Sali de ahí, de esas risas felicitando a las parejas comprometidas, de las voces preocupadas de algunos al ver el vaso de cristal esparcido en pedazos en el suelo, quizás de alguna mordaz palabra de mi padre por el desastre, no lo sé, ni tampoco si al irme de ahí, sali corriendo o caminando, si alguien me hablo o me vio, pero sé que de un momento a otro estaba en mi habitación mirando a la nada.
Ni una lagrima, ni un sentimiento, solo era nada.
Cerre los ojos, y no se que es lo que quería, que todo fuera un sueño o más bien una pesadilla y que mi padre no fue capaz de comprometerme a mis diecinueve años y que haya comprometido a Katerina con James.
No pude evitar gruñir con molestia, todo esto es una estupidez, seria más sencillo si los prometidos fueran al revés, y no es por preocupación por mi hermanastra, es por que se que esto tiene que ver con él.
Inspire, controlando mi corazón que bombeaba con rapidez, me sentía perdida, me sentía abandonada.
¿seria muy diferente si estuviera con mi madre? Esa mujer no me vendería, no me haría sentir así, ella me comprendería.
Por que los hombres son tan imbéciles.
El sonido de mi móvil debajo de mi almohada interrumpió mis pensamientos, me acerque a ver quien me llamaba, no usaba el móvil más que para leer historias y escuchar música, no tengo amigos o familias para hablar y las personas conocidas están abajo en la reunión.
Cuando mire la pantalla que vibraba con insistencia, con un numero desconocido plasmado en ella, curiosa conteste esperando saber quién llamaba.
—Buenas noches, ¿quién es?
La voz de una mujer me contesto. — ¿Meryl Schekeryk?
¿Quién carajos es Meryl?
—Ehh, que necesita
—Su madre tuvo un accidente— contuve la respiración— y me gustaría su asistencia en el hospital de Health Bellevue para informe médico y su consentimiento.
—M-me podría decir el nombre de la paciente— pregunte nerviosa, y casi jure que mi voz salió como una súplica.
Por qué, después de muchos años tendría una ubicación de mi madre.
—La señora Melanie Schekeryk.
Melanie, mi madre se llama Melanie, no hay duda, vi una M en la foto que tengo guardada de ella, contuve las lagrimas.
—Gracias y no se preocupe, iré en cuanto pueda.
—Muchas gracias.
Cuando colgué el móvil, una idea estúpida vino a mi mente, puse el buscador y coloqué el nombre del hospital, descubriendo así que el hospital donde puede que mi verdadera madre está ingresada, sonreí cuando vi la ubicación.
Solo son 5.570 kms de distancia de Londres a New York, si compro desde ahora el pasaje más próximo a salir me tardare quizás unas siete o diez horas.
—Bien.
Con una determinación que no se de donde salió me prepare para salir, compre el vuelo y gracias a mi estatus pude lograr un vuelo de primera clase para mañana.
Rebusque en mi armario la ropa que usaría por las siguientes semanas o meses, y prepare mi maleta, ordenándola lo más posible, metiendo pocos accesorios y productos, la emoción me hacia olvidarme de todo lo que paso, de mi compromiso y el de James.
Sin darme cuenta ya tenía listo dos maletas y mi bolso de mano.
Limpiándome las manos, me fui a dar una ducha, al verme al espejo vi el desastre que era, el pelo todo desaliñado, el labial manchando la mitad de mi cara, quizás cuando intentaba secarme el sudor de la frente, pero aun así no me sentí mal al verme.
Me reí un poco de la situación, y me saque el costoso vestido para irme a bañar con agua tibia y relajarme, esperando el momento justo para huir, no iba a ser tan complicado, solo tendría que dar una mentira piadosa a James y Elinda.
Luego de unos buenos minutos, ya estaba en un camisón de seda rosa, secando mi cabello con el secador, esperando que entrara alguien para poder irme esta misma noche, debajo de este largo camisón ya estaba vestida con una camisa de tirantes negro y un short de mezclilla azul, estaba en punteras blancas esperando solo ponerme los tenis negros.
No me sorprendí cuando Elinda entro a dejarme una bandeja de comida en una mesilla de la habitación, está ahí porque nunca como con mi padre y familia, me gusta más comer en solitario.
—Elinda, mañana me quedare a dormir hasta la tarde, me duele la cabeza.
—¿Necesita algún medicamento mi señorita?
—Tranquila, una buena siesta bastaría.
—como diga mi señorita, ¿le gustaría que le trajera el almuerzo a la 13:00?
—No será necesario, Mikel se encargará.
—Como guste.
Elinda dio una leve reverencia y se marchó, dejándome por fin sola.
Apague el secador y puse en marcha mi plan, me quite el camisón, doblándolo y poniéndolo sobre mi cama, corri a ponerme los tenis y sacar las maletas escondidas, cruze el bolsón en mi hombro, y una maleta en cada mano, me fui a un pasadizo secreto que me enseño James que da directo hacia abajo.