Someone to you

37. Crecer.

37.

Crecer

 

Hace casi una hora en otro lugar.

Austin.

Poco después de dejar Mick en aquel bar un atisbo de duda me inundó.

No tengo ningún problema con Mark, más bien al contrario. Él es el que debería de tener un problema conmigo. Y lo comprendería por completo. Tenía toda la razón del mundo para detestarme. No me gustaría para nada estar en su lugar. Me sentía un poco egoísta por lo que hice, pero intentando ser un poco optimista y dejando de lado el pasado, si yo no soy egoísta conmigo mismo para poder encontrar la felicidad, ¿quién lo iba a ser?

Conduje hasta un aparcamiento a poca distancia del bar e hice un intento de relajación en cuanto a mi respiración. Fue un vano porque al pulsar el número de teléfono mi corazón palpitaba errático.

En seguida que lo cogió escuché su voz.

—¿Hola?

—Hola, mamá—la saludé, nervioso.

—¡Hijo! Me tenías olvidada. ¿A qué se debe esta llamada?

—¿Debería de tener razones?

—Austin, yo te quiero, pero sabes de sobra que me llamas cuando ocurre algo.

Hubo un pequeño silencio en el que mi mente trabajaba una respuesta ante aquello.

—He empezado a ir al psicólogo—sentencié con rapidez. No sabía porque cogí tal velocidad para pronunciar aquella frase. Quería una reacción o respuesta rápida por su parte pero reinó un silencio al otro lado de la llamada. Esperé, respirando con profundidad entremedias.

—¿Y eso porqué?—quiso saber—¿Te ocurre algo?

Hubo una parte de mí que sintió decepción el hecho que no lo conectase con su abandono. Quise que lo relacionase sin tener yo que decirlo en voz alta.

No repliqué rápidamente, por lo que ella añadió:

—¿Te ha obligado esa tal Michaela?

—Mamá—refuté—. Michaela es mi novia. Y no, no me ha obligado. Lo hago porque quiero.

—Austin, sabes que ella no me cae bien.

—Mamá, y a mí me da igual que a ti no te caiga bien porque yo la quiero. Y si tú me quieres lo aceptarás. No voy a permitir que te metas con ella de esa manera.

—Claro que te quiero, hijo, pero no comprendo porque ella te quiere meter en un psicólogo. No estás loco.

—¡Que ella no me quiere meter en un psicólogo! —aullé un toque molesto con sus contestaciones—. E ir al psicólogo no es de locos, mamá.

—¿Y entonces para qué es? Yo creo que esa chica está aquí para sacarte el dinero de las entrañas.

—¡Mamá, por favor! —siseé no queriendo alzar la voz.

—¿Qué? Es verdad.

Me callé. Mi mente yendo a mil por hora. Mi corazón queriéndose salir del pecho.

Eres difícil, mamá, me haces difícil el olvidar lo que me hiciste. Solo quería que me apoyases, que me dijeses "por supuesto, hijo, todo por tu bien. Te amo", que me dijeses que si ella me hace feliz que lo haga... Pero no es así. Y yo solo sigo aquí porque quiero a una mamá en mi vida. A mí mamá.

—Ya está bien—me enfadé ya sin poderlo contener más—. Lo primero, espero que sepas que hay gente que necesita ayuda...

—Pero tú no lo necesitas—me interrumpió, sin un atisbo de remordimiento en sus palabras.

—¡Yo sí lo necesito, mamá, joder! —le grité al altavoz del coche al que estaba conectado al móvil. La sangre me hervía. El corazón me reventaba. No podía más—. Yo necesito ayuda. Y necesito ayuda por tu culpa, joder. Llevo años con ello dentro. Llevo sintiéndome como un pedazo de mierda la mayor parte de mi vida. Porque... porque tú me abandonaste, mamá. Y la realidad me azota que aunque esté ahora mismo hablando contigo, fue porque yo hice contacto contigo tras la muerte de los abuelos. Decidí dejar tu puto error atrás, ese que me dejó trastocado, para que estuvieses en mi vida. No se lo he dicho a Michaela porque no quería darla una peor imagen de ti. No quería que te viese como la madre que no tuvo contacto conmigo tras la muerte de los únicos referentes que tenía como familia. Y estoy harto de que siempre que quiero hablar contigo tú lo único que haces es hacerme un comentario decepcionante, que me destroza aún más. Uno tras otro. No me apoyas ni siquiera en el hecho de que soy feliz con ella. —noté cómo iba a comentar mi relación con Mick y decidí soltarlo y que fuese lo que Dios quiera—. Y no, ella no me quiere por el dinero o por la fama. Me quiere por como soy, y siempre está ahí. A diferencia de ti, ella sí se queda. —sentí como que había sido un golpe fuerte, pero necesitaba sacarlo todo aunque luego me arrepintiese— ¿Y sabes qué? El dinero la puede tocar las mismísimas narices para el futuro porque ella está enferma, ¿entiendes? La única que no se quiere ir puede irse cuando menos lo esperemos. Y tú erre que erre que ella es mala persona. Pues ella es maravillosa. Es una persona que me ha compensado toda esa mierda de infierno que viví. Y volvería a vivir todo eso si al final del camino ella está ahí. Volvería... Volvería a vivir tu abandono otra vez si eso deja en claro que yo voy a estar entre sus brazos. Porque ella me recibe con los brazos abiertos. Ella sí me apoya en mis decisiones—sin esperar un segundo más concluí la llamada—. Adiós, mamá.

Pulsé el botón de colgar y respiré con frenesí. Una lágrima se derribó por mi pómulo derecho. Pegué un puñetazo al volante por la ira que sentía. Me dolía la mano ahora. Respiré a bocanadas. Me dolían los pulmones. Me toqué el pecho buscando un ritmo cardíaco normal. Me dolía el alma.

¿Acababa de decir todo aquello? Exacto. Nunca me había sentido tan libre. Le había dicho todo lo que sentía por primera vez en años. Fue duro y me lastimó. Seguramente ella también lo esté. Pero ella lleva haciéndolo por mucho tiempo. No aguantaba más. Necesitaba... necesitaba dejarlo ir.

Tenía que tranquilizarme. Apoyé mi cabeza en el respaldo y cerré los ojos. Una vez mi respiración volvió a la normalidad decidí hacer la siguiente llamada. Necesitaba centrarme en otra cosa por ahora. No podía concentrarme en mi conversación con mi madre. Me hacía sentir... No tenía palabras para describir esa conversación.




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