43.
Adiós.
Existen muchas maneras de decir adiós. Al igual que existen varios tipos de adiós. Existen el adiós para siempre y el adiós temporal. Existen el adiós a una persona, la despedida de una parte de ti; la despedida triste y melancólica, y la despedida alegre, sin remordimientos ni/o persecuciones románticas prosiguiendo el acto.
Yo reconocía varias. Había vivido varias de ellas. Había despedido una parte de mí, esa porción de miedo que yo tanto detestaba. Odiar una parte de ti está bien si piensas luego remediarlo o aceptarlo. Creo que todo el mundo alguna vez ha pensado ‘odio que cuando se me planta esta situación haga eso’ o ‘¿¡Qué narices!!? ¿Por qué hice eso? ¡Fue realmente estúpido!”.
Pero la vida se trata de eso: de evolucionar. Yo estoy aún en proceso. Sigo con ese miedo en mí en el que el “adiós” no es solo una palabra. Tiene mucho más significado de lo que deja ver a simple vista. Los miedos no se van tan rápido como nos hacen imaginar. “Tan solo es un ‘chas’. Así de simple”, te suelen decir, cuando en verdad no lo es. No os engañen. Puede tardar meses, incluso años. Que me lo digan a mí.
Al entrelazar mis dedos con los del hombre que más amo en este mundo una especie de ráfaga de imágenes y recuerdos me vino a la cabeza. Incluso momentos en el que hacía sus pequeños detalles o gestos que eran sencillos pero valían oro.
Eso me recordaba que era una mujer suertuda. Había encontrado al hombre de mi vida con veinte años. Podría haber sido durante la adolescencia como en esas películas que yo tanto veía con mis antiguas amigas, pero no fue así. Podría haberle conocido más tarde, pero suspiro de alivio al haber sido de esta manera.
Creo que fue parte del destino. No soy una persona religiosa o creyente de un más allá, pero si decido creer que hay algo o alguien que quiso juntarnos. Nosotros hicimos el resto del trabajo. Bueno, nuestro amor lo hizo.
Amarse no es fácil, pero la complejidad se supera cuando se da por esa persona lo mismo que él daría por ti.
Los sacrificios que hacemos pueden tomarse como detalles tontos; pero no los son. Por ejemplo, esa vez en la que fuimos a ver una película al cine. Me dijo que eligiese y yo acepté. Por entonces éramos amigos, así que cuando lo hice escogí una película de romance. Al principio no pensé en que pudiese incomodarle, pero cuando lo hice, un rubor de vergüenza me subió a las mejillas. Le pregunté si quería cambiarla, pero él dijo: —No. Veamos esta.
Sabía que no era un fanático de las películas de amor, pero igual insistió en diferentes ocasiones que estaba bien, que solo era una película. Pero no fue solo una película. Fue esa misma quedada como solo amigos que me hizo sentir cosas. Acababa de volver hacía un par de semanas con Mark, y se sintió mal sentir eso. Sin embargo,… esas emociones solo fueron el comienzo de mi enamoramiento por él.
Pequeños detalles me enamoraban más que cualquier otra cosa.
Vimos “Where hands touch”, una de las más recientes en la cartelera. Trataba de una chica de color que vivía durante la segunda guerra mundial en Alemania. Durante su periodo en el país germánico conoce a un guardia blanco del bando nazi del cual se acaba enamorando. Ambos se enamoraron.
Aquella película me hizo llorar como un bebé, pero lo valió. A diferencia de Austin, aquellas lágrimas cayeron por muchas cosas. Sí, fueron parcialmente por la película, pero todas mis emociones afloraron al estar tan confusa. “¿Qué hacía?” mi mente me discutía. Algunos pensamientos sobre que había sido un error volver con Mark sobrevolaban mi cabeza. Lo observo ahora y supe que nunca debería de haber vuelto con él si de verdad comenzaba a sentir algo por otra persona.
Continué una relación que desfloreció con el período del tiempo para poder finalizar unos sentimientos que no creí correspondidos cuando ni siquiera había empezado.
—¿Te apetece hacer algo? —le dije a Austin, mi cabeza sobre su hombro.
—Vale. ¿Mañana trabajas? —quiso saber, su tono de voz mucho más relajado que antes. La discusión cambió algo. Quiero pensar que para bien. Desde que al final dejamos al claro nuestros sentimientos frente a las circunstancias que se nos presentaba.
—No. Curré anoche para poder estar contigo, mañana sábado, e ir a la fiesta. Por cierto, ¿de qué trata mayormente? —No se me había ocurrido preguntarle sobre que trataba la fiesta hasta ahora. Tenía la cabeza más alborotada entre el trabajo, los medicamentos en las comidas, citas con el médico, horarios… Mis momentos con Austin me daban un respiro. Aunque debía procurar preguntar más y estar más atenta. Él se lo merecía, desde que él pone mucho de su parte.
—Es sobre los premios que ha conseguido hasta ahora con sus artistas actuales y porque ya ha cumplido cincuenta años.
—Wow—pronuncié impresionada.
—Va a ser realmente aburrido en cuanto a discursos—resopló exageradamente.
—¿Cómo sabes que van a ser aburridos?
—Siempre lo son.
Reí débilmente.
—¿Llevarás traje?
—Sí, ¿Por qué?
—Me parece maravilloso—entoné lasciva.
—Mick, ¿no estarás pensando sucio?
—Para nada. Solo pensé en cómo te iba a quitar ese traje…—comencé a comentar antes de que me interrumpiese.
—Mick, Mick… ¿sabes que soy hombre, verdad?
Asentí, mirándole esta vez a los ojos.
—No digas esas cosas si no quieres que no reaccione…
—¿Te pongo duro, Austin? —carcajeé a la vez que relamí mis labios. Su pupila se dilató al ver como mi lengua salió a la superficie. Tragó saliva sin poder controlar la sed y agonía que aquello le provocaba.
—Mick…
—¿Sí, Austin?
—No…
—¿No qué? —le animé a proseguir.
—No me puedo controlar contigo. Necesito hacerte el amor ya.
—Me parece el mejor plan que se te ha podido ocurrir—susurré provocativa.