Somnifobia

Capitulo IV: Charla con los condenados

Desperté con el sonido de las llaves, cubierto en sudor otra vez y con un intenso dolor en el brazo. Estaba sangrando… Samantha tenía razón, y entonces no me quedaron dudas de que todo eso fue real, de que el peligro que correría todas las noches iba a ser verdadero. Vagamente recuerdo cómo me sentí en comparación a ahora, no sé si lo que sentía era miedo o excitación, pero de algo estoy seguro…

Estaba sonriendo.

Luego de eso el día fue bastante normal, la misma rutina y el mismo final, aunque con la variante de llegar en la noche como debería de ser.

—¿Cómo te fue hoy? —preguntó mi madre.

—Bien, nada fuera de lo normal.

Estaba haciendo la cena y podía sentir la mirada de mi madre en la espalda, odiaba que hiciera eso.

— ¿No tienes nada que hacer? ¿Podrías dejarme preparar la cena?

—Estás muy gruñón como para haberte ido como siempre.

—Tal vez por eso es que estoy irritado, quiero volver a mis clases de una buena vez. —Estaba hablando solo, ya se había ido a otra parte, ignorando mi replica. Igual al comer me contó sobre su día.

—Al parecer la hija de Thomas está empeorando —dijo consternada. 

—¿No está bajo quimioterapia? —pregunté.

—Al parecer la familia no tiene el dinero para pagar las sesiones. —Sabía el rumbo que iba a tomar la conversación.

—Nosotros tampoco podemos pagarlas mamá —dije en un tono serio mientras ponía el cubierto en la mesa.

—Lo sé. —No me estaba mirando a los ojos, se limitaba a ver su plato.

 —Pues no lo parece. —Todo fue silencio luego de eso, sólo comíamos. Al terminar se levantó y se retiró notablemente molesta, definitivamente planeaba darle dinero a su compañero.

 

Los dolores de cabeza son cada vez más fuertes, las punzadas golpean mi cráneo con una fuerza implacable. No puedo permitirme dormir, no tengo permitido cerrar los ojos. Pero los dolores son insoportables. Cada punzada, cada estocada a mis sienes libera gritos inefables maldiciendo a todo pulmón, las visiones se hacen más frecuentes, los gritos se escuchan más cerca. 

Los susurros me atormentan y mis gritos hacen eco por todo el lugar, entre los susurros lo escucho tratando de hacerme ceder. Pero no flaquearé. Debo seguir escribiendo, no puedo parar, no pararé.

Tengo miedo, mucho miedo, el horror eriza mi piel, el terror me vuelve cobarde,  el miedo me mantiene alerta.

Debo seguir recordando, debo recordar porqué hago esto, no puedo olvidarlo.

 

Las sesiones a partir de esa noche fueron… fascinantes. En efecto tenía miedo, pero el poder enfrentarme a todas esas cosas, el tener que sobrevivir a los obstáculos era una experiencia adictiva, me sentía emocionado, realmente contento con la situación «¿Riesgo de muerte? ¡Estamos condenados a ella!». Parecían los delirios de un niño aburrido, pero realmente dejó de ser parte de mis preocupaciones tras pasar un tiempo.

Las sesiones pasaban como el día y la noche, pude ver cómo la sala se llenaba y vaciaba cada vez, ver a Haward quedar de primero siempre, ver cómo los veteranos sobrevivían mientras que aquellos novatos sin suerte perecían ante las pesadillas, así durante todo el mes.

Tuve bastante tiempo para charlar con Samantha, recuerdo haber hablado con ella en el tejado de un rascacielos durante una sesión. El cielo estaba calmado y una ligera brisa nos cubría de vez en cuando, el paisaje destrozado y cubierto pilares de agua ascendentes eran algo impresionante de ver.

Restos de edificios destruidos eran guiados por el agua que, por alguna razón, se elevaba sinfín al cielo. Un camino de tierra que parecía extenderse hasta más allá de las afueras de la inundada ciudad se podía detallar con facilidad. El contraste de azul era hermoso, gotas de agua flotaban a nuestro alrededor abandonando toda lógica. Como si la gravedad fuera un mero concepto.

—Pareces un poco más tranquilo —dijo Samantha.

—¿Te parezco tranquilo? Más bien siento que ya me acostumbré, aunque la idea realmente sigue sin agradarme —respondí mientras limpiaba mi cuchillo.

—Todos terminan acostumbrándose, después de todo, es eso o terminar muerto. No es como si tuviéramos muchas opciones.

—Hablando de opciones, ¿es imposible salir de todo esto? —Era una pregunta que tenía rondando mi cabeza desde que había aceptado en lo que estaba metido. Pero que nadie se dignaba a responder.

—Nunca he preguntado directamente, pero el anfitrión ha lanzado algunas indirectas de que estaremos aquí el tiempo que a él le provoque. No es como si adoremos hablar con él, de hecho el tan sólo verlo me pone los pelos de punta.

—¿En serio? A mí realmente no me causa ninguna reacción, además de pensar que es un tanto demasiado extravagante, como si fuera una especie de personaje de alguna historia de ficción —dije levantándome.

—¿Un personaje de ficción, eh? Es una manera de verlo. De todas formas, a pesar de los riesgos y de todo lo que implica estar en las sesiones, estoy algo agradecida con él. —Me quedé congelado por un momento, y supongo que Samantha se fijó en mi rostro de sorpresa cuando me vio, ya que se explicó enseguida.

—¡Vaya, cálmate! No estoy contenta con ver a docenas morir justo en frente de mí, o de tener la posibilidad de ser destrozada por no sé qué pesadilla de algún idiota. Simplemente estoy agradecida porque aquí puedo moverme, puedo correr, y hacer cosas que no puedo fuera, sé que es un poco enfermizo, estoy completamente consciente de eso, pero no puedo dejar de pensar en que puedo volver a ser yo misma gracias a lo que sea que sean las sesiones.

A decir verdad podía entenderla, las sesiones a pesar de todo el horror que representaban eran una especie de escape para mí, una fuente inagotable de emociones, y un método para superar la rutina de la que estoy preso.

Pero mi razón era más egoísta, yo sólo disfrutaba de la emoción que me daban, para Samantha significaban algo más.



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En el texto hay: fantasia, misterio, suspenso

Editado: 30.10.2022

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