Someone to you

48. Lo más real que vayamos a vivir

 Michaela.

Los acordes no tardaron en sonar. La melodía resonó y mi corazón vibró al son de la música. Junto a él, los flashes de las cámaras me dañaban la vista. Sabía que aquello no tardaría en estar en las portadas de las revistas y en las páginas de cotilleo online. Aún así no dejé que aquello me parase de caminar al lado de Austin. La señora Dawson se fue hacía un rato tras darnos las felicitaciones y apretujarnos al pecho. Sentí una calidez maternal que no había sentido en mucho tiempo.

Estaba formando mi propia familia.

Sonreí.

Llamaría a mi padre más tarde. Y a Lauren, quien pensaba que aquello era una locura, pero que igual sabía que el tiempo nunca estaba asegurado.

¿Quién te dijo que habría un mañana?

Mordí el labio inferior y, de la mano de mi prometido, fuimos hacia una de las mesas cercanas, donde una pareja no paraban de mirarnos con una sonrisa. La chica tenía un tono de piel oliva, acompañada de unos ojos verdes aceitunos y brillantes. Su nariz era recta al igual que la de su pareja quien la rodeaba de la cintura. Estaba sentado sobre él, un caballero de cabello castaño y sonrisa fácil. Tenía la sombra de una barba reciente y pestañas larguísimas.

— ¡Ya llegó la pareja de turno! —gritó él con una mano en la boca para hacerse escuchar. Austin apretó mi mano, dándome a saber que no pasaba nada, que lo conocía, y en seguida nos situamos en la mesa. Tomó una silla y me posicionó sobre su regazo. En seguida, mi instinto tomó vida y apoyé mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro. —Soy Max, por cierto, y ella es Agatha.

La nombrada me sonrió agradable.

—Michaela, encantada—repliqué con las mejillas aún teñidas de un rojo intenso. No pude evitar que mis ojos se fueran en dirección a Austin quien me miraba por igual.

— ¡Wuey, gente! Tenéis compañía, déjense de mirar como tortolitos, vomitaré arcoíris.

—Cállate—le bramó Austin aún con su sonrisa aún en el rostro.

—Mi orto—sacó la lengua Max, molestándole a posta—. Agatha, cariño, apóyeme en esto.

—Lo siento, amor, pero no seas hipócrita, también haces lo mismo.

— ¿Yo?

—Sí, tú, cara de pan. ¿O es que acaso no me miras así? —arqueó una ceja.

—Yo...ehm...—la miró a los ojos y pudo notar la prueba en el que le estaba poniendo. En seguida que la miró ensanchó la comisura de sus labios—... Por supuesto que sí, Agatha de mi vida—y la besó en el cachete. Agatha sonrió complacida.

Austin y yo reímos ante la cómica situación, mientras que la chica frente a mi negaba con la cabeza.

—Hay veces que me cuestiono que hago contigo—le besó ella la sien.

—Yo también...—murmuró él para sí mismo y la apretujó para sí.

—¿Y yo era el dulzón? —arqueó una ceja Austin, guasón.

—Cállate, Michaelson—Max abrazó más fuerte a Agatha, como un peluche enorme y puso un puchero que me hizo reír.

— ¿Ya con los apellidos? ¿De dónde salió toda esta confianza? —le inquirí a mi prometido.

—Ni idea. Tan solo acabo de entablar conversación con este desconocido.

—Pues que sepas, que este desconocido tiene nombre, ¿eh? ¡Y te está escuchando, Michaelson!

—Cierra el pico, Stevenson.

—Tú y yo nos vamos a llevar bien—dedujo el susodicho.

—Ya veremos...—replicó Austin, dejándose rascar por mis dedos en el bajo de la nuca.

Agatha y yo nos miramos y negamos con la cabeza.

Durante un par de horas, Agatha y yo estuvimos hablando, dejando que los dos hombres hablasen de la música y todos aquellos temas que ni ella ni yo controlábamos. Ella me tomó del hombro y me dirigió a unos metros de allí y nos dispusimos a parlotear en balcón que había adjunto, con sus puertas abiertas. Desde allí, atisbábamos el jardín exterior, lleno de árboles y césped con unos cuantos rincones con flores, a un par de metros de altura. Al principio no supimos de qué hablar, y yo, incómoda no paraba de mirar en mi móvil la hora. En una de esas veces, una notificación de wattpad saltó y ella me miró totalmente seria. En seguida nos dimos cuenta que teníamos una serie de gustos en común: libros.

— ¡NO!

— ¡SÍ!

— ¡DIME QUE NO ES CIERTO!

— ¡TE DIGO YO QUE SÍ!

— ¡TE ODIO!

— ¡NO AVISASTE QUE NO HABÍAS LLEGADO A ESA PARTE!

— ¡TE VOY A MATAR! —gruñó ella, haciendo una especie de mueca con las manos que hacía referencia a cómo me quería estrangular.

— ¡Lo siento!

— ¡No hay lo siento que valga! ¡Ahora ya sé que él muere! ¡Y tú vas a ser la siguiente!

— ¡No! ¡En serio! ¡Lo siento! —me agarré del vaso de tubo de agua y me dispuse a beber un sorbo cuando noté que hizo ademán de lanzarme su vaso lleno de champán.

Trastabilló un poco cuando me alejé de su alcance y su vaso cayó al suelo. Un ruido estruendoso irrumpió las conversaciones de los de nuestro alrededor y en seguida un silencio incómodo lo siguió. Las piezas de cristal decoraron el suelo y Agatha quedó boquiabierta. La observé con los ojos de par en par y me llevé una mano a la boca, incapaz de contener la risa que comenzaba a surgir.

Eché la cabeza hacia atrás y comencé a reírme de lo lindo.

— ¡MICHAELA! ¡ESTO NO ES GRACIOSO!

— ¡CLARO QUE LO ES! —continué carcajeando.

— ¡ERES UNA MALA AMIGA!

— ¡SI FUERA UNA BUENA AMIGA ME REIRÍA IGUAL!

En seguida que dije eso escuché los pasos de ambas de nuestras parejas. Me di cuenta que el resto de los invitados se nos había quedado mirando como si estuviésemos mal de la azotea.

—Pensé que alguna de vosotras habría matado a la otra. —manifestó Max con un lado de la comisura ensanchada.

—Al menos en eso coincidimos—carcajeó mi novio—. ¿Qué leches ha pasado?

—A la muy trasto se le cayó el vaso—me reí, aún con la mano sobre la boca.

—Pensé que empezábamos a llevarnos bien—me escudriñó ella con la mirada.

— ¿Llevarnos bien? Amiga, eres Team Adrik, yo no puedo ser amiga de alguien así.

— ¡Es porque él es mejor!




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