Somnus

E P I S O D I O S

Lain se encontraba en su escritorio cuando un hombre de mediana edad se acercó hacia él.

—¿Agente Boyle?— interrogó el hombre que vestía el uniforme reglamentario de la estación.

Lain se levantó de inmediato de su asiento.

—¿Agente Avia?

El hombre asintió y Lain estiró su mano hacia el para estrecharla con la del agente.

—Siento interrumpirlo en horas de trabajo y hacerlo venir hasta este edificio— se disculpó Lain.

—No se preocupe, me alegra poder ayudar.

El hombre estiró lo que parecía ser una diminuta tarjeta de memoria.

—Tómese su tiempo, puede devolverla cuando haya acabado de analizarla.

—Realmente se lo agradezco, agente.

El agente se despidió con un gesto de manos para seguidamente alejarse del sitio.

Inmediatamente, Lain colocó la tarjeta en su computador. Abrió la carpeta con los archivos de las grabaciones y buscó la fecha en la que la llamada fue realizada.

"Doce de julio"

Presionó sobre una carpeta que contenía la fecha como nombre en la parte superior y a su vez, varias grabaciones aparecieron en pantalla.

Tras varias grabaciones analizadas, una en particular llamó su atención.

Tomó unos auriculares para seguidamente acomodárselo en sus oídos y oír con detenimiento la grabación.

Un hombre con el uniforme reglamentario se veía de espaldas con un teléfono sobre su oído.

—Ya es hora— se oyó departe del hombre.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Lain, la voz le sonaba tan familiar y rápidamente se deshizo de los auriculares.

—¿Tal vez he oído mal?— se preguntó a si mismo mientras sus manos comenzaron a temblar.

 

Golpeó su rostro con la palma de sus manos.

—¡No saques conclusiones que puedas lamentar, Lain!— se regañó a si mismo.

Con sus manos aun tiritando, volvió a tomar los auriculares para nuevamente colocarlos en sus oídos.

—Intercéptalo en la vía y deshazte de la grabación. Si tienes que deshacerte de él, no me importa, haz lo posible para destruirla, ¿entendido?

Para cuando Lain pudo volver en si, su rostro se encontraba inundado en lágrimas.

—No es posible, no puedes ser tú— la conmoción había tomado el control de Lain—No es posible— repitió en un sollozo.

Lain intentó alejar las lágrimas de su rostro en un intento por realizar una copia de la grabación.

 

—Debo mostrárselo a Callen, seguramente haya un error y me ayude a entenderlo— esbozó con sus palabras entrecortadas.

De repente, Lain comenzó a sentirse sofocado y su respiración comenzaba a comprimirse.

Se deshizo de su corbata y desabrochó los botones del uniforme.

Caminó hacia el estacionamiento trasero en donde se desplomó mientras el llanto se volvía cada vez más audible.

...

El familiar diván del doctor Neila, comenzaba a sentirse cómodo para Callen.

—¿Cómo te has sentido estos días?— interrogó el doctor con su característica carpeta entre manos.

—Sofocado— se sinceró.

—¿Qué es lo que puntualmente te hizo sentir de esa manera?

—El haber vivido en una mentira durante los últimos veinte años.

—¿Quieres contarme sobre eso?

Callen cerró sus ojos para seguidamente largar un suspiro.

—Comienzo a recordar fragmentos del pasado, cada vez son más sucesivos.

Callen realizó una pequeña pausa y aun con sus ojos cerrados prosiguió.

—La imagen que tuve de mi madre durante todos estos años, se desvaneció en un segundo, con solo un recuerdo.

El doctor Neila apoyó la carpeta sobre sus piernas y observó a Callen con detenimiento.

—No fui ella quien me genero la cicatriz en la muñeca.

Callen con unas de sus manos se acomodó el cabello hacia atrás en señal de aflicción.

—Aquella persona que se hacía llamar padre, me hizo creer que ella era la culpable de cuestiones que ocurrieron en mi infancia. 

—¿Puedes hablar de lo que recordaste?

Y en sus pensamientos, se vio así mismo frente a la escultura que su madre había hecho en su honor.

—La escultura que hizo para mí cuando era pequeño, pero sobre todo con el cariño que la hizo, incluso a través de un recuerdo pude sentir el cariño que tenía hacia mí.

Con la punta de su dedo índice, Callen limpió la lágrima que comenzaba a formarse en sus ojos.

—Nunca sabremos cuan compleja es la mente humana, pero en determinadas situaciones, nuestro cerebro suele almacenar recuerdos dolorosos y resguardarlo por tiempo indeterminado, incluso pueden llegar a ser distorsionados, pero no considero que sea el caso.

—¿Entonces que ocurrió?— indagó Callen con aflicción.

—La mayoría de los niños pueden poner atención y captar la información que es importante cuando es necesario. Pueden almacenarla en la memoria a corto plazo y a largo plazo y recordarla cuando la necesiten. Pero algunos niños tienen dificultades con la memoria, por lo que puede ser fácilmente manipulable. 

El doctor Neila se levantó de su asiento y comenzó a caminar con lentitud de un lado a otro.

—Pongamos de ejemplo el caso de la cicatriz. ¿Por qué has creído toda una vida quien había sido tu madre la causante de la misma?

El doctor Neila hizo una breve pausa para seguidamente proseguir.

—Ante una situación de temor y miedo profundo, tu mente se convenció de que quien lo había hecho fue tu madre, porque de esa manera se mantendrían a salvo.

—¿Eso es todo?— Callen abrió sus ojos y observó al doctor con frustración.

—Es más complejo que eso, Callen. No todas las personas reaccionan de la misma manera ante una experiencia que provoca cierto terror, y no siempre se huye del miedo. Un estímulo percibido como amenaza desencadena esta reacción en la amígdala, que activa las áreas del cerebro implicadas en la preparación de las funciones motoras involucradas en la lucha o en la huida, al tiempo que libera hormonas del estrés y activa el sistema nervioso simpático.




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