Somnus

T R A U M A

Durante los próximos días no había nada que pudieran hacer. El asesino era lo suficientemente cauteloso como para dejar alguna prueba que lo delatara.

—¿Entonces solo esperaremos a que vuelva a atacar a alguien?— indagó Sabas.

Él en conjunto con los agentes se encontraban en la sala de planificación.

—¿Tienes una idea mejor?— indagó Athan.

—No, pero…

—Sabas hemos interrogado a los allegados a las víctimas e incluso hemos estado monitoreando sus movimientos en los últimos meses, sin embargo, no hay nada sospechoso— irrumpió Callen.

—Lo sé, no obstante hay algo que debamos poder hacer. Las autopsias han demostrado que se trate de un posible imitador.

—Y la doctora Allan, abrió la posibilidad de que también puede tratarse de una mujer, por lo que se doblegaron las posibilidades, aunque deberíamos esperar a los resultados.

—No podemos hacer más que esperar a que vuelva a atacar— acotó el jefe con desánimo. 

—Bien— respondió Sabas para posteriormente retirarse de la sala de planificación.

Sabas se dirigió hacia la bóveda y busco nuevamente el archivo del caso cero treinta y uno, tal vez había algo que se estaban perdiendo, sin embargo, no encontró nada y algo vino a su mente.

No había asesinado a un pequeño y una mujer porque, tal vez, el asesino quiere dejar un mensaje, pero lo difícil sería encontrar la razón.

—¿Otra vez con eso?— indagó Callen desde la entrada de la bóveda.

—Es que no tiene sentido que no haya nada que podamos hacer, hay un asesino suelto y dos cuerpos sin vida.

—Ocurre con frecuencia Sabas, cuando un criminal lo hace por simple morbo es difícil de atrapar.

—¿Qué hay si ese no el motivo? ¿Qué hay si asesina para demostrar algo o recrear algo?

—¿Recrear?

—Piénsalo, pudo haber asesinado a cualquiera si fuera por morbo, sin embargo, ¿por qué necesariamente a un pequeño y una mujer? ¿Por qué luego los acomodaría para parecer un día de paseo en el parque de diversiones?

—¿Dices que tal vez busca recrear algún recuerdo de su infancia?

—Es lo que debemos averiguar.

—Bien, lo haremos. Solo no seas tan irascible, ¿de acuerdo?. Es grandioso que seas tan entusiasta, pero debes mantener la calma.

—Lo siento— se disculpó.

Callen palmeó el hombro de Sabas y ambos regresaron a sus escritorios.

El día había llegado a su fin.

—Callen, saldremos a beber algo, ¿desear venir?— indagó Lain, quien estaba preparándose para finalizar su día laboral.

—No, está bien. Me quedaré un rato más y luego iré a descansar, no estoy de ánimos.

—¿Todo en orden?

—Si, solamente sabes que a veces me pongo malhumorado sin razón.

—¿Quieres que me quede contigo?

Callen formó una sonrisa.

—No, papa, no quiero que te quedes conmigo, quiero que salgas y te diviertas.

—Es en serio, Callen.

—Estoy bien Lain, en serio. Te llamaré ante cualquier problema.

—Bien, te veo mañana.

Lain saludó con un gesto de manos y se retiró de la estación con el resto del equipo.

Cinco días pasaron antes de que el asesino volviera a atacar… 

...

Favela, Buenos Aires

 

—Necesito que pases por Callen en la tarde, Cam— se oyó la voz de una mujer que se encontraba sentada frente a lo que parecía ser una escultura de cera manipulada por la mujer.

—¡He dicho que no puedo, Millana!— respondió el hombre mientras sostenía una botella de alcohol en mano recostado en un viejo sillón mientras observaba el televisor como lo hacía rutinariamente.

La mujer detuvo lo que estaba haciendo y se posó frente al hombre.

—¡No puedo ir por el niño! Actúa como un padre por una vez y ve por él al instituto.

El hombre la observo con molestia y luego formo una sonrisa irónica.

—¿Justamente tú estás pidiéndome que actúe como un padre? Vamos Millana, no me hagas reír. ¿Crees que no he observado su quemadura?

El rostro de la mujer se ensombreció.

—Pasarán a buscarlo en dos horas y no puedo ir por él.

—Tampoco yo, ya te lo he mencionado.

El pequeño, quien se encontraba en su cuarto a un pasillo de distancia de los gritos, no pudo evitar oír todo aquello y es que en la pequeña unidad en la que residían podía oírse hasta tres casas de distancia.

—¡No permitiré que falte nuevamente! ¡A este paso se convertirá en un alcohólico inútil como tú!

Cam tomó a la mujer fuertemente por el cuello.

—¡Te he dicho que no me llamaras de esa manera!

El aire en el cuerpo de Millana comenzaba a reducirse.

—Suéltame, Cam— pidió mientras luchaba para separar sus manos de su cuello.

—¡Retráctate!— exigió.

Pero la mujer estaba ocupada intentando resguardar el aire que le quedaba.

—¡Retráctate!— exigió nuevamente e impuso más presión.

El rostro de Millana comenzaba a cambiar de color.

—Lo...si...ento— logró pronunciar.

Cam distendió sus manos.

—No te oí.

La mujer logró recuperar un poco de aire.

—Lo siento, Cam. Realmente lo siento.

El hombre suelto a Millana y esta se tomó tiempo para recuperar el aire perdido a la vez que tosía incontrolablemente.

—Desaparece de mi vista— pidió Cam.

Millana se giró y se apoyó sobre el asiento en el que se encontraba con anterioridad y un objeto se centró en su zona de visión: la fuente que contenía la cera hirviendo que utilizaba para sus esculturas.

Sin pensar mucho al respecto, la tomo y lo derramo en el brazo de Cam, a lo que, en consecuencia, el hombre soltó un alarido de dolor que provocó que el pequeño se escondiera bajo su cama y se tapara sus oídos.

Los gritos de dolor por parte del hombre inundaron cada rincón de la vivienda.

Millana no podía hacer más que observar la escena con la respiración acelerada.




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