Somnus

T O P A C I O S

Callen se encontraba de regreso en el pasillo de las puertas acompañado del pequeño.

—¡¿Fui yo todo este tiempo?!

Ailan observó a Callen apenado.

—Aún hay muchas cosas que debes descubrir por ti mismo.

—¿No puedes decirme al menos quien eres?, ¿por qué eres parte de mis recuerdos?

—Entenderás gran parte de ello en la puerta final.

Callen lo observó con gran aflicción.

—¿La puerta final?

Y Callen llevó la mirada hacia el final del pasillo.

"Callen Messinas"

—¿Nunca te preguntaste por qué tus recuerdos comienzan a partir de los diecisiete años?— interrogó el pequeño.

Callen quedó pensativo ante la pregunta del pequeño y es que nunca lo había pensado.

—Nunca sentí curiosidad por mi pasado, sobre nada que no pueda recordar.

El niño asintió como si entendiera el porqué jamás se había hecho esa pregunta.

—Detrás de esa puerta se resguardan todos esos recuerdos que fueron almacenados en lo más profundo de tu mente.

Y Callen hizo lo posible por recordar su niñez, incluso su adolescencia, pero nada venía a su mente, más que los recuerdos que fue recuperando desde el nacimiento del "El Asesino de Cera".

—El asesino de cera— repitió en un susurro— ¿Él es yo?— y jamás había sentido tanto miedo como lo sintió en ese momento a la espera de la respuesta.

—Encontrarás la respuesta por ti mismo.

Callen asintió resignado.

No había nada que el pequeño pudiera decirle.

Avanzó hasta la puerta final para seguidamente tomar el pomo de la misma y adentrarse en ella.

Frente a él pudo observar el lifting de una pequeña vivienda, una vivienda que le resultaba familiar o al menos, similar a otra que ya había visto.

Tomó el teléfono y revisó la fecha en la que se encontraba.

"Doce de julio, mil novecientos noventa y dos"

Callen guardó de vuelta el teléfono y analizó su alrededor.

Un pequeño living adornado con un sillón frente a un viejo televisor y herramientas de escultura, a un lado una improvisada cocina a medio construir y del otro lado, un angosto pasillo con tres puertas a sus lados.

Una llevaba al lavabo, otro a una habitación que contaba con una litera de dos plazas y en la última puerta, comenzó a oír un lejano llanto de bebe.

Tomó el pomo de la puerta y al abrirla se encontró con la imagen de una mujer de espaldas consolando a un pequeño entre brazos.

—Está bien, cariño. Ya se ha ido— consoló la mujer que llevaba un atuendo desgastado y el cabello alborotado.

Callen fijó la mirada en el pequeño y sus ojos topacios se encontraron con los ojos topacios del pequeño y de repente, el llanto del niño se detuvo.

—Lo siento, pequeño— la mujer dio unos suaves golpecitos al pequeño para seguidamente dejarlo en un moisés cercano a ellos.

La mujer se agachó a la altura del niño y está acarició su cabello

—Iré a prepararte el biberón, ¿de acuerdo?— la mujer tomó la mano del niño—Debes estar realmente hambriento.

La mujer retomó la postura y se giró para salir de la habitación, atravesando a Callen, mientras que este cayó de espaldas a observar el rostro de la mujer.

—¿Mama?— pensó en voz alta con sus ojos cristalizados.

Y unos sonidos provenientes del niño lo hizo recobrar la compostura. Callen retomó la postura y se acercó hasta él.

—¿Eres Callen?— preguntó como si el niño pudiera responderle.

El niño soltó una risita alegre.

—Oh, puedo oír tu risa hasta aquí, ¿qué tiene tan feliz a mi pequeño?— se oyó la voz a la distancia de Millana.

—¿Por qué no puedo recordarla de esta manera?— se lamentó.

Callen observó su alrededor y sobre una mesita de luz, observó la foto del pequeño, acompañado de un pastel de cumpleaños.

"Callen, tres años; nueve de abril de mil novecientos noventa y dos"

Callen se giró y caminó en dirección a la cocina.

Se detuvo a observar a Millana quien con una mirada afligida preparaba el biberón.

Millana intentó secar con la manga de su atuendo las lágrimas que se deslizaban por su rostro y un dolor en su rostro, la distrajo.

Callen la observó más de cerca y unos cuantos moretones acompañados de varios cortejos relucieron en su rostro.

—¿Por qué tienes el rostro así?— y nuevamente volvió a lamentarse.

El sonido de un portazo resonó en la pequeña habitación y Millana se giró con gran estremecimiento, al igual que Callen, al imaginar de quien podría tratarse.

Un hombre furioso ingresó por ella.

—Necesito dinero— pidió el hombre como una orden.

—Cam— pronunció Millana con la voz temblorosa— Te he dado lo que tenía, ya me he quedado sin dinero, lo juro.

El hombre se acercó a ella con gran intimidación para seguidamente tomarla del brazo.

—No pregunte si tenías, he dicho que lo necesito.

Y con la mano libre, el hombre revisó los bolsillos de la mujer.

—Bingo— dijo el hombre acompañada de una sonrisa despreciativa.

—No, Cam, por favor. Es para comprar el alimento de Callen— rogó Millana con ambas manos entrelazadas.

El hombre se acercó aún más a su rostro y su mirada se ensombreció.

—No es mi problema, te hubieras deshecho de él cuando te lo dije.

El hombre llevó la mirada en dirección al cuarto del pequeño y formó una maliciosa sonrisa.

—Esto puede solucionarse fácilmente.

El hombre soltó el brazo de la mujer y caminó en dirección a la habitación del niño.

—¡No, Cam!— rogó la mujer— ¡No le hagas nada a él, me tienes a mí, puedo soportar todo!

Millana salió tras él con desesperación.

Tomó una de las almohadillas de la cuna del pequeño.

—¿Quieres dormir un poco?— preguntó el hombre observando al niño con un notable odio.

El pequeño comenzó a sollozar.

—¡Cam, por favor!— pidió nuevamente con desesperación.




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