Somos Pasajeros

Capítulo 10: Decisiones.

La práctica para el acto de grado había terminado, quedaba solo una semana para dar el gran paso a la vida universitaria. Pero en lugar de sentirme emocionada, la ansiedad me carcomía por dentro. Mis padres ya habían decidido la carrera que debía estudiar, la universidad a la que debía ir, y todo estaba planificado... menos mi felicidad.

Administración. Un futuro seguro, estable. Pero yo no quería estabilidad, yo quería libertad. Yo quería perderme en la música, bailar hasta que el mundo desapareciera. Pero... ¿y si no era suficiente? ¿Y si no tenía el talento?

Un mensaje en mi teléfono me sacó de mis pensamientos.

Elena: Estaremos en el café.

Yo: En cinco estoy allí.

Recogí mis cosas y salí del salón. Como siempre, José, mi chofer, me esperaba en la puerta.

—Voy al café con mis amigos, José.

—Sí, señorita.

Al llegar, los vi. Elena, Lucas y Mael estaban sentados, riendo juntos. Era increíble lo bien que se llevaban mis amigos con mi novio. Porque sí, oficialmente era mi novio. El recuerdo de ese momento especial me asaltó mientras caminaba hacia la mesa.

...

Esa noche, después de cenar y pasear por el parque tomados de la mano, Mael me llevó a su lugar especial: la cafetería donde trabajaba para costear sus estudios. Abrió la puerta y me hizo entrar. Quedé sin palabras.

Globos verdes y blancos decoraban el lugar. Una alfombra roja me guiaba hacia una mesa en el centro, donde había un pedazo de torta de tres leches con chocolate y un jugo de fresa. Al alzar la vista, lo vi. Vestía su delantal de la cafetería y me sonrió con esa expresión que hacía que mi corazón latiera más rápido.

—Hola, buenas noches. Eres muy linda, ¿sabes?

—Gracias. ¿Eres así de coqueto con todas?

—No. Solo con las más lindas.

Se acercó y sacó una pequeña cajita roja. Creo que mis pulmones dejaron de producir oxígeno.

Al abrirla, vi un anillo sencillo pero hermoso, con una pequeña perla verde en el centro.

—Me harías el hombre más feliz del universo si aceptaras ser la novia de este loco que está perdidamente enamorado de ti.

Las palabras se atascaron en mi garganta. Solo pude asentir y lanzarme a sus brazos.

—Creo que debes decirme algo, porque estoy muy nervioso —susurró.

—Sí —dije, apretándolo más fuerte—. Sí, quiero ser tu novia.

Él sacó el anillo de la caja y lo deslizó en mi dedo.

—Gracias —susurró, antes de unir sus labios con los míos.

Fue perfecto.

...

—¡Vae! —gritó Elena, corriendo hacia mí y abrazándome.

Sonreí y la apreté contra mí.

Nos sentamos en la mesa y saludé a Lucas con un abrazo. Mael me robó un beso rápido.

—Te extrañé —dijo.

—Yo también.

Entre charlas y risas, Elena sacó un sobre y me lo entregó.

—¿Qué es esto?

—Ábrelo.

Al leerlo, mi corazón dio un vuelco.

—¡Es una beca completa! ¡Elena, lo lograste!

Salté y la abracé, sintiendo su emoción vibrar junto con la mía.

—¡Y Lucas consiguió un departamento cerca de mi universidad, así que estaremos juntos!

Celebramos toda la tarde, comiendo torta y bebiendo jugo. La felicidad de mis amigos era contagiosa, pero en el fondo, una sombra seguía pesando sobre mí.

Cuando cayó la noche, Lucas y Elena se fueron en moto. Mael y yo esperábamos a José cuando él tomó mi mano.

—Vae, sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites, ¿sí?

—Lo sé.

—Entonces dime, ¿qué pasa?

Bajé la mirada.

—No quiero decepcionar a nadie. Tengo tanto miedo...

Mael acarició mi mejilla.

—Lo único que importa es lo que deseas. Lo que los demás piensen no debe importar. Lucha por lo que quieres. Yo estaré aquí, siempre.

Lo abracé con fuerza, y cuando José llegó, nos despedimos con un beso.

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Al llegar a casa, subí directo a mi habitación. No quería escuchar a mis padres hablar de un futuro que no deseaba. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, como si algo dentro de mí luchara por salir, por liberarse de esa jaula en la que había estado encerrado durante tanto tiempo.

Me dejé caer en la cama y miré el techo, tratando de calmar la tormenta de pensamientos que se agitaban en mi mente. Administración. Negocios. Cifras. Papeles. Nada de eso me hacía feliz. Nada de eso me hacía sentir viva. Pero entonces, ¿qué hacía aquí? ¿Por qué seguía obedeciendo un destino que no era mío?

Mi teléfono vibró sobre la mesita de noche. Lo tomé sin mucho ánimo, pero cuando vi la notificación en la pantalla, sentí que mi respiración se detenía.

"Academia de Danza ha visto tu talento y quiere contactarte para ofrecerte una oportunidad."

Volví a leerlo. Una vez. Dos veces. Tres. ¿Era real? ¿Podía confiar en esto? ¿Podía confiar en mí?

—¿Vae? —La voz de mi hermano Zayron me sacó de mi trance. Estaba apoyado en el marco de la puerta, observándome con el ceño fruncido.

No respondí. Solo me moví un poco y él entendió. Se acercó y se sentó a mi lado en la cama, haciéndome un espacio para que me acomodara junto a él. Me metí en su abrazo, buscando la seguridad que solo él sabía darme.

Le pasé el teléfono sin decir nada. Zayron lo tomó y leyó la notificación. Su mirada pasó de la pantalla a mí, y luego sonrió con ternura.

—Vaelis... esto es lo que quieres.

—No lo sé... —murmuré, aunque en el fondo, lo sabía. Lo había sabido siempre.

—Vaelis, este es tu sueño. —Su voz era firme, segura, como si lo tuviera más claro que yo.

—Sí. —Mi voz apenas fue un susurro.

—Entonces, ¿qué estás esperando?

Bajé la mirada.

—Nuestros padres...

Zayron suspiró y me tomó de los hombros con suavidad, obligándome a mirarlo a los ojos.

—Es momento de pensar en ti, y no en el legado familiar. Si fracasas, puedes volver a intentarlo. Pero si no lo intentas y fallas en algo que no amas, ¿con qué ganas vas a levantarte?



#1799 en Otros

En el texto hay: historia, novelacorta, romance

Editado: 05.04.2025

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