El sonido de unas pesadas botas resuenan en aquel tétrico y abandonado lugar que en su momento solía ser uno de los parques de atracciones más concurridos de Buenos Aires. El dueño de los pasos tararea una melodía a medida que camina por el sitio.
Se detiene en una de las atracciones que solía ser el centro de atención de los más pequeños, el carrusel. Acomoda sobre uno de los compartimientos en forma de caballo, un muñeco infantil de cera de tamaño real. Acomoda la mano del muñeco sobre el sostén de la atracción y forma una sonrisa al verlo.
Regresa hacia la entrada del parque y de su camioneta toma otro muñeco más de cera, esta vez el de una mujer. El muñeco llevaba un vestido hasta las rodillas en color carmesí, un sombrero de playa y unos zapatos con medio taco en color negro opaco y en su rostro se formaba una sonrisa forzada.
El hombre acomodó el muñeco sobre la valla que solía rodear el carrusel y coloco su rostro en vista hacia el pequeño muñeco del carrusel, como una madre observando a su pequeño en un día de paseo por el parque.
Anhela momentáneamente a lo que ante sus ojos era una obra de arte, pero no era del todo perfecta, había un pequeño desperfecto en la escultura del pequeño.
El hombre suelta un suspiro y se acerca hacia la escultura, toma un pañuelo que llevaba consigo y limpia una manchan rojiza que se deslizaba desde el interior de la prenda inferior.
Saca una pequeña cámara y toma una foto de su creación mientras la acompaña con una sonrisa de satisfacción.
...
—Callen, despierta— se oyó una voz masculina—Callen, tenemos un nuevo caso— avisó.
Callen abrió sus ojos lentamente y observo a su alrededor, se encontraba recostado debajo de uno de los sillones de la estación policía.
—Messinas te necesitamos en la sala de planificación— dijo otra voz masculina normalizando que su compañero dormía debajo del sillón y no sobre él.
—Enseguida voy— afirmó entre dormido.
Fregó sus ojos, salió debajo del sillón y se dirigió hasta el lavabo para posteriormente asear su rostro y se observó momentáneamente en el espejo.
Sus almendrados ojos topacios aún se encontraban adormilados, acomodó su azabache y alborotado cabello y observó su atuendo, no llevaba el uniforme reglamentario.
Caminó hasta el vestuario y tomó el uniforme con su nombre escrito en él, Callen Messinas, Agente, Equipo 1 de Crímenes Violentos.
Se dirigió hacia la sala de planificación una vez que se vistió con el uniforme y el resto del equipo ya se encontraba allí.
—¿Otra vez has dormido aquí?— indagó Sabas, su compañero de equipo.
Sabas era pelirrubio con unos brillosos ojos en color miel y a la vez, era el más joven del equipo.
—No recuerdo haberme quedado aquí honestamente— respondió Callen.
—Deberías dejar de salir a beber con el equipo— sugirió Sabas.
El jefe de equipo llego a la sala y se posicionó frente a ellos.
Sobre la mesa apoyo una foto de un parque con al parecer dos muñecos en él.
Los agentes la observaron con curiosidad.
—El asesino ha tomado una fotografía de la escena del crimen y la ha enviado a la estación.
—¿Escena del crimen?— interrogó Sabas con confusión.
—A simple vista parecen ser muñecos de cera, pero son cuerpos humanos cubiertos en capas de cera— informó.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Callen y el horroroso caso en el que estuvo envuelto, según los informes policiales y los noticieros locales, invadieron su mente.
______Flashback______
El pequeño Callen se encontraba arrinconado en su habitación con las lágrimas inundando su rostro mientras rogaba que su madre se detuviera.
—¡Mamá, no lo hagas!— los gritos del pequeño invadieron la habitación.
—¡Un momento te pedí que te quedaras en silencio y ni eso has podido hacer!— su madre tenía entre manos una olla con cera hirviendo.
—¡Me mantendré en silencio, lo prometo! ¡Solo hablaré cuando me lo pidas, pero no lo hagas, mama!— rogó una vez más.
_____FinFlashback_____
Callen se había perdido en sus pensamientos mientras observaba la cicatriz de quemadura que su madre le había ocasionado aquel día.
—Callen— llamó Sabas.
Callen disperso aquellos pensamientos y cubrió su muñeca con la manga del uniforme.
—¿Todo en orden, agente Messinas?— indago el jefe del equipo.
—Si, señor— respondió con firmeza.
—Bien, en primer lugar nos dirigiremos a la escena del crimen en conjunto con la policía científica y recolectaremos todas las pistas posibles— informó el jefe.
—¿Por qué el asesino haría eso?— interrogo Callen— ¿Por qué enviaría el asesino una fotografía de su propio crimen?
Los agentes de repente sintieron la misma curiosidad.
—Es un claro indicio de arrogancia o narcisismo— respondió el jefe— Y nos está probando, está probando que tan habilidosos somos para atraparlo. No será un caso fácil de resolver, los asesinos egocéntricos son los más cautelosos, por lo tanto, lo más duro de atrapar. Es por eso que debemos trabajar arduamente, ¿de acuerdo?
—Si, señor— respondieron al unísono.
El equipo se dirigió hacia la escena del crimen y al llegar, la policía científica ya se encontraba en el lugar.
Sabas no pudo evitar sentir náuseas al ver la escena, aún era un novato.
—Vas a acostumbrarte— consoló Callen.
Pero Callen se encontraba frente a la escena del crimen y no pudo evitar sentir un nudo en la garganta.
—Que no te detenga Callen— ánimo Lain, otro agente del equipo a quien Callen consideraba un buen amigo.
Callen asintió y tomó aire.
—Odio sentirme de esta manera y no recordar nada.
—¿A qué se refiere?— indagó Sabas con curiosidad en referencia a las palabras de Lain.
Callen se silenció unos momentos hasta que se resignó.
—Tarde o temprano lo sabrás. Cuando estés aburrido en la estación, busca entre los casos archivados el caso cero treinta y uno del año mil novecientos noventa y nueve, el caso de la familia Messinas— respondió Callen—Solo, no preguntes sobre ello cuando lo leas— pidió.
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Editado: 07.11.2024