Somos una Mentira

Capítulo 9

—Así que tu descubriste que tu madre estaba en New York, por eso escapaste y tu guardaespaldas se volvió loco buscándote hasta que pudo localizarte y se fue, trayéndote consigo después. Ahora te llamaron del hospital y que hay cambios en la situación de tu madre ¿correcto?

Estaba en la habitación de Katerina, un contraste muy diferente a mi habitación, pero esta bien, mientras que a mi me encanta el rosa palo a ella le encanta el azul cielo, tiene demasiados peluches y libros, algo que me llamo mucho la atención, es que había varias páginas de cuaderno tirados al cesto de basura, con algunos fuera también.

Después de la llamada del hospital no pude pegar ojo toda la noche y lo primero que hice fue ir a despertar a Kate, no sin antes disculparme por interrumpir su sueño, menos mal que ella estaba despierta y me invito a pasar.

Fue así que termine contándole todo, buscando una segunda opinión de lo que hare.

—Si, si, pero necesito ir, no, debo ir—dije recalcando el debo.

Se puso pensativa un momento.

—Entonces planeas hablar con papá para darle aviso que te iras, y como eres mayor de edad estas en tu derecho de irte sin que te obliguen a quedarte, o le tiraras un abogado. —ella sonrió poniendo sus palmas juntas a un lado de su mejilla—¡es un plan estupendo Leo!

Rodé los ojos.

—Viviré en New York, una vez que hable con mi padre, quiera o no yo me iré de aquí.

Mire su cara ponerse triste, me acerque a tomarle la mano.

—No te preocupes, estaremos en contacto y cuando seas mayor en tres años puedes ir a vivir conmigo.

—De verdad. — pregunto consternada. Asentí con una sonrisa—Gracias.

—No hay de que, ahora quiero que hagas una cosa por mí.

—Dime.

—¿Quieres casarte con James?

Negó con rapidez.

—¡NO! —tosió un poco—quiero decir, no, no quiero casarme con él.

—Si me voy, no estaré atada a un compromiso que no quiero y tampoco quiero que lo estes tu.

—No sé si él te dejara hacerlo.

—Lo hará, confía en mí.

—Bien, confiare en ti hermana.

Acaricie su cabeza.

—Iré a ver si esta en la oficina, dudo mucho que duerma ese hombre.

Me acerque a la puerta, mire detrás de mí, casi me rio de ella por como alzaba los pulgares.

—Suerte.

Abrí la puerta, saliendo hacia la oficina de mi padre, vi a James por el pasillo, se que le sorprendio verme en mi habitación y más cuando salí para la habitación de Katerina, vi el pánico en su rostro cuando cerré con seguro.

Resoplé con desdén, seguro piensa que le hice algo a ella.

—Quiero que me devuelvas mis tarjetas, las tomare después de hablar con mi padre.

El me detuvo, tomando mi brazo con fuerza.

—Que hiciste con la señorita Maier.

—Suéltame.

Me soltó rápidamente, irguiéndose colocando sus brazos detrás de él.

—Leo…

—Silencio Mikkelsen, no le di la orden de hablar, o solo si padre puede darle las ordenes ahora—respondí mordazmente.

Vi dolor en sus ojos, pero se recompuso.

—Lo siento, señorita.

—Solo deja mis tarjetas en mi habitación.

—Como ordene, pero, debo seguirte.

—No te necesito, voy a ver a mi padre, debo decirle algo—declaró, con firmeza.

Él dio un paso hacia mí.

—Tu padre no está en casa. No puedes salir sin autorización.

Lo fulmino con la mirada, sus ojos llenos de rabia.

—No me importa lo que digan tus órdenes. Si quieres detenerme esta vez, tendrás que arrastrarme hasta matarme.

El aire se llenó de tensión. Él me miró apretando fuertemente sus puños, por la forma en que sus brazos se le resaltaban más por el traje.

—Señorita Brandt, por órdenes de su padre tiene prohibido bajar de noche.

—Esta en el jardín entonces.

Si James dice que papá no está en casa, eso significa que salió lejos de casa o salió cerca de casa, como el jardín.

James trato de tomarme el brazo, quizás para regresarme a mi habitación, pero fui más rápida, salí corriendo hacia la habitación de Helene, ella tiene una terraza y por ahí puedo escapar. Me estampe con la puerta abriéndola y cayendo al suelo, me levante y cerré la puerta con seguro, respirando agitadamente.

Mire alrededor y no había nadie, de seguro esta con mi padre. La habitación era amplia, con una alfombra gris perla, muebles antiguos y cortinas pesadas que bloqueaban casi toda la luz del día. Pero lo importante estaba más allá: al otro lado de las puertas de vidrio estaba la terraza. Y desde la terraza… podía verse el jardín.

El jardín.

Lo único que importaba ahora.

Corrí a la terraza, mirando hacia abajo, y no pude evitar apretar el barandal con fuerza.

Mierda, es muy alto.

Pero salir por la puerta no era una opción, era saltar o romper las cortinas y hacer una soga con ello.

No hay tiempo.

La terraza era de piedra, los bordes cubiertos de hiedra, y abajo, tres pisos más abajo, las bugambilias florecían como si el encierro no existiera. A la izquierda, una celosía de madera subía por la pared, medio carcomida, probablemente decorativa… o no.

Me asomó nuevamente por la barandilla. No había escalera de emergencia. Nada más que un desnivel brutal y un par de balcones más abajo, pero ninguno lo suficientemente cerca como para alcanzarlo sin riesgo.

—Piensa —murmuró—. Si llegaste aquí, puedes salir de aquí.

Entró de nuevo a la habitación. Buscó algo útil: sábanas, una lámpara de pie con un cable largo, un perchero. Helene tendrá que perdonarme, pero elegiré hacer una soga. Desató la sábana de la cama y comenzó a anudarla con la del cobertor, luego con una funda de almohada. Iba armando una cuerda improvisada.

—No va a ser suficiente —dije en voz baja, mirando la longitud.

Entonces lo vi. En la esquina de la terraza, una antigua enredadera había trepado hasta el borde del balcón. Era gruesa. Vieja. Segura… tal vez.

Me quite los zapatos y respiró hondo.

Con la cuerda anudada en la baranda, la usó para descender apenas un metro, lo justo para apoyarme en el marco de la celosía. Desde ahí, enganchó un pie en la parte más baja de la enredadera y comienzo a bajar, lenta, apretando los dientes en cada crujido de la madera o cada chillido del viento.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.