer, no?

Asiento, y veo su sonrisa como respuesta. Sus ojos se iluminan y echa un vistazo a su madre para ver si sigue bien. Se alarma mucho, y eso, por mucho que no quiera, no es bueno en ciertas circunstancias. Quiero decir, sé que es importante y es un gran detalle por su parte. Pero yo no podía vivir estando en las preocupaciones de los demás. Al menos, no tanto. No quiero el recordatorio de que no puedo hacer lo que amo o vivir como lo hacen los demás.

Pero como todos dicen ‘cuando amas a alguien aceptas hasta sus más oscuras cualidades y secretos’. En este caso yo debía aceptar que él era así de interesado y protector de la gente que quería. Él, en cambio, debía no mencionarme muy a menudo el tema. Solo para no enervarme. Por el resto era un hombre de confianza, adorable y trabajador. Debo añadir que muy atractivo también. Básicamente, el hombre perfecto.

Mi mente me dijo: ‘¿de veras buscas un hombre perfecto?’

Y es en ese preciso instante, pienso más seriamente: ¿amo a este hombre perfecto?

Y la respuesta era clara: sí.

Pero entonces… ¿por qué me aparecía Austin en la mente junto a él?

Claro, amaba a Austin de la manera más natural, eso no lo iba a negar. Le quería mucho por todo lo que hacía por mí. Se merecía mucho más que yo como amiga. A veces me acuerdo de que un día lo sabrá, no mientras pueda evitarlo, pero lo sabrá.

Ese día… ¿será romperá todo lo que hemos trabajado por conseguir?, ¿se olvidará de mi existencia?, ¿pensará que todo fue una farsa, una mentira?

Mierda.

Mi cara de preocupación no salió desprevenida por parte de Marie, porque me observó cuidadosamente.

—¿Qué ocurre, querida? — Posicionó sus manos sobre su rodilla como la mujer que era. Como me sentaba frente a ella en el sofá y ella en el sillón, me veía con total claridad.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.