Somnus

C U L P A B L E

Un hombre con uniforme de seguridad ingreso por la entrada del museo para seguidamente registrarse en recepción. Los cuatro lo observaron y se levantaron rápidamente a excepción de Sabas.

—No va a irse a ningún lado, esperen a que comience con su recorrido y entonces lo interrogaremos— sugirió Sabas.

—Tienes razón— Callen volvió a tomar asiento.

Lain observó su reloj con completa inquietud.

—Iré a examinar el segundo salón— avisó Lain.

Avanzó en dirección a recepción para adentrarse en un ancho pasillo ubicado a su lado y con la mirada buscó a Bailen.

Encontró al mismo hombre que había ingresado por la puerta de entrada y se acercó hacia él y examinó su uniforme, en la placa que llevaba con su nombre se podía leer claramente, Keb Bailen.

Era un hombre alto, de cabello pelinegro, en complexión delgada, con ojos almendrados en color marrones oscuros.

—¿Keb Bailen?— interrogó Lain al hombre.

El hombre observó a Lain con curiosidad.

—¿Quién pregunta?

Lain rápidamente extendió su identificación policial.

—Agente Lain Boyle— se presentó— Hay unas preguntas que necesitamos hacerle.

—¿Necesitamos? 

Lain hizo un gesto para que lo siguiera y el hombre fue tras él.

Avanzaron hasta donde se encontraba el resto del equipo y estos se levantaron en cuanto vieron a ambos acercándose.

Los tres saludaron con una reverencia y el hombre imitó su acción.

—Somos de la policía local de Beazley y hay algunas preguntas que nos gustaría hacerle, ¿podría ser?— pidió Buckley.

Callen observó con detenimiento al hombre y de repente un fugaz recuerdo invadió su mente. 

"—¿Estás en casa, Callen? ¡Vamos a jugar!— se oyó la voz un pequeño niño que se encontraba del otro lado de la puerta de entrada.

El pequeño Callen salió con emoción de su unidad y ambos niños fueron corriendo con gran exaltación hasta la cancha de futbol del barrio"

El hombre observó a Callen con extrañeza, pero volvió la mirada hacia Buckley para asentir ante su pregunta.

—Podemos ir a la sala de descanso si les parece bien— ofreció Bailen.

—Iremos detrás de ti— respondió Lain.

El hombre avanzó por el pasillo por el que había llegado con Lain y se adentraron en una de las puertas ubicada al final del salón.

Se acomodaron en una mesa cercana y Bailen se sentó frente a ellos.

—La razón por la que estamos aquí es porque reciente ha habido una ola de asesinatos que involucran el uso del material de cera— comenzó Lain.

—Tenemos entendido que solía vivir en el barrio de Favela, ¿es correcto?— irrumpió Callen.

El hombre lo observó con sorpresa.

—¿Cómo sabe eso?

—Es parte de nuestro trabajo— respondió tajante.

El hombre asintió con la cabeza.

—He vivido allí la mayor parte de mi vida hasta que tuve la edad suficiente para independizarme.

—¿Por qué eligió Beazley de todas las ciudades para vivir?

—Cuando a penas me mude, conseguí un trabajo en una compañía como guardia de seguridad también, pero más adelante me ofrecieron el trabajo este en el museo y las condiciones y sueldo eran mejores que en la compañía, lo único que debía hacer era mudarme aquí para estar más cerca.

—¿Recuerda el asesinato que sucedió en la unidad siguiente a la suya en el año mil novecientos noventa y nueva?

El hombre desvió la mirada para intentar recordar, pero negó con la cabeza.

—Honestamente, mi madre lo recuerda de vez en cuando, pero para ese entonces yo era demasiado pequeño y no recuerdo mucho acerca de mi infancia.

—¿Dónde estaba el día viernes nueve alrededor de medianoche?

—Generalmente, los viernes trabajo hasta las cinco de la tarde y luego de eso me voy a casa. No soy de salir mucho por lo que supongo que esa fue mi rutina de aquel día.

—¿Supone?— interrogó Callen.

El hombre asintió.

—De vez en cuando voy de visita a mi antiguo barrio para ver a mi madre, pero estos últimos días no he ido.

—¿Puede comprobarlo?— replicó.

El hombre lo observó atónito.

—Por casualidad, ¿soy sospechoso de los homicidios?

—No, por el momento— respondió Buckley—Pero aún debemos verificar su coartada.

El hombre asintió.

—Pueden verificar mi asistencia al trabajo ese día en recepción.

—No es el— informó Sabas por lo bajo.

—¿Cómo estás tan seguro?— replicó Callen.

—Su complexión física es diferente a la del hombre de las grabaciones.

—Pero no olvidemos que puede tener un posible cómplice.

—Si, que es una mujer— le recordó.

—¿Y si no lo es?

—¿Qué quieres decir?

—Sabes lo sencillo que es hacerse pasar por alguien diferente hoy en día.

Lain les dio un pequeño golpe a ambos para evitar que sigan hablando y estos se silenciaron inmediatamente.

—Bien, señor Bailen, eso era todo— Lain saco una tarjeta de presentación—Si recuerda algo o puede sernos de ayuda con alguna información útil, no dude en llamarnos— ofreció.

El hombre asintió.

—Lo haré oficial.

Los cuatro estaban saliendo del cuarto hasta que Bailen detuvo a Callen.

—Disculpe, agente.

Sabas, Lain y Buckley se retiraron de la habitación, quedando Callen y Bailen solos.

Callen se giró hacia el con curiosidad.

—¿Hay algo más que quiera saber?— interrogó Callen.

—Por casualidad, ¿nos hemos visto antes?

—¿Luzco familiar?

—Nada más tengo esta sensación extraña de que lo conozco de algún lado, pero no sé de donde.

—Es la primera vez que te veo— respondió sin más— Entonces, me retiraré— Callen se despidió con una última reverencia para seguidamente retirarse de la habitación.

Sabas avanzó hasta la recepción del lugar.

—Siento molestarla una vez más, pero hay algo que debo saber.

—No es problema, ¿qué desea saber?— interrogó la mujer sonriente.




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