Para Lucius, el tiempo le resultaba irrelevante, nunca le había importado. Pero después de conocerlo, supo que el tiempo era lo que más los lastimaba. Pero en ese momento, no podía evitar contar todo lo que por tanto tiempo había aguantado. En ese momento, quería ir a la casa de su vecino, saltarse todas las leyes sociales, hablarle, y contarle a Dylan todo, quería entregarle sus secretos y mostrarle todas sus facetas, y que él hiciera lo mismo. Quería verlo como era, quería tener una charla íntima, abrir su corazón y saber que era aceptado y entendido. Poder hablar realmente con alguien, y ser escuchado.
Quería cambiar su situación, salir de la caja en la que estaba encerrado, buscar una llave que lo sacara de la prisión, en la él solo se había metido, y que sospechaba, que todo el mundo lo había ayudado.
Pero su suerte no estaba en el mejor momento, porque cuando bajó, se dio cuenta que sus amigos estaban ahí, en la entrada. Miró a su madre, suplicante, pidiéndole que dijera alguna excusa para no acompañarlos, pero era demasiado tarde. Erika lo había visto, y sin miedo le gritó para que saliera.
Los cinco, fueron a caminar por los lados. Lucius, intentando no demostrar su frustración, hacía muecas y daba monosílabos para contestar aquellas preguntas, casi siempre sobre su vecino, y las veces en la que actuaban raros por ser extranjeros.
—Son bastantes llamativos —comentó divertido Trevor. Mientras caminaban y buscaban algo que hacer.
Pero Lucius, se quedó totalmente sorprendido, de todas las personas, nunca espero verlo en ese lugar. Junto con sus hermanos, Dylan salió del agua, mientras que Joshua saltaba al agua, y Erick estaba ocupado cerca de la rama de un árbol, atando una cuerda de fibra natural, gruesa y con nudo de ocho doble al final. Cuando terminó, se alejó y tomó impulso para poder tomarse de la cuerda y balancearse hacia el agua, gritando “Vamos”.
Los tres hermanos parecían disfrutar del momento, y por más que quisiera acercarse a ellos, Lucius sintió una fuerte falta de confianza, que no le permitió moverse por unos segundos, pensando en muchos desenlaces negativos. Pero lo que más lo desconcertaba, era esa sonrisa, natural y ruidosa, que Dylan estaba mostrando. Era una faceta increíblemente llamativa que lo llamaba a juntarse y unirse a ellos, y disfrutar. Pero todos sus atropellados pensamientos, fueron detenidos por sus amigos, quienes se estaban acercando a ellos.
—Hola —saludo Erika muy animada, mientras se acercaba a ellos. Erick fue el primero en acercarse y saludar—¿Podemos unirnos? —preguntó.
Y aunque no parecía malintencionado, los mayores solo dijeron que ellos ya se iban, debían ayudar a ordenar muchas cosas en casa. Pero las palabras Joshua, fueron las que sacaron a Dylan, de su pequeño paraíso mental, en el cual estaba sumido hace unos minutos, mientras estaba mirando el lago, sentado sobre una gran roca.
—Pueden quedarse con nuestro hermanito —afirmó—, él no irá a casa por un tiempo —Dylan se quedó callado.
Erick creyó que era porque estaba nervioso, miró a esos chicos, y no había duda de que ellos no eran la clase de grupos de chicos, con los que hablaba su hermanito. Pero también estaba a favor de Joshua, pues su hermanito no podía vivir ocultándose del mundo, alejándose de los demás, eso no lo ayudaría a ser parte de una sociedad activa. Así que llegando a esa conclusión, solo saludo a su hermanito y se alejó.
Lucius se dio cuenta, que el silencio totalmente descomunal de Dylan, era porque en verdad no tenía palabras para agregar, no sabía qué más decir. Suporque que había optado por el silencio, para no agregar nada que avivará la llama de negativas, que quería apagar, y estaba muy consciente de eso, porque él había hecho lo mismo.
—¿Quieren nadar? —preguntó Dylan, con una sonrisa tan natural que parecía falsa.
Lucius quedó sorprendido, desde que lo conoció, nunca creyó verlo sentado en una cafetería hablando y bromeando con sus amigos, y para colmo se lo veía tan natural, como si los conociera por mucho tiempo. Le parecía magnífico e intrigante, la forma en la que tenía para controlar todas sus reacciones y más, todas sus palabras.
Él sentía que lo conocía, y todas esas cosas artificiales que decía, eran una gran máscara. Y por un momento, se sintió superior por no caer en ese teatro, un gran teatro. Su mirada estaba en su rostro y más en aquella sonrisa, nunca lo había visto o siquiera imaginado con una sonrisa comercial, desde que lo conoció pudo ver apenas unas muecas en su rostro, y solo en momentos demasiado intensos una pequeña sonrisa. Y así, se sentía incluso más unido a él.
Cuando el día terminó, podía ver a Dylan reprimir un suspiro aliviado, y ambos caminaban hasta su casa, pero Lucius seguía intrigado.
El silencio, era lo mejor de todo. Dylan, se sentía desequilibrado, porque había estado actuando demasiado introvertido y algo vulgar, y aunque se divertía un poco desconectando su cerebro, fingiendo que ninguna sombra del pasado lo persiguió y lo buscaba en cada momento de paz y silencio, para recordar aquellos pensamientos negativos.
—No te divertiste ¿Verdad? —preguntó Lucius, viendo aquel rostro nervioso por ser descubierto.
—Fue muy obvio ¿No? —preguntó y cuando sus miradas se encontraron, el pelinegro solo sonrió, como diciendo “¿Tú qué crees?” de forma irónica, casi rozando lo burlesco—. Los demás no parecían notarlo —murmuró.