Someone to you

35. Voy a estar bien mientras que tú estés bien.

35.

Voy a estar bien mientras que tú estés bien.

 

Austin.

Si reconoces el sentimiento de querer romper cada parte de lo que te rodea, entonces podemos ser amigos. Porque yo, con todo mi corazón, quería lanzar, romper, destruir todo lo que se interpusiese en mi camino. Me imaginaba como una especie de robot que perdió el control. Solo que no lo había perdido por completo… por ella.

Quería gritarle al cielo, a la persona que se encargase de los destinos del resto de los humanos que porqué me querían hacer esto. Ella no merecía todo lo que vivía y que la pondría fin demasiado pronto. Podía reconocerse como algo malsonante para cualquier otra persona, pero por la simple razón de que ella es todo mi mundo le daría toda esta maldición a otra persona. Pero nunca, nunca a ella.

No a ella, por favor.

No perdí los papeles delante de ella porque Mick no merecía que me pusiese hecho una furia. Pero no me cabreaba con ella porque no tenía la culpa. Sí, no me lo dijo, pero sus lágrimas fundieron toda esa decepción. Ella estaba asustada. No puedo regañarla por estar asustada. Solo me hubiera gustado que compartiese sus miedos conmigo. Me hubiera gustado que me lo hubiera dicho antes, pero ya lo sé, y eso es lo que importa. Ella es lo que importa. Haré lo que pueda para que no se vuelva a meter en su propio caparazón. La necesito afuera.

La necesito viviendo.

Recuerdo que en las últimas semanas ella ha intentado evitar hablar del tema. Yo la he seguido el rollo, pero mi mente era incapaz de ello.

Cada noche que la decía que me esperase en la cama porque iba a escribir en la terraza de la planta de arriba, ella asentía. Y sí, escribía, pero también lloraba. Las lágrimas empañaban mi vista, y en muchas ocasiones también manchaba algunas páginas de mi cuadernillo de tapas de cuero oscuro.

—¿Por qué? —susurraba para que ella no me escuchase desde adentro.

Había llegado a escribir pequeñas frases sin sentido. Llevaba cuatro canciones, me faltaba solo una para enviar, y me quedaba un mes.

 

“Pretend would be a wish,

Reality we wanna miss,

But never in forever,

Will I be ever willing to let go.”

 

“ I died and I feel alive,

I didn’t paint and already erased,

I got to know someone who I knew was going to exist.”

 

“I’m not alone but I feel lonely,

I’m starving and have already ate,

I miss you and I have just seen you.”

 

Mi mente piensa. Vuelve a pensar. Y lo vuelve a pensar. Hay veces que me da asco ser así. Pensarlo todo puede llegar a ser una pesadilla.

Le daba vueltas a todo, inconscientemente.

Cuando me volvía a la cama con ella la agarraba con fuerza. La tomaba por la espalda y la abrazaba como si mi vida dependiese de ello.

Sé que ella notaba algunas veces la tensión en mi cuerpo, pero decidía no comentarlo porque sabía que ninguno de los dos podía con ello en aquellos momentos. Solo necesitaba agarrarla para que mi mundo esté bien. Ella lo hacía bien.

¿Qué iba a ser yo sin ella?

El propio sentimiento me daba miedo.

¿Sería mi mundo igual?

En efecto, no lo sería.

Hacía una semana que había encontrado una psicóloga para que me ayudase. Cuando la prometí a Michaela que encontraría la ayudaba que necesitaba para calmar mis miedos del pasado iba en serio. Hacía un tiempo que comencé a charlar con Carmen Santiago. De momento solo hemos tenido una reunión el domingo pasado. Había preferido cogerlo esos días por la tarde porque sé que Mick está trabajando y así podía contar mi semana al completo.

Habíamos hablado resumidamente sobre mis problemas con mi madre, a la que debía llamar después de la cita del médico con Mick, sobre mi adolescencia y la manera en la que la muerte de mis abuelos (por vejez) ha afectado mi vida. Yo siempre digo que estoy bien. Pero ella decide no creerme. Lo noto en su cara.

Pensaba que se centraría más en lo del pasado de mi madre y yo, pero parecía también bastante interesada en mis abuelos. Lo único que pensé que le sería de gran uso sería el hecho de que me criaron durante toda mi adolescencia. El próximo día adentraríamos más. Por lo menos, la mujer de cabello castaño con algunas canas en el cuero cabelludo parece ser maja. Tiene unos ojos azules arrugados y unos labios finos y resecos que da a relucir su edad sobre los cuarenta casi cincuenta.

No sé cómo piensa abrirme y ayudarme, pero parece una mujer con experiencia. La dejaré que haga su trabajo.

Al principio pensé que no era un buen momento para ir a sesiones con una psicóloga, pero sabía que si no las tomaba ya, Mick iba a pensar que me estaba reteniendo en mi salud personal. Y no me perdonaría a mí mismo hacerla pensar que no me estoy cuidando a mí mismo por ella. En parte, tendría razón en hacerlo, pero igual seguía asustado.

¿Y si la ocurría algo cuándo yo estoy fuera?

Sabe manejarse sola, me dice mi consciencia.

¿Y si me necesitaba y yo no la cojo el teléfono?

Siempre habrá alguien cerca de ella. Lauren está, su padre, Amelia…Hay más gente a parte de ti.

Sin embargo, esas respuestas no me convencían por completo. Quería darla su libertad pero a la vez estaba comiéndome todas estas dudas y preocupaciones.

Al final me decidí por utilizar cada segundo de cada día como algo valioso. El hecho de que las personas tuviésemos que tomar este tipo de decisiones al haber una enfermedad de por medio era bastante triste. Podríamos hacer esto aunque muramos ochenta y cinco años más tarde. No sabemos cuándo no estaremos aquí.

Eso lo sé ahora. Que cada segundo es oro, y con Mick no quería perder ni uno solo.

No merecía mi pena. Ella era una persona más. Tenía una vida, y yo voy a vivirla con ella el tiempo que se nos deje. Nunca soltaré su mano. Aunque ella se asuste y quisiera soltarla, nunca lo haré. No dejo a los que amo en el camino, les acompaño hasta el final.




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