Intente mejorar, no había razón para deprimirme y no sé porque lo hice, como si no me importara nada de mí, cuando yo debo ser lo más importante, volví a mi habitación, y como si supieran que nadie podía entrar, se quedaron afuera a los lados de la puerta y Katerina entro conmigo, para rápidamente apartarse y quedarse parada en un rincón incomoda.
Cuando salí de la otra habitación que fue mi prisión, Katerina inmediatamente empezó a seguirme, y no tuve las ganas de enojarme con ella, y no debo enojarme con ella, si no con mi padre.
Él es el único culpable.
Me pregunto a mi misma, porque me volví odiosa con ella y Helene, si ellas no hicieron nada contra mí, ellas me quieren y me tratan como una miembro más de la familia.
Suspire con pesar, ¿Por qué soy tan tonta?
La miré, y nunca me puse a verla realmente, tenía su cabellera rizada corta hasta los hombros, parpadee pensativa, recuerdo haberla visto en mi cumpleaños con el cabello largo, ¿Por qué se lo corto?
Pase con suavidad mi tocador, no me había dado cuenta que no había ni una mota de polvo en mi habitación, inspire un poco, recibiendo el aroma a frutos rojos, todo estaba limpio como si conocieran mi rutina de limpieza y mi splash favorito cuando termino, odiaría ver arruinado mi zona segura por mis propias idioteces. Me senté y empecé a sacar mis productos de cabello, cuerpo y rostro, tengo que verme arreglada, ya no es tiempo de andas como si se hubiera muerto alguien importante, solo me separaron momentáneamente a mi madre, volveré a ella legalmente.
Tome mis mascarillas de cabello y entre a mi baño personal, quite mis prendas y decidí darme un baño de burbujas, lavando mi cabello con delicadeza y cuidado, dándole nuevamente vida.
Entre a la tina, y restregué todo mi cuerpo, exfoliándola, dejando mi cuerpo suave, aproveché a depilarme las piernas y relajarme escuchando el suave murmullo del agua. Solo cuando solté un bostezo salí de la tina, me coloqué mi toalla alrededor de mi cuerpo, parándome frente al espejo del baño y limpiando mi rostro, colocándome serum y mascarillas, dejando mi cara suave.
Al salir vi a la pobre Katerina parándose de un pie a otro y no pude evitar jadear de sorpresa, esta niña no pudo sentarse en mi sofá personal o en mi cama o en mi silla de tocador o escritorio, porque sigue parada.
—¡Kate! por dios...
Ella me vio con un poco de temor mientras se mantenía con la espalda tan recta como si le estuvieran apuntando en la espalda con una lanza.
—Dígame señorita.
—Solo...—Me mordí el labio, por dios que le he echo a esta niña.—Solo dime Leonie, no hace falta formalidades, ven y siéntate.
Ella se mordió el labio inferior y se acerco tímidamente donde le estaba señalando, mi puff rosa grande. Suspire y me fui a secar el cabello, mientras la miraba de reojo, Katerina miraba todo con curiosidad, parecía perdida, me mire al espejo viendo que poco a poco me recuperaba, que volvía a ser yo otra ves.
Nos quedamos en silencio, ambas perdidas en nuestros pensamientos y sin querer termine cerrando mis ojos del cansancio, y escuche la dulce voz de Kate, preguntando si estaba bien, y después, solo silencio.
Desperté con una manta que nunca había visto en mi vida, una manta caliente y morada, mire hacia el puff rosa, sorprendiéndome de ver a Katerina dormida echa un ovillo en el, y caí en cuenta de algo, agarre el dobladillo de la manta con fuerza mientras la miraba descansar.
Nunca pude ver la realidad de las cosa, que después de todo, solo tengo a mi lado a James y a Elinda, ¿pero realmente puedo confiar en ellos o me segué demasiado por que siempre me cuidaban? Estoy rodeada de personas siempre, cada fiesta, cada reunión estaba con alguien pero realmente estaba sola, porque yo así lo quise.
Siempre pensé que no necesitaba a nadie. Desde que papá se casó con Helene, y tuvieron a Katerina siempre las vi como mi familia, hasta que todo cambio desde aquella foto, desde ahí levanté un muro tan alto que ni yo misma podía ver más allá. No fue justo... pero en ese momento, creía que era la única forma de proteger lo poco que quedaba de la vida que conocía.
De honrar a la madre que juraba fue abandonada y no al revés.
Y Katerina... fue el blanco de todo ese enojo que no sabía de dónde venía. Ella nunca me hizo nada, pero se convirtió en la sombra de lo que más odiaba. La traté como si su existencia fuera una ofensa. Como si su sola presencia me quitara algo que ni siquiera sabía definir.
Tampoco ayudaba a que todos en casa empezaran a amarla a pesar de que mi padre siempre me mantuvo al tanto de negocios y política.
Por que yo seria su heredera y ella mi mano derecha.
El hecho de que Kate me haya puesto una manta, quizás suya, y no desordenar mi habitación solo para que no me resfrié, eso la define como persona, ella no lo hizo para demostrar nada, ni para quedar bien. Lo hizo simplemente porque le importo.
Y eso me dolió.
Porque yo no te he tratado así. Porque no me lo merezco.
Cerré los ojos con fuerza, solté un pesado suspiro y me levante con decisión, se supone que yo soy la mayor en esta situación, ya no soy una niña, no puedo seguir con esto.
Me acerque a ella y la desperté suavemente, alejándome a unos pasos de distancia, Kate parpadeo un poco, recobrando la compostura, alzo la mirada observándome y sonriendo, y mire su sonrisa, Kate no tiene motivos para hacerlo, pero lo hace igual, siempre intenta darme una sonrisa.
Espere a que se sentara bien, viéndome preocupada todavía sin hablar, como si fuera una obligación no decirme nada o si pensara que no le hablaría o respondería.
Como siempre.
—Kate... —empiezo, y siento que la voz me tiembla—. Quiero pedirte perdón.
Su sonrisa se apaga un poco, no por enojo, sino por sorpresa. Me quedo quieta, esperando una señal de incomodidad o algo, pero ella parece entender algo que yo no.