38.
Impotencia.
Michaela.
Nada más salir, el viento fresco me sacudió con fuerza. No, pero no del agradable, de esos cálidos que te dejan el cuerpo lleno de sudor. Ese que te deja con un olor que hiede a distancia.
Odiaba el calor con todas mis fuerzas.
Jalé mi teléfono móvil del bolso y lo llamé.
—¿Mick?—escuché su dulce voz sonar al otro lado del teléfono.
—Austin—Sonreí al pronunciar su nombre.
—¿Qué pasa, amor?
—Necesito que vengas a por mí.
—¿Ocurrió algo? —se preocupó. Sonreí mucho más al ver lo lindo que era—¿Por qué sonríes?
—¿Cómo? —arrugué el ceño pero en seguida me explicó.
—Ya estoy aquí—me dijo—. La calle de en frente, al lado del coche azul. Te veo sonreír, preciosa.
Asentí porque sabía que me observaba y me dirigí hacia adonde me había indicado tras colgar el teléfono.
En seguida vi a un Austin con la cabeza y ambos brazos sacados afuera de la ventana. Sus ojos estaban tapados por las gafas de sol oscuras de pasta negra, pero su sonrisa contagiosa la podía detener a simple vista. Destellé una sonrisa nostálgica.
Había ocurrido algo. Simplemente lo sabía.
Ojalá y no fuese nada malo.
Le di un efímero beso en los labios y en seguida me dirigí hacia la puerta del acompañante. Entré y de nuevo él unió sus labios junto a los míos. Fue con fuerzas, ansías. No me quejaba, adoraba sus besos. Me llenaban poquito a poco. Su mano derecha acunaba mi pómulo a la vez que lo acariciaba con delicadeza.
Una vez nos separamos, tibiamente, él me observó por unos segundos. Su nariz chocaba en pequeños roces cálidos con el mío.
—¿Qué tal fue todo? —quiso saber. Seguía pasando sus dedos por mi mejilla como si hubiese un patrón compuesto para él. Cerré los ojos por unos momentos por la calma que él me transmitía. Al ver que no respondí instantáneamente insistió:—¿Todo bien? —se ceño se arrugó débilmente.
—Estoy aquí contigo. Todo está fantástico—acaricié su labio inferior con el mío, en una especie de atrevimiento. Le quería tentar. Mis ojos se volvieron un tanto hambrientos al igual que los suyos. Parecíamos como dos leones queriendo derribar la comida que éramos el uno del otro.
—¿Puedo mejorarlo? —se relamió los labios. Sus ojos como olivos centellearon.
—¿Cómo? —me dio un beso en la boca y rápidamente se apartó para mirar la pantallita del coche al frente.
—De muchas maneras, pero podemos comenzar por aquí—la sombra de una sonrisa comenzó a formularse en su precioso semblante. Su piel no era ni mucho menos pálida. Carecía de un sombreado veraniego de lo más atractivo. El color de sus ojos y su tono de piel realizaba un contraste de lo más sexy.
Pulsó varios botones, y sin tener que decir nada supe lo que iba a hacer. Sonreí sin poder evitarlo.
Austin siendo Austin era mi Austin favorito.
Más que el Austin detallista y atractivo. El Austin que ponía música porque aquello le volvía loco me hacía sonreír. El Austin que freía panqueques y que se le quemaba porque no sabía cocinar muy allá me hacía reír. El Austin que para tener paz comenzaba a tocar maravillosos acordes en la guitarra me calmaba cuando ni yo siquiera sabía lo que me pasaba por dentro. El Austin que inconscientemente me tomaba de la mano y le hacía seguirle me hacía feliz.
Ese Austin. Ese Austin es mi favorito.
Observé como pulsaba con su dedo, concentrado en lo que ponía. Puse un ojo en lo que había en la pantalla y me fijé que había una carpeta que tenía escrito “Mick, MCWF”.
¿Qué significarían aquellas siglas?
—¿Qué significa “MCWF”?
Volteó la mirada de la pantalla a mí, y antes de reproducir la canción respondió, —Mick, mi chica wattpad favorita.
—¿En serio? —reí.
La sonrisa se le contagió y replicó: —Supe que si hubiera puesto “para mi princesa” te hubieras puesto hecha una furia.
Me conocía. Sonreí aún más, si es que eso era posible.
Apoyé mi barbilla sobre su hombro con delicadeza.
—La palabra “princesa” me suena muy cursi—susurré.
—Lo sé.
La canción comenzó a reproducirse en cuestión de segundos. Su cabeza se movió en pequeños gestos de cariño. El lateral de su cabeza junto al mío. Todavía no me había puesto el cinturón, quería estar cerca de él. Me la pondría cuando saliésemos del estacionamiento.
—Fíjate que pensé que pondrías “When I look at you” —le mascullé al oído.
Él rió, —Me darían ganas de bailarla contigo, la pondremos en casa.
—Está bien—afirmé—. Te la doy por válida porque esta es de Miley Cyrus.
Me moví de la posición en la que me encontraba (forzosamente, porque no me apetecía separarme de él), y me puse el cinturón una vez en el sitio. “The Climb” atronaba por el coche a un volumen razonable.
Miley, se te echó de menos en este coche.
Le miré fijamente. Recogiendo todos los detalles de su persona. El cómo podía con simples detalles hacerme sonreír y dejar en el olvido el resto del mundo exterior. Su presencia tenía tanto poder en mí. Sus ojos únicos como las escasas noches de luna llena.
***
Me mantuve ocupada parte del viaje observando las canciones que había añadido en su lista de música “Mick, MCWF”
—Quise poner Single de The Neighborhood pero… como ya no estás tan ‘single’ decidí dejarlo pasar… —comentó cuando me vio observando la lista de canciones. Aquella canción la había puesto durante las primeras semanas de nuestra relación amistosa. Yo reí ante su comentario chismoso y repliqué: —Me parece correcto.