Someone to you

28. Eres perfecto. PARTE 2

28.

Eres perfecto.

Parte 2.

 

Me mordí el labio con incertidumbre. ¿Qué iba a pasar ahora?

Ambos nos adentramos al salón, pero antes de sentarme junto a él saludé a Amelia, que se encontraba en la cocina. Me dio un beso en la mejilla y me dijo que nos dejaría a solas en la casa. Mencionó también era tarde para ella. Ya eran las nueve.

Antes de salir me susurró al oído, —No seas dura con él.

—¿Cuándo soy yo dura?

Arqueó una ceja y yo rodé los ojos en respuesta. Se despidió de ambos y una vez cerró la puerta con llave, nos dimos cuenta de que estábamos completamente a solas. Dios, estábamos solos.

Ambos nos encontrábamos sentados en el sofá. No habíamos dicho nada. No sabíamos qué decir. ¿Con qué empezábamos? Nunca habíamos tenido problemas para comunicarnos. ¿Por qué ahora?

—Deberíamos…—empezó Austin.

—Lo sé. —volteé mi cuello en su dirección, él estaba mirándome fijamente. Lo visualizaba tan perdido que me hizo darme cuenta de que yo también lo estaba.

—¿Qué ocurrió con Mark? —inquirí, mi voz salió un tanto vacía de emoción.

—¿No te contó? —noté como sus rodillas cambiaban de posición por el nerviosismo. Tomé todo el coraje posible y planté mi mano sobre una de ellas, intentando tranquilizarlo. Lo hizo.

—Claro que sí—aclaré—, pero quiero que me cuentes por ti mismo. Necesito escuchar ambas versiones para entender cada una de vuestras perspectivas.

Decir aquello me recordó a mí misma que ojalá hiciésemos eso en todas las situaciones que se nos plantean. Siempre decidimos escuchar un lado y juzgamos según lo narrado. El ser humano debería de comprender ambas versiones. Puede que estemos culpabilizando a uno que no sea. O puede que sí, pero eso no lo sabes.

Observé cómo apoyó su espalda en el respaldo del sofá. Miró el techo mientras que decía, —Le rompí el corazón. Le hice daño, y yo no quería, Mick.

—Tú no hiciste eso—le corregí, mi voz salió rota, angustiada—. Yo hice eso. Yo era la que estaba en una relación cuando…

—¿Cuando qué? —quiso que completase cuando me callé sin saber muy bien si seguir.

Tomé una bocanada de aire y le devolví la mirada, —Cuando sentía lo que sentía por ti.

—¿Qué sentías? —prosiguió. Sus ojos relucían cansados, pero divisé un atisbo de inquietud ante todo.

—Hice un error con él—empecé explicando. Sopesé cómo iba a proseguir, y finalmente decidí:—.Voy a empezar por decir que sí le quería—tragué saliva—, pero también te quiero a ti. He estado peleando conmigo misma porque no quería hacer daño a ninguno de los dos. Al final lo hice. Yo te aparté a ti, y después le aparté a él.

—Mick…

Le interrumpí—Déjame terminar. —impuse con una mano en su boca. Él asintió, y yo la aparté. Me acerqué a él, de manera que su rodilla chocara contra la mía. Necesitaba su cercanía, y sabía por qué, pero no sabía por qué tanto. —No voy a mentir diciendo que no le amaba—noté como aquello le dolía escucharlo, pero debía hacerlo. Era la realidad— Pero tampoco voy a negar que mis sentimientos han ido de la mano con el tiempo y han comenzado a crecer más por ti. —una lágrima se derribó de mi mejilla—. Sin embargo, si le hubiera querido lo suficiente a Mark nunca me hubiera enamorado de ti. Y eso es lo que me quema. Nunca fui suficiente para él, solo pensé en ti.

—Michaela, no hiciste nada malo. Tú no elegiste sentirte así—me cogió de ambas mejillas, borrando cualquier lágrima que derramasen mis ojos.

—Pero todo lo que he decidido hasta ahora le han hecho daño.

—Yo también le hice daño, Mick. No es toda su culpa.

—Sí lo es.

—No lo es. Michaela, escúchame—me frotó las lágrimas—. Le dije en su cara que me había enamorado de su chica. Le dije…—se relamió los labios— le dije que te quería mucho, y no como amiga. Yo; yo le rompí el corazón.

Mantuve el silencio por varios segundos, asimilando sus palabras. Hasta que lo rompió cuando me dijo— Me siento tan putamente culpable, Mick… No… No sé si puedo superarlo…

—¿Es por eso que bebiste? —sollocé, agarrándole a él de las mejillas. Nos agarrábamos el uno del otro como si nos fuésemos a derrumbar. Dos columnas que persistían ante la fuerza del tejado de problemas que insistía en caer. No podía soltar su agarre. Simplemente no podía dejarle ir.

No dijo nada, pero sabía que aquello era un sí avergonzado.

—Mick, yo fui la razón de su abandono—sentenció.

Aquello me partió el corazón. Comprendía la razón de sus sentimientos. La posición en la que le había puesto fue tan desagradable que le recordaba a su madre. Se sentía culpable de un abandono del que él ya entendía, porque él mismo había vivido anteriormente. Sentí una estaca en mi pecho, que se retorcía, sofocándome de dolor.

Yo quería mucho a Austin. Su dolor me influía. Su alegría me contagiaba. Su personaba me hacía sentir como si fuera alguien quien nunca pensé que existiría.

Apoyé mi frente sobre la suya, ambos de nuestros ojos cerrados por instinto.

—Austin…

—¿Sí?

—¿De verdad alguna vez perdonaste a tu madre? —le pregunté. Tenía que inquirirlo, porque sabía que siempre me decía que sí, que la había perdonado para poder seguir delante. Pero yo sé que en un pequeño rincón de ese corazón de oro, se encontraba esa pequeña astilla que escocía. Que le carcomía por dentro. Podía perdonarla a través de palabras, pero… ¿y su corazón? ¿Alguna vez la perdonaría?

Se mordió el labio, y me entreabrió sus ojos, rojos por las lágrimas que no dejaba escapar, — Mick…

—Está bien si nunca la perdonaste, Austin. Tu corazón sigue doliendo, y es normal—le di un beso en la mejilla—. Siento mucho haberte puesto en esta posición. Nunca quise hacerte daño. No quise hacerlo cuando te separé de mí, pero fue necesario para ver las cosas con perspectiva. Contigo todo era demasiado bueno, tenía que ver la realidad de la situación. Vivo contigo una historia demasiado feliz para ser verdad, y me asusté… porque en esa historia Mark comenzaba a borrarse y estábamos solo tú y yo.




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