Someone to you

39. Estar vivo de verdad.

39.

Estar vivo de verdad.

 

Michaela.

 

Nos acostamos un rato, en una especie de siesta. Dejé que descansara. Hoy había sido un día demasiado intenso. Muchas emociones a flor de piel le había agotado. Yo, sin embargo, me dediqué a abrir un ojo cada cinco minutos. Él, al contrario que yo, durmió profundamente. Llegaron las nueve menos cuarto de la noche y supe que si no quería llegar tarde tenía que levantarme ya.

Cuando lo hice me fijé cómo el pecho de Austin subía y bajaba. Se había dormido de lado, agarrándome como si fuese un muñeco blando y achuchable. Noté pocos minutos después que  me buscaba. Le faltaba algo que agarrar. Sus manos, como si fuese las de un bebé, se sentían vacías. Necesitaba con necesidad agarrar algo.

En seguida que jalé una almohada del armario él se aferró a él. Lo agarró rodeándolo con sus brazos. Le vi tan lindo que tomé una foto antes de prepararme para salir.

Me cambié a unos pantalones vaqueros y una camisa rosa palo de vestir que tenía guardados de cuando me quedaba a dormir en la mansión. Tomé unas cuantas pastillas para que el resto de la noche no hubiese hinchazones o dolores extremos, y recé porque fuese así.

Tomé el turno de noche de Celeste para tener el día libre al día siguiente. Si quería ir a la fiesta con Austin debía despejar mi horario y hacer algunos horarios horrendos.

Dejé unos rollitos congelados de los que le gustaba afuera del congelador por si se levantaba hambriento y pudiese calentarlos luego en el microondas. Dejé una notita en la encimera y salí con prisas a tomar mi coche rojo aparcado al lado del de Austin.

 

***

 

Le mandé unos cuantos mensajes en tiempos vacíos en los que o no recibía ninguna notificación de los huéspedes o no veía Colleen pasando por allí con su computadora o paseando para confirmar de que de verdad estaba trabajando.

No sé por qué tanta desconfianza, por Dios…

Habían pasado al menos cuatro horas. Me dediqué a rellenarlos editando los nuevos plazos y habitaciones del hostal en la web. También me aseguraba de que tuviese el número de cuenta de cada uno de los que residían de vacaciones aquí. Algunos ya pagaron el “Día de bienvenida”, es decir, el primer día, otros lo pagan antes de llegar y otros el último día de su estancia en efectivo, tarjeta o ambos por mitades o cuartas partes. Dependía de cada persona.

Observé como por décima vez Colleen salía de su oficina, un café en mano. Llevaba con ella su ordenador portátil y lo colocó de nuevo en el mismo sitio de las últimas cuatro horas, en la mesa de la entrada, cerca de mi escritorio y en como una mini sala de espera para los huéspedes.

Su cabello previamente castaño lo había teñido de un rubio bastante decente. Lo tenía recogido en una coleta y ésta se movía en negación. Se puso unas gafas de pasta negra y su ceño se fruncía. Para ser tan joven nunca pensé que estaría tan estresada y tan gruñona.

—¿Colleen? —la llamé, con cuidado. La tenía un poco de miedo. No la llamaba por su apellido porque ella misma me había dicho:

“Para llamarme vieja indirectamente ve a buscar trabajo a otro sitio”

Desde entonces sé que meterse con ella no está en mi lista de cosas que hacer.

—¿Qué? —Su mirada seguía fija en la pantalla de su portátil.

—¿Hay una máquina de café aquí?

Me moría por cafeína. Tenía unas ojeras de cansancio que ni yo podía con mi vida.

—No. —ni se inmutó en mirarme al replicar.

Borde.

—¿Por qué? —dijo mientras tecleaba rápidamente. Su ceño seguía fruncido. Musitó maldiciendo: —¿Qué cojones es esto, tío? ¡Pero de qué van?

—No, eh, pues porque…em… Me…emm… Necesito un poco de cafeína. ¿Qué ha ocurrido? —cambié de tema rápidamente. Había tartamudeado tantas veces que ya había perdido la cuenta.

—¡No!¡Joder!¡Mierda! —aulló para sí misma. Se puso ambas manos en la cara en frustración y me preocupé por ella.

Aunque casi reí por las similitudes que tenía con el niño de “Solo en casa”. Eso me recordó a Austin, ya que era su película favorita.

—¿Estás bien?

—¡No! ¡Me estoy volviendo loca con la puñetera web! ¡Mi padre me va a matar!

—¿Quieres que le eche un vistazo?

No me respondió, pero igual decidí levantarme del sitio. Necesitaba estirar un poco las piernas y ganarme un poco a la jefa.

Apoyé ambos manos sobre el respaldo del sofá acomodado en la sala de espera y observé la pantalla por encima de su cabeza. Era una gráfica del número de gastos y ventas a lo largo de… Anda, leche.

—¡Esto es información privada—bramó—¿Qué haces mirando?

—Colleen…

—¡Vergonzoso!

—Colleen es de hace cuatro años.

Volteó su cuello detrás suya, en mi dirección y frunció mucho más el ceño.

—¿Qué? —rugió, un poco más tranquila que antes.

Señalé a una esquina de la pantalla, un poco alejado del título de la gráfica, y ponía “Ganancias y pérdidas 2015”.

Ella se calló. Me imagino que estaba un poco avergonzada por aquel fallo tonto. Esperé porque se disculpase por mi supuesta ‘intrusión’ y en las formas en las que lo había hecho, pero no lo hizo.

—¿Te vas a quedar pasmada ahí o vas a volver a trabajar?

Esta chica era imposible.

Hice caso, por mucho que no quisiera, y me senté de nuevo en el escritorio de la recepción.

—Colleen—la volví a llamar.

Esto, en serio, se sentía de comedia.

—¿Quéééééé´?—gruñó irritada—. Vas a acabar desgastando mi nombre a este paso. Me lo acabaré cambiando como sigas así.

—¿Y cómo quieres que te llame?

—Preferiría que no me llamases en lo absoluto, pero ya que lo has hecho, no me hagas perder el tiempo, ¿qué quieres? —desfijó por fin sus ojos de iris azul de la pantalla y me observó cansada.




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