¿Había algo peor que esperar?
Esa noche, Kate pensó que no. Porque esperar se sentía como poner en pausa todo. El reloj de su computadora seguía avanzando, pero ella se había quedado atrapada en la última hora. Y aunque ya había leído tres veces el primer párrafo acerca de La Guerra Fría en su libro de historia, era imposible concentrarse. Todo en lo que pensaba era en Zack y la fiesta. Cada dos minutos volvía a levantar el teléfono, lo desbloqueaba y revisaba si él había decidido recordar que existía. Pero era inútil, no había ninguna notificación.
La computadora, con un documento en blanco, se burlaba de Kate. El cursor parpadeando, le gritaba que se diera prisa. Pero cada vez que ponía los dedos sobre el teclado y juraba que dejaría de perder el tiempo, volvía un recuerdo de la fiesta, y la angustia la consumía, obligándola a permanecer sentada en su escritorio, al pendiente del teléfono.
Había intentado convencerse de que no le importaba. Pero lo cierto era que cuando llegaba un recuerdo de la fiesta, lo veía con la misma claridad con la que recordaba cada detalle: Zack al otro lado del patio, Zack acercándose mientras la luz cálida le iluminaba el rostro, la canción que sonaba en el momento en que le susurró algo al oído, y el olor en el aire cuando se apartaron después del beso.
No podía solo dejarlo ir. Había una diminuta parte en ella que esperaba que él mostrara un poco, solo un poco, de interés. Un mensaje, una palabra, una pregunta sobre la tarea, algo tonto, lo que fuera… ¿Era tan difícil?
Se imaginó siendo Zack por un instante. Seguramente estaba en su habitación, y quizás también estaba teniendo problemas para concentrarse en fechas y nombres. Su teléfono debía estar lejos, o sin batería. Tal vez estaba demasiado concentrado como para revisar sus mensajes. O, en el mejor de los casos, simplemente estaba tan confundido como ella.
Pero no. Kate sabía perfectamente que alguien como Zack no se confundía. Alguien como él era quien lograba confundir a los demás . Y por mucho que intentara justificarlo, sabía que esa noche era casi improbable que llegara algún mensaje suyo. Y, aun así, en el fondo, se aferraba a la absurda esperanza de que eso cambiara. Todavía quedaba el mañana, pensó. Quizá, al despertar, podría encontrarse con una sorpresa. Odiaba lo ingenuo que eso sonaba, pero era todo con lo que podía quedarse por ahora.
El brillo repentino de la pantalla de su teléfono le aceleró el corazón. Respiró hondo antes de estirar la mano para tomarlo. Y con un nudo en el estómago, lo vio:
Claro que no era Zack. Alguien había compartido en Instagram un par de fotos de la fiesta. Vio solo la primera, la de ese chico a punto de saltar desde el balcón. Se quedó mirándola unos segundos, con los labios apretados y, finalmente, suspiró. Después dejó el teléfono boca abajo. No quiso ver el resto.
Aún quedaba el mañana, se repitió a sí misma. Pero eso sonaba más como a un consuelo que a certeza.
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Todo el mundo estaba hablando de eso: Michelle y Mason habían terminado… otra vez. Al principio, pensó que solo eran rumores. Pero luego escuchó que los vieron discutiendo afuera del laboratorio de química. Y ahora, alguien aseguraba que no estuvieron juntos ni un momento en la fiesta de Jimmy Boyle. Y tomando en cuenta el historial de rupturas y reconciliaciones, parecía ser oficial: Michelle Byers volvía a estar disponible.
No era como que tuviera una oportunidad ahora, pero sentía cierta tranquilidad al saber que el lunes en la escuela no la vería con él. Tampoco la vería tomada de su mano en los pasillos, ni besándolo en la cafetería.
Aun así, Ethan no pudo evitar preguntarse por qué habían terminado esta vez. Si fue él quien la dejó o ella tuvo la última palabra. Deseaba saber si Michelle estaba afectada; si estaba triste, encerrada en su habitación o si estaba actuando como si nada. Si pasaba el tiempo llorando o no. Se imaginó su habitación. Tal vez tenía fotografías con Mason, objetos que le recordaban a él, obsequios que alguna vez le dio. Pero, ¿iba a quitarlos?
La intriga comenzó a apoderarse de él. Fue suave al principio, pero iba creciendo poco a poco. Por eso pensó que escribir otra carta podría ayudar a desahogarse un poco. Esa era su especialidad, después de todo: escribir lo que no podía decir en voz alta.
Abrió su libreta y se quedó viendo la primera hoja en blanco. Dudó unos segundos. ¿Cómo iba a empezar está vez? No iba a enviarla —jamás podría—, solo la escribía para darle forma a todo lo que sentía dentro del pecho.
“Michelle”, escribió, y el solo hecho de poner su nombre lo hizo sonreír. Pero también le provocó un nudo en la garganta.
“Supe lo que pasó y …”
Arrancó la hoja. Todo el mundo lo sabia. ¿Para qué lo mencionaba?
Volvió a empezar:
“Quisiera decirte que desde hace mucho tiempo…”
Se detuvo otra vez. Aunque moría porque Michelle supiera desde cuando pensaba en ella, sabía que, en el hipotético caso de que la leyera, si tenia el corazón hecho pedazos por lo de Mason, lo último en lo que querría pensar sería en otro chico.
Ethan se enderezó y tomó otra vez el bolígrafo. Con una mano firme empezó una nueva página:
“Imagino que no la estás pasando bien. No sé qué pasó, pero espero que pronto estés mejor. Ojalá supieras cuánto me importas. Ojalá supieras que haría cualquier cosa por ser la persona en la que pienses ahora.
Da igual… nunca vas a leer esto”.
Dejó a un lado el bolígrafo y pasó la mano por el papel, como si hacer eso borrara lo que acababa de escribir. Después, dobló la hoja cuidadosamente y la guardó dentro del primer libro que vio. Era su secreto, igual que todos los anteriores. Cerró el libro y lo escondió en el cajón de su escritorio.
Nadie iba a leer esas palabras. Nadie iba a saber lo que sentía.
🎓
Max Maguire había vuelto a casa luego de pasar toda la tarde jugando básquetbol en el parque. Lyla Wolfe llegó apenas treinta minutos más tarde, con su inseparable cuaderno de dibujo y un paquete entero de gomitas de gusano. Habían pasado un buen rato hablando de tonterías, de las nuevas gafas del señor Grinberg de Biología, de una serie de televisión que reunía a las personas más raras del mundo, y de la fiesta del día anterior.
Editado: 12.09.2025