Somos Pasajeros

Capítulo 11: Prueba de amor.

La cena estaba servida. Como cada noche, la familia Montclair se reunía en la gran mesa del comedor, bajo la luz cálida de la araña de cristal. Todo parecía rutinario: el murmullo de los cubiertos contra la porcelana, la conversación superficial sobre los negocios, los planes que mis padres daban por sentados. Pero esa noche, yo rompería con la rutina.

Mis manos temblaban sobre el regazo. Sentía la mirada de Zarek y Zayron a los lados, firmes, dándome valor.

Respiré hondo. Era ahora o nunca.

—Mamá, papá —llamé su atención.

Las conversaciones cesaron y sus miradas se posaron en mí. Tragué saliva.

—Tengo que decirles algo importante.

—Te escuchamos, cariño —dijo mamá con un tono amable, sin imaginar lo que vendría.

Cerré los ojos un segundo, intentando encontrar las palabras exactas, pero ya no había espacio para dudas.

—No voy a estudiar administración. No voy a seguir el camino que ustedes han planeado para mí. He sido aceptada en una academia de danza y voy a tomar la oportunidad. Quiero ser bailarina profesional.

Silencio.

Mis padres parecían procesar mis palabras. Papá fue el primero en reaccionar… riéndose.

—Vae, eres demasiado graciosa a veces —dijo entre carcajadas—. Sé que estás nerviosa por la universidad, pero tranquila, ya todo está resuelto.

Volteó hacia mamá, sonriendo con satisfacción, como si esto fuera un chiste pasajero.

Mi pecho se encogió. Apreté los puños.

—No, mamá. No es una broma. No voy a meterme en una oficina llena de números y cuentas. No voy a vivir la vida que ustedes eligieron para mí.

Sus expresiones cambiaron. Mamá frunció el ceño y papá apoyó los codos sobre la mesa, cruzando las manos con paciencia forzada.

—Vaelis… —comenzó él, su voz más fría—. Ese futuro que imaginas es ficticio. ¿Cómo piensas vivir? ¿Cómo vas a mantenerte? No hay nada seguro en el mundo del arte.

—Papá, no quiero una vida de lujos. Quiero ser feliz. Quiero perseguir mi sueño, no convertirme en la muñeca de porcelana de la familia Montclair. Quiero valerme por mí misma.

—¡Basta, Vaelis! —La voz de papá subió de golpe, su puño golpeando la mesa con fuerza. Todos los cubiertos y copas vibraron con el impacto.

Mi respiración se aceleró. Mi madre exhaló con irritación.

—Vaelis —dijo, su tono gélido—. Sube a tu habitación. Quiero que saques de allí todo lo relacionado con el baile. Es momento de que dejes esa fantasía.

Algo dentro de mí se rompió.

—No es una fantasía, es mi sueño —dije con rabia—. Y si ustedes no pueden entenderlo, lo siento, pero esta es mi vida, no la suya.

Mamá me miró con dureza, pero yo no me detuve.

—¿Alguna vez se han detenido a preguntarse qué queremos nosotros? ¿Si Zarek realmente quiere ser el sucesor de papá? ¿Si Zayron disfruta manejar las empresas? ¿Si yo quiero vivir bajo su sombra?

—¡Basta, Vaelis! —gritó mamá, levantándose de su asiento.

Y entonces, su palma chocó contra mi mejilla.

El golpe no fue fuerte, pero el impacto fue devastador.

El ardor de su mano en mi piel fue insignificante comparado con el dolor en mi pecho.

No dije nada más. No podía. Solo me di la vuelta y me fui.

Esa noche, lloré hasta quedarme sin fuerzas.

Zarek y Zayron entraron a mi habitación, uno a cada lado, rodeándome con su apoyo silencioso. Me abrazaron, diciéndome que no estaba sola, que ellos estaban conmigo, que seguirían a mi lado sin importar lo que pasara.

Y eso, en medio de todo el caos, fue suficiente para no sentirme completamente rota.

A la mañana siguiente, Susan, nuestra ama de llaves, entró con una bandeja de desayuno. La dejó en la mesa de noche con un gesto amable.

—Gracias —susurré, con la voz rota.

Ella asintió y salió, dejándome sola de nuevo en mi enorme habitación, un espacio que ahora se sentía más frío y vacío que nunca.

Las paredes parecían cerrarse sobre mí, ahogándome.

Pero dentro de mí, algo seguía ardiendo.

No me rendiría.

Había tomado mi decisión. Y esta vez, no volvería atrás.

Una notificación en mi teléfono captó mi atención. Había recibido un video. Con el corazón latiendo acelerado, lo abrí.

Mi mente quedó en blanco.

Era Mael. Estaba con Carla, su ex.

—Sé que su apellido puede darte estatus, pero yo puedo ayudarte a liberar las frustraciones de ese hermoso cuerpo —susurró ella, deslizándole las manos por el torso.

Mis dedos se aferraron con fuerza al teléfono.

—Además, dudo que ella te dé lo que yo te di. Esa niñita mimada solo vive encerrada en su torre de cristal, no tiene idea de lo que necesitas…

Mael no se apartó de inmediato. Ella se inclinó hacia él… y lo besó.

El video se cortó.

Un mensaje apareció en la pantalla: “Creo que a tu lindo novio le gusta divertirse.”

No. No podía ser. Mael no podía estar haciéndome esto. Él no…

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Un repentino golpe en la puerta me sobresaltó.

—Señorita Vaelis, el joven Connor está aquí.

¿Connor? ¿Aquí en mi casa?

Bajé las escaleras con el ceño fruncido y, al llegar a la sala, lo vi. Ahí estaba, con su porte arrogante. Antes, cuando éramos novios, creía que con esa actitud podía protegerme. Ahora solo veía a un idiota, un niño rico al que solo le importaba el dinero de su padre.

—Buenos días, mi bella Vaelis. ¿Cómo has estado? —dijo con una voz falsa, melosa.

—¿Qué haces aquí, Connor? —pregunté con frialdad.

—Vaya, vaya, hoy nos despertamos de mal humor —se burló, riendo.

—No tengo tiempo para perder contigo. ¿Qué quieres?

—Solo pasé a saludarte…

De repente, me sujetó del brazo con fuerza y acercó sus labios a los míos. Sentí el contacto y reaccioné de inmediato. Lo aparté bruscamente y mi mano voló directo a su mejilla en una bofetada sonora.

—¡Eres un idiota! Solo viniste a molestar. ¡Lárgate de mi casa y no vuelvas! ¡Tienes suerte de que Zayron y Zarek no estén aquí, porque ya habrías pagado caro tu osadía!



#3628 en Otros

En el texto hay: historia, novelacorta, romance

Editado: 05.04.2025

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