40.
Eres humana.
Michaela.
Me duché después de hacer el amor con él. Ahora sí que sí estaba sudorosa. Austin no quiso que me escapase de entre sus brazos, pero le dije que era necesario. Al final aceptó y me dijo que prepararía algo de comer. Se nos había hecho tarde, por lo que debía tomar algo ahora y la próxima comida sería a la noche, tras la compra planeada con Lauren esta tarde.
Laurencita
Yo 16:01: ¿A las cinco y media en mi casa? Me quedé dormida hasta tarde, ¿puedes a esa hora? ¿O te viene mal?
Quise asegurarme de tener el tiempo suficiente para comer, aún siendo tarde, e ir preparada. Después de ello me dejé embriagar por el agua cálida que corría por la ducha. Éste fluyó con lentitud, mojando y limpiando cada parte de mi cuerpo. Me enjaboné con un gel de vainilla y me lavé el cabello con un champú de cerezas.
Me sequé con mi toalla amarilla quince minutos después, dejando mi piel seca de toda la humedad. La hora de mi teléfono apuntaba que eran las cuatro y cuarto. También configuré un mensaje de hacía diez minutos de mi amiga.
Laurencita 16:05: Me parece bien. Saldré de trabajar cuando llegue mi sobrina. Angie y Marcelo están afuera por lo que necesito a alguien atendiendo en el propio local cuando salga. Besitos <3
De esa manera concretamos la hora a la que nos veríamos.
Rápidamente me vestí, mi estómago rugía como la de un león del hambre que tenía. Fue un fallo no haber tomado prestado algo de comida. Estuve toda mi hora de trabajo tomando agua como mi único alimento. Fui al baño dos veces a mear todo el líquido ingerido a lo largo de la madrugada.
Salí en cuanto me encontré ataviada con una blusa azul marino y unos pantalones vaqueros rotos por la rodilla. Fui directa a la cocina, donde Austin se encontraba dado la vuelta cocinando una tortilla en la sartén.
—Buenos días, dormilona—me saludó en cuanto notó mi presencia en el espacio.
Lucía unos vaqueros oscuros cortos y una camiseta blanca. Ya habíamos llegado a julio, el calor comenzaba a llegar.
—¿Dormilona yo? Tú quedaste dormido según terminamos de hacer el amor. Creo que es la segunda vez en el día que duermes. ¿Cuántas horas has dormito tú hoy ya? —Me senté en la silla junto a la mesa de comida mientras que le observaba dar la vuelta a la tortilla, haciendo el otro lado sin dejarlo crudo.
No giró esta vez su cara en mi dirección pero si lo noté reír cuando sus hombros se sacudieron sutilmente y su espalda igual.
—Ya llevaré… ¿13 horas?
—Madre mía cómo roncas, señor—comenté burlona.
Saqué mi teléfono del bolsillo delantero y observé un poco las noticias.
—Amor,—le llamé—¿has visto las noticias hoy?
—No, ¿por qué?
—Ha habido un horrible asesinato en este pueblo en Delaware. El pueblo se llama…
—¿Hallydenty? —asentí—. Sí, ese sí que le sé, me lo dijo Amelia cuando me estuvo preparando el desayuno esta mañana. Dicen que no es la primera vez que hay un asesinato allá. Justo ayer, uno de julio, hubo una desaparición de una chica. Supuestamente era durante la celebración de un cumpleaños. Es horrible—glosó.
—Y que lo digas—agregué—. Estos días no dan ni una sola noticia buena.
—Hablando de noticias—Sacó la tortilla recién hecha de la sartén y la expuso en un plato llano y reluciente que había tomado del gabinete de madera con cuchillería y demás—. ¿Cuándo piensa venir Lauren a por ti y cuánto tiempo me queda contigo?
—Viene sobre las cinco y media más o menos así que podemos estar solos…—miré de nuevo la hora, como si no lo hubiese mirado no hacía ni cinco minutos—… Una hora y diez minutos exactos.
Él asintió, dejándome el plato en la mesa y sentándose en la silla de en frente tras darme un beso en el frontal de mi cabeza. En seguida que tuve el plato frente a mí con un tenedor y un cuchillo derribé los huevos.
Jadeé y gemí de placer del gusto que aquello me proporcionaba. Me llené poquito a poquito.
—Una rápida PP—dije entre bocado y bocado. Tenía aún un poco de tortilla masticada por lo que tardé en volver a responder cuando Austin me replico con un “soy todo oídos”. —. ¿Cuándo fue tu primera vez?
—¿Y esa pregunta? —rió nervioso.
—Es simple curiosidad que me ha picado.
—¿Justo ahora? —arqueó ambas cejas.
—Justito ahora.
—Pues…Fue hace casi dos años cuando aún seguía en el grupo de tontitos adolescentes. Era de ese grupo de chicas que siempre se juntaba con el nuestro cuando se trataba de hacer fiestas. Estaba tan borracho que no recuerdo ni su nombre.
Aquello me causó incertidumbre.
¿Cómo no ibas a recordar su nombre si os juntabais ocasionalmente con ellos? Austin, no tienes filtros, sé que lo sabes.
—¿Estás seguro que no sabes su nombre? —me inquieté. Eran mis celos hablando.
Él se quedó rojo.
—Bueno sí, recuerdo su nombre, pero no me gustaba en lo absoluto la chica. No tenemos porque…
—¿Cómo se llamaba? —quise saber.
Masoquista yo.
—Mick, no…—le interrumpí.
—¿Cómo?
—Sheila—dijo por fin.
Asentí, tragando del vaso de agua que me había llenado en el grifo. Recargué mi cintura en el fregadero junto al frigorífico. Tomé otro sorbo lentamente.
¿Por qué la lentitud, Mick? Me cuestioné a mí misma. ¡Qué manía tengo con llenar la boca de agua para callarme!
—¿Estás celosa, Mick? —inquirió Austin desde su sitio en el asiento frente a mí. Me miraba gracioso.
Sin control alguno, escupí toda esa agua que estaba acumulando en mi boca y cayó todo en el vaso de cristal en una especie de escupitajo sorpresa. Cualquiera que me hubiese visto pensaría que tendría ocho años.