Habían pasado dos días desde la fiesta de mis padres, una noche que había sido casi insoportable para mí. Todo el mundo sonriendo, todo el mundo charlando mientras yo solo quería irme a mi habitación y escapar de las miradas que sentía sobre mí. Todos sabían lo que había sucedido entre Connor y yo, y aunque trataba de mantener la calma, los murmullos eran inevitables. Durante toda la noche, mi mente solo estaba llena de pensamientos que no podía controlar. ¿Qué había pasado entre él y esa chica? ¿Por qué me había hecho eso? Me sentía vacía, como si la gente ya no me viera por lo que soy, sino solo como la chica del escándalo.
Esa misma noche, Mael me había enviado un mensaje: “¿Te gustaría salir conmigo esta semana? Si me das una oportunidad, prometo que te haré sonreír.”
Lo ignoré al principio, pero me siguió escribiendo todos los días, insistiendo. Al principio pensé que solo quería una aventura, pero algo en su insistencia me decía que no era así. Mael no parecía el tipo de chico que juega con los sentimientos de los demás. En lugar de eso, me hizo sentir algo que hacía mucho tiempo no sentía: curiosidad.
Una semana después, después de días de pensarlo y darle vueltas, acepté. Él no paraba de insistir, y aunque había algo en mí que me decía que no debía, acepté salir con él. Tal vez lo que necesitaba era distraerme de todo lo que había sucedido con Connor. Tal vez Mael no era la solución a mis problemas, pero al menos me sacaría de mi cabeza por un par de horas.
La cita comenzó en un parque tranquilo, bajo la sombra de algunos árboles grandes. Mael me había llevado a un lugar diferente, alejado del bullicio de la ciudad. Aún así, algo en el aire hacía que me sintiera nerviosa, como si estuviera a punto de caer en una trampa que no alcanzaba a ver.
Nos sentamos en una banca de madera. La tarde estaba en su punto más cálido, el sol comenzaba a caer, tiñendo el cielo con tonos naranja y rosa. La brisa movía las hojas de los árboles, creando una atmósfera que, a pesar de ser hermosa, no lograba calmar mi ansiedad.
—Gracias por invitarme —dije, mirando hacia el horizonte.
Él sonrió, esa sonrisa que siempre me desconcertaba. No sabía si era sincera o si simplemente sabía cómo jugar con las emociones de las personas.
—Me alegra que hayas aceptado, sabía que tenías dudas —respondió con tono relajado, pero sus ojos brillaban con algo que no entendía.
Mi mente estaba llena de preguntas, dudas que no sabía cómo expresar. ¿Estaba yo siendo ingenua? ¿Mael tenía algún propósito oculto?
La conversación continuó de manera ligera, pero mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando una figura se acercó rápidamente hacia nosotros. Mi cuerpo se tensó de inmediato.
Era una chica.
Ella caminó directo hacia nosotros, y no pude evitar sentirme incómoda. Su mirada, fija en Mael, dejó claro que no tenía intenciones amigables. Cuando llegó frente a nosotros, sus ojos se encontraron con los míos por un breve instante, pero enseguida volvió a mirar a Mael.
—¿Sigues con tus jueguitos, Mael? —su voz estaba cargada de veneno.
La chica tenía una actitud desafiante, y aunque no la conocía, podía notar la rabia que emanaba de cada palabra. Me miró como si fuera una intrusa, como si yo no tuviera derecho a estar allí.
Mael la miró, algo cansado, pero no dijo nada. Su rostro mostró un destello de irritación, pero se mantuvo en silencio.
—No tienes derecho a decirme qué hacer, ni a meterte en mi vida —respondió, con tono tenso.
La tensión en el aire era palpable. Yo no sabía qué hacer, si quedarme allí o irme, pero lo que sucedió a continuación me dejó completamente paralizada.
La chica, sin previo aviso, levantó la mano y le dio una bofetada en la cara. El sonido del golpe resonó en mis oídos, y vi cómo la mejilla de Mael se sonrojaba al instante. Mi cuerpo se quedó rígido, sin saber cómo reaccionar. La chica mantenía una expresión de furia en su rostro, como si quisiera que todo el mundo se enterara de lo que estaba sucediendo.
Mael no reaccionó de inmediato. Solo quedó allí, mirando a la chica, sin hacer nada. Mi corazón latía a mil por hora. ¿Quién era ella para Mael?
—¿Te estás revolcando con ella, Mael? ¿Después de todo lo que me dijiste? —la chica gritó, su voz llena de rabia.
Fue en ese momento cuando todo en mi mente comenzó a desmoronarse. ¿Era yo solo una más? ¿Mael había jugado conmigo de la misma forma que con ella? ¿Era su ex?
El silencio entre nosotros se hizo insoportable. Mis pensamientos se agolpaban, y mi respiración se volvió entrecortada. ¿Era esto un juego para él? ¿Solo una más en la lista de conquistas de Mael?
Entonces, Mael rompió el silencio con palabras que me golpearon como un puño.
—Nunca tuve nada contigo —dijo, su tono grave, pero firme. —Solo nos divertíamos, nada más. No me hagas responsable de lo que pensaste que era.
La chica, furiosa, lo miró por última vez y dio media vuelta, marchándose sin decir palabra. Mael suspiró, visiblemente aliviado, y se quedó allí, observando cómo se alejaba.
Yo, por mi parte, solo podía pensar en una cosa.
¿Soy solo una más en la lista de conquistas de Mael?