Somos demasiado jóvenes para dejarnos morir

Capitulo 10

Capítulo 10

Me recuerda a alguien.

Esta vez no dolió tanto. No dolió como la última vez.

Solo sé que esta vez no será como aquellas veces… como aquella vez en la que me hundí, quedé estancada en pensamientos que me hacían sentir insuficiente y miserable. Solo sé que esta vez es diferente, porque realmente quiero sentirme diferente.

Tenía miedo. Pero ahora… ahora tengo aún más miedo, aunque también tengo la certeza de que las cosas pasan por algo. Y sé que, si aquella noche mi madre no hubiese estado ahí, yo no estaría aquí.

Estoy en casa. Han pasado dos semanas desde la cirugía inesperada. Confieso que no fue fácil. Tuve que despedirme de gran parte de mi comida preferida. Mi estómago quedó delicado, sensible, muy susceptible ahora tengo horarios fijos para comer, tengo prohibido consumir grasas saturadas y, lo peor de todo, no puedo disfrutar de mi bebida favorita: leche con chocolate. Por un largo, muy largo tiempo.

No me puedo quejar. Este es el resultado de una vida difícil y sin control desde hace un par de años. Lo más triste es que ni siquiera la disfruté como me hubiera gustado.

Es lunes por la mañana. La rutina de mi madre y Lily vuelve poco a poco a la normalidad. No fue fácil para nadie, no cuando todos recuerdan lo que pasó.

“Tengo un nudo en la garganta cuando lo recuerdo.”

Mi madre ha cambiado sus turnos un par de veces, pero ahora debe volver a su trabajo. Es un poco más tranquilo. Estos últimos días no ha parado de ver recetas saludables en YouTube. Sus ideas se le acabaron apenas fui dada de alta.

Confieso que verla en la cocina, con el mandil puesto, llena de harina y rodeada de demasiados bowls sobre la mesa, mientras seguía las recetas al pie de la letra, fue muy gracioso. Desde que tengo memoria, a mi madre nunca le gustó la cocina. Nunca supe por qué no le interesó. Tal vez siempre tuvo la mente metida en sus libros de medicina y en su ambición de ser la mejor.

Algo que nunca heredé de ella… o tal vez no lo he intentado.

Entro a la cocina. Hay un desastre. Una nueva receta de mamá está a punto de nacer. Lleva puesto su mandil nuevo, ese con caritas de todas las personalidades posibles. Lily dice que representan todos los estados de ánimo por los que pasa mamá mientras cocina.

—Oh, Mar, cariño. Buenos días —me saluda, algo alterada. Ya es tarde—. ¿Cómo te sientes hoy?

—Buenos días, mamá... Creo que estoy bien. Bueno, ya no tengo dolor.

Me dirijo a la alacena en busca de dos tazas. Es tarde, Lily debe estar en la universidad; la escuché salir esta mañana. Sirvo mi té y una taza extra de café. Las dejo sobre la mesa y ayudo a mi madre a pasar los platos.

Platillo del día: pechuga asada con ensalada de verduras y gelatina de uva. Mi favorita.

—¿Tomaste el medicamento de las 6:30? —pregunta, esta vez mirándome como si quisiera asegurarse de que no le mienta.

—Sí. Lily lo dejó en mi mesita antes de irse.

Me siento. Ella me imita el gesto mientras echa un vistazo al reloj. Tiene exactamente diez minutos para desayunar antes de irse.

—Tu padre llamó esta mañana —dice, hojeando su agenda—. Preguntó cómo estás…

Como todos los días, pregunta por mí, pero rara vez lo veo.
Sé que me está evitando. Otra vez.

—Te lo estás guardando otra vez, Mara —dice, esta vez mirándome con firmeza—. Sería bueno que lo llamaras. Cuéntale cómo te sientes.

Tomo un sorbo de mi té, aún caliente.

—Lo haré, mamá —susurro.

—Ay, Dios... ¡mira la hora! —exclama mientras salta de su asiento para llevar los platos al fregadero—. Tengo que irme, cariño. La comida está en el refrigerador y, por favor, ¿puedes sacar la ropa de la secadora?

Se pone su abrigo negro, toma las llaves del carro, su móvil, el portafolios y dos bolsos más, siempre repletos de cosas.

Me da un beso en la frente.

—Te quiero, Mara. No olvides tus medicamentos.

Y sale por esa puerta.

Me quedo ahí. Una vez más, la rutina retoma su curso.

Tomo mi desayuno. Las instrucciones son claras: bocados pequeños, comer despacio.

Mientras termino, saco el móvil del bolsillo de mi sudadera color café. Es una de mis favoritas. Tiene un dibujo de un perrito. No es que sea fan de los perros, pero me gustan.

Reviso el feed. Nada nuevo. Algunas de mis excompañeras, que alguna vez llamé amigas, publican vidas que parecen tan distintas a la mía... al menos eso aparentan.

Entonces entra un mensaje. Es de Lily:

“Lo vi y pensé en ti.”

Un diplomado: "Finanzas y economía para tomar decisiones asertivas."

Incluye un enlace. Al leer el título, sé perfectamente de qué trata.

Toco el link.
Leo con cuidado. Me encantan los temas relacionados con finanzas y economía.

“Conoce nuestro plan de estudios y adquiere las habilidades necesarias para tomar decisiones asertivas en tu negocio y trabajo. Sé el mejor líder.”

"Sé el mejor líder".

Esa frase retumba en mi cabeza. Se clava con un eco sordo.




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