29.
Carta de amor
Michaela.
Me desvelé con un olor ambiguo. Olisqueé mi entorno como un cachorro recién nacido, sin saber mi propia ubicación. Entreabrí mis ojos y me di cuenta que estaba olisqueando el torso de Austin, una mano sobre él. Él me observaba con una sonrisa. Esta vez le llegaba a los ojos. Le clavé la mirada de recibo y así estuvimos un período de tiempo. Poco después Austin rió en un pequeño susurro:
—¿Me estabas olisqueando, Mick? —Mis mejillas se acaloraron de la vergüenza. Él solo me sacudió el cabello como si fuera un perro y yo me escondí con mi frente pegada a su pecho.
Al final nos debimos quedar dormidos toda la noche en su sofá. Sinceramente, nunca me hubiera imaginado que acabaríamos así. Tampoco había venido con ideas o expectativas, igual… fue perfecto. Para nosotros dos. Todo lo que parecía ser raro e inusual, para nosotros era casual y común.
En verdad… ¿qué éramos nosotros ahora?
—No me quejo, pero…—empezó, y de repente la realidad me vislumbró—¿Te quedas a desayunar?
Me levanté tan repentinamente que hasta el propio Austin se quedó perplejo y absorto a mis acciones. Me dirigí hacia mi bolso y saqué la carta que me dejó Lauren de su parte.
—¿Mick?
—Creo que tenemos un pre-desayuno por aquí—jugué con mis cejas, divertida, al igual que movía la carta en el aire. Él se quedó pálido cuando observó el sobre blanco en mis manos.
—Olvidé que escribí esa carta…
—Pues leámosla juntos—manifesté. Él negó con la cabeza. El pobre estaba avergonzado de sí mismo—. Sabes que lo vamos a hacer, no sé porque niegas con la cabeza.
—¿No lo leíste ya? —inquirió, enderezándose en el sofá. Me senté frente a él.
—Esta es mi primera vez… Y lo vamos a hacer juntos—le informé mientras que rasgaba el sobre de manera que pudiese sacar su contenido. De repente sentí un destello de nervios.
¿Qué pondría?
Él me miró a los ojos en todo momento. Desdoblé la hoja blanca y bien doblada.
Carraspeé y comencé a leer en alto en un tono divertido, —Querida Mick,… —tragué saliva. Ahora estaba yo demasiado nerviosa y reí cuando comencé a pronunciar las palabras: —Sé que seguramente no quieras hablar conmigo estos días. —la diversión se esfumó—.Probablemente no debería de estar escribiéndote esta carta; e igual he recogido toda mi valentía y mi coraje para hacerlo. No sé cómo reaccionarás en cuanto lo recibas; si lo tirarás o lo leerás. En el caso de que lo tires, lo comprenderé. Si estás leyendo ahora mismo mis palabras, quiero que sepas que me importas un mundo. Nunca he sido bueno mostrando mis sentimientos a través de palabras oralmente. Escribir ha sido siempre mi método. La finalidad de estar carta es decirte que por mucho que me distancies por miedo a que te hiera, a que lo que sea que sentimos rompa nuestro precioso lazo de amistad,… lo que sea que temas, que sepas que voy a quedarme. Yo no huyo. Ya sé que eso lo sabes, pero no quiero que lo pienses tú sola. Quiero que lo escuches de mí, aunque venga a través de palabras escritas. Quiero, sea como sea que estemos después de esta carta y el tiempo del que precisas (período que no conozco, te daré el que necesites) que no pienses que me vayas a importar menos. Siempre estarás en mi corazón.—tragué saliva—. Decidas quedarte con Mark porque le amas o decidas darme una oportunidad, siempre serás alguien a quién mantendré en mí. Puede que esta carta cambie algo o puede que no. Aquel día en la playa, cuando me diste aquel beso, te rechacé no porque no te desease, no porque no quisiese más de lo que me ofrecías… Sino porque no te quería perder. No quería romper la promesa porque me veía incapaz de…—arrugué mis cejas en un intento de no descontrolar mis sentimientos. Fue casi imposible cuando entre cada palabra sentía un estrago en el corazón—… de perderte. Sea cual sea tu decisión, aceptaré. Si me necesitas solo quiero que me lo digas. Si quieres hablar de tu mamá puedes hacerlo, no temas a que sea insensible. Si me quieres fuera, dilo ahora, no creo que pueda superar tantos segundos de angustia esperándote. Así de esencial eres para mí. Eres fácil de amar y difícil de superar. Por mucho que quisiera, eres difícil de detestar. Nunca me podría enojar contigo. Me es imposible. —me relamí los labios —. Siempre me has dicho que nunca has podido hacerte feliz a ti misma porque no crees que llegas a los estándares, pero es que el ser humano es así, nosotros somos nuestros propios jueces: imposibles de satisfacer por completo. Quieres hacerlo todo sola, ser independiente. Me parece bueno, sin embargo, eso no significa que no puedas pedir ayuda de vez en cuando. Creer en ti no es ninguna tontería, es darte el apoyo que necesitas para seguir adelante por ti misma. Podría decirte mil cosas en esta carta pero nunca estaría completa para decirte como me siento. Soy y siempre seré malo narrando mis emociones, pero pienso cambiar eso. Quiero que seas la primera y la única que experimente estos nuevos cambios en mí. Voy a aprender a amarme a mí mismo. Sé que voy a necesitar ayuda, pero lo voy a hacer. Porque quiero ser la mejor versión de mí mismo para mí y para ti. PD: Siempre serás mi más bella casualidad. Siempre tuyo, tu compañero de vida Austin.
Cuando terminé de leer no supe que decir. Sentí mi garganta seca. Tenía ganas de llorar. Nunca me habían escrito una carta de amor, si es que así se podía llamar. Si alguien pensaba que una carta no podía recibir tanto dolor y amor, estaba completamente equivocado. Austin daba el ejemplo perfecto. Era claro, certero, sincero. Me había disuadido sobre sus sentimientos… y ahora era mi turno.
Antes de que pudiese pronunciar palabras, con sus ojos aún fijos en mí, añadió: —Te amo, Mick. Siempre lo he hecho, siempre lo haré. Tómame, en la manera que desees, tómame para amar.