El pasillo comenzaba a llenarse cuando Stella Maguire hizo una entrada digna de película: pasos firmes, mirada alta, cabello rubio al viento. De pronto, el pasillo fue solo suyo. Las miradas de una multitud atenta la siguieron hasta que se detuvo frente a su casillero. Imperturbada ante la atención —tan habitual como el timbre de la última hora—, abrió la puerta y empezó el ritual: apiló sus libretas, de mayor a menor tamaño; organizó los bolígrafos por colores, de los más oscuros a los más claros, en el portalápices; y bebió agua de su termo durante exactamente ocho segundos Luego, roció el interior del casillero con una pequeña botella de perfume que guardaba en el estante superior. Los movimientos eran precisos, casi coreografiados. Y aunque todos la observaban, ella lo hacía por costumbre. Como un acto íntimo, solo suyo. Para finalizar el ritual, besó el espejo en forma de corazón que tenía pegado en la puerta, dejando una aceitosa marca rosada. Por cierto, ese labial era la fantasía de muchos estudiantes, pero solo uno había logrado saborearlo: su novio, Aaron Abbasi.
La campana sonó y un nudo se formó en su estómago. No pudo evitarlo. Al oír que el pasillo entero se ponía en marcha otra vez, como si alguien hubiera presionado play después de una pausa dramática, se imaginó lo que venía. Cerró la puerta del casillero. Sus manos ya no se movían con tanta seguridad y su pulso se aceleró. Entonces lo vio venir. Aaron estaba rodeado por sus compañeros del equipo de futbol. Eran altos, ruidosos y seguros de sí mismos. Él reía con alguien mientras jugueteaba con una pelota de goma. La mirada de Stella solo podía delatar inquietud porque estaba por comprobar si una de sus peores pesadillas podría hacerse realidad o no. Y mientras él y sus amigos se volvían el centro de atención y un camino invisible se abría solo para ellos como por arte de magia, ocurrió lo inevitable.
La pesadilla de Stella tenía cabello negro y pechos grandes, y se deslizaba como si la escuela le perteneciera. Un séquito de chicas la acompañaba mientras se abría paso entre la multitud, al tiempo que le echaba un ojo a Aaron. También la miró, solo un segundo, pero fue suficiente. Después actuaron como si no existieran el uno para el otro. Pero ya era tarde: Stella lo había visto todo.
No sabía mucho sobre ella, excepto que su nombre era Christine y estaba en penúltimo año. De hecho, no tenía idea de su existencia hasta el día que la atrapó mirándolo. Él estaba en un entrenamiento de fútbol y ella en una práctica de animadoras cuando ocurrió. Al principio, le dio lástima. Luego cuando Christine insistió, lo sintió como un ataque. Impulsivamente, atravesó el campo durante un descanso y lo besó con tanta intensidad para que todos lo vieran. Cuando miró hacia las gradas otra vez, la chica había desaparecido.
Pero ahora que fue testigo de cómo Aaron volvió a girar la cabeza para verla una última vez, entendió que algo pudo haber cambiado. Y también entendió que era hora de tomar acción. Y para la capitana de animadoras y probablemente la chica más popular y deseada de toda la escuela, tomar acción no era un desafío. ¿Cómo podría serlo? Era hermosa, de último año, animadora, novia del quarterback, tenía un cabello rubio y asombroso y tenía el mejor círculo de amigos.
¿Que estoy exagerando? Para nada. Pero, si no me creen, pueden creer en las últimas opiniones y declaraciones de los alumnos de Liberi, porque todos tuvimos siempre algo que decir. Por supuesto, por el bien de todos, sus nombres no fueron revelados.
“¿Qué piensas acerca de Stella Maguire?”
Anónimo 1: “Es tan ardiente. Haría Un home run con ella, sin duda”.
Anónimo 2: “Una completa perra malvada. Una vez se burló de mis zapatos ¡En mi cara!”.
Anónimo 3: “Pienso que seré la nueva Stella Maguire luego de que se gradúe”.
Anónimo 4: “No sé por qué todo el mundo la adora. Lo único que sabe hacer es ponerse una falda y agitar pompones”.
Stella podía jurar que sería elegida como la reina del baile de graduación. Ni siquiera tenía que preocuparse por su nominación porque más de una persona pensaría en nominarla. Pero lo que sí lograba preocuparla era la trágica posibilidad de quedarse sin novio y sin acompañante para el baile. No era culpa suya, ni de Aaron. Y tampoco era que fuera estúpida. Lo sabía, pero perderlo no era una opción. No era solo por la imagen, ni por el poder que venía con ser su novia. Eso venía con el paquete, claro. Pero no era lo más importante. Era él. Aaron. La manera en que a veces la miraba cuando creía que nadie más los veía. La forma en que le apartaba cualquier mechón de cabello del rostro. Las noches en que se quedaban hablando por horas de cualquier cosa. Tampoco quería verlo con alguien más. No podría. Pero, sobre todo, no había manera de que no fuera con Aaron al baile. Llevaba casi tres años planeándolo. No renunciaría solo porque él era demasiado débil.
—Hola —él se acercó con pasos lentos y despreocupados. Era en un momento como ese que el resto del mundo se apagaba, menos Aaron. Él era lo único que existía para el cerebro de Stella.
El corazón le latió más rápido, igual que siempre que lo veía. Aunque llevaban casi tres años juntos, seguía sintiendo esa especie de electricidad en todo el cuerpo porque aún lo amaba. Y no de la manera superficial que todos pensaban, sino de verdad. Intensa e ingenua.
Lo besó despacio, rodeándolo con los brazos mientras aspiraba ese aroma tan varonil que adoraba. Él puso sus manos en su cintura y la atrajo hacia él. Aaron profundizó el beso y Stella casi olvidó lo que acababa de ver. Casi… Porque la pregunta volvió a su mente: ¿Él todavía se sentía igual? Era una tortura siquiera preguntárselo. Pero la respuesta tenía que ser sí. Si no, entonces, ¿por qué seguían juntos?
Editado: 29.08.2025