Liberosis (italiano): Las ganas de querer preocuparse menos por las cosas y no sobrepensar cada situación.
—¿Qué fue eso? —Cuestionó Kaia.
No habría podido resolver su duda por más detalles que tuviera. Lo único que sabía era que había llegado en el momento oportuno.
Los había estado viendo en tanto llevaba atendiendo la mesa de mi tienda asignada. Pude ver a Aiden saliendo y a Kaia merodeando distintos lugares con la expresión ida e incluso fingiendo cordialidad cuando alguien frenaba sus pasos para degustar el contenido de su campaña. Por esa razón percibí a un hombre desconocido observándolos desde una distancia cercana, más específicamente a la mayor de nuestro clan de tres. La detalló como si la hubiese conocido antes y estuviera anonadado por una extrañeza que no supe identificar. Y luego lo vi acercarse, tomarla del brazo sin ningún consentimiento y obligarla a voltearse en su dirección como si fuera la persona más importante del universo.
Me desagradó lo que presencié en el instante y me aproximé con la fina intención de mandarlo al carajo. Se trataba de mi hermana. No importaba que ella fuera la mayor de los tres. No interesaba su alegato de poder cuidarse sola, eso lo sabía bien. Pero mamá nos había enseñado lo que los tipos medios inestables de la cabeza e incluso los “normales” hacían con chicas vulnerables.
De memoria, tenía grabado varios reportes periodísticos acerca de los acosos, abusos y violencia que una mujer estando sola en la calle o en cualquier otro sitio sufría diario. Por eso me acerqué, por esa razón estuve dispuesto a patearle el culo hasta alejarlo de mi hermanita. Por esa razón y la mirada tan intensa que le dedicó apreté los puños con la intención de saltar a defenderla.
No fui el único en sentirse así. Aiden se mostró reacio, enojado y con hambre de irse a buscarlo. Su rostro detonó lo mismo que seguramente estaba mostrando yo: asco puro por ver como aquel hombre se había quedado escrutando a nuestra hermana.
—No lo sé —Replicó él, asiendo los dedos en la última caja—. Vamos. Hablaré con Dicker y Avalos para que te quedes con uno de nosotros. No vas a andar sola después de esto —Gesticuló que lo siguiéramos inclinando la cabeza.
—No fue para tanto —Kaia bufó.
—Lo es —Dije tomando las cajas de sus manos—. ¿Quizá Aarón lo conoce de algún sitio?
Ninguno de mis hermanos respondió. Tal vez porque no existía una respuesta correcta o simplemente porque ninguno sabía qué decir.
Lo siguiente en suceder fue el regreso de nuestro tío y una plática convincente con Sasha y el señor Dicker. Aarón solo mencionó que Kaia tenía un malestar estomacal producto de la ingesta de algún embutido picante y que necesitaba alejarse un poco del puesto. Por supuesto, las cosas no salieron como lo tuvimos pensado. El hombre necesitaba una mano para atender a quienes llegaban a su tienda mientras él se disponía a realizar el conteo de sus ingresos.
Kaia tuvo que permanecer, mas no lo hizo sola. La señora Clement, quien había observado todo desde su puesto, aseguró que estaba bien con la presencia de sus hijos y en caso de recibir más comensales acudiría a Aarón si no era ninguna dificultad para el abogado. No lo fue, teniendo como incentivo a Soraya, él estaba más que satisfecho en poder ayudar. Fue así como el menor terminó cuidando la espalda de la mayor y también cómo nuestra madre se extrañó al llegar y descubrir a dos de sus retoños juntos, seguramente distrayéndose más de lo necesario.
—Suéltalo —Profirió la jueza, su tono arraigado a una dulzura relajante.
—Hubo un contratiempo —Espeté haciendo la entrega del vuelto a una cliente.
—Extiende la explicación —Pidió, observando a Hamm—. ¿Tiene mermelada de duraznos? —Ojeó los botes de cristal.
—Reservé dos para ti y una de zarzamora —Asintió, en tanto se dirigía a la parte posterior del puesto—. Te haré una oferta —Comentó desde lejos.
—Un sujeto la detuvo en el pasillo. Aiden cree que fue un acosador, pero Aarón y Kaia confían en que haya sido un error. Preguntó por ti. Fue muy confuso. Cuándo nos vio se puso amarillo y comenzó a balbucear absurdos. Después se marchó —Levanté un hombro, concentrado en mi tarea de quitar los tarros sobre la mesa de exhibición.
—¿Y qué piensas tú? —Sus ojos se estrecharon.
Conocía esa mirada. Buscaba bucear en mis pensamientos para hallar motivación suficiente para irse a hablar con mis hermanos. Y lo haría, seguramente nos sumiría a un interrogatorio una vez estuviéramos en la privacidad de casa. Mientras tanto me atiborraría de preguntas que luego utilizaría a modo de guía.
—Me apego a las creencias de Kaia —Dije sincero.
—Bien. ¿No te parece extraño que alguien desconocido haya preguntado por mí? —Indagó, la presencia de la curiosidad estaba en su mirar.
—No me sorprende. Trabajar con Mario tiene efectos secundarios. Lo que me llamó la atención fue cómo nos miró. Fue como si nos conociera o nos hubiera visto antes sin saber dónde. ¿Tienes idea de quién es? —En esa ocasión fui yo quien entornó los párpados, impaciente por escucharla responder.
Intuía algo. Mi sospecha aumentaba con el correr de los nanosegundos, aun así, esperaría a tener pruebas y presentar todas ellas ante mis hermanos. Para rendir explicaciones se necesitaban fundamentos con base sólida, Aarón me había enseñado eso. Pero no quería hundir a mi propia madre, no buscaba colocarla bajo la lupa y someterla al calor del sol para sacarle fuera lo que fuese que ocultaba.
—Sí —Comenzó, escudándose en la atención del señor Hamm—. Tengo algo en mente. Lamento la intensidad del asunto —Profirió por lo bajo.
—Mamá, ¿puede ser que él sea nuestro...? —No soporté evitar indagar.
—Para nada —Irrumpió negando vehemente con la cabeza—. Hablaré con tu tío. Tú quédate tranquilo, ¿bien? Lo resolveré —Tan pronto habló, desvío la mirada a las manos de mi provisional jefe.